El Currículo
Enviado por candela12345 • 14 de Diciembre de 2012 • 2.074 Palabras (9 Páginas) • 346 Visitas
1. ¿A QUÉ SE REFIERE EL CURRÍCULO?
Figúrese usted que le están haciendo una entrevista para un trabajo como profesor/a de un Instituto. El entrevistador/a le pregunta sobre algunas de las siguientes cuestiones:-
-¿Cómo organizaría usted la clase?,
-¿Qué tipo de materiales le gustaría tener y cómo los distribuiría y para qué usaría cada uno de ellos?,
-¿Cuáles son, en su opinión, las necesidades principales que tienen los estudiantes en esta edad?
-¿Qué modelos de trabajo educativo con adolescentes conoce y qué le llama la atención de cada uno de ellos?
En fin, que le están haciendo una entrevista sobre cuestiones curriculares. A sus empleadores les interesa saber cómo entiende usted la Educación para ver hasta qué punto sus ideas son compatibles o no con el modelo educativo (el currículo) que esa escuela está llevando a cabo.
Cuando hablamos de currículo nos estamos refiriendo, por tanto, al proyecto formativo que deseamos llevar a cabo. Por supuesto, tal proyecto debe tener unas ideas por detrás (sobre qué es la educación, sobre el tipo de actividades que se pueden realizar con esos estudiantes, sobre cuestiones de organización de espacios y recursos, etc.) y deberá articularse en una propuesta adecuada a las condiciones de los niños a los que va dirigido y también a las circunstancias en que se desarrollará. En definitiva, podemos decir, que un buen currículo es justamente eso: un proyecto formativo integrado que posea una suficiente justificación doctrinal y adecuación social.
Si analizamos más detenidamente esta cuestión, deberíamos prestar especial atención a las tres palabras mencionadas (proyecto, formativo, integrado) pues de cada una de ellas se derivan connotaciones conceptuales y prácticas importantes para entender qué es el currículo:
1) Es un Proyecto:
Cuando hablamos de “proyecto” nos estamos refiriendo a:
a)- algo pensado, planificado de antemano como un todo. Esa visión de conjunto es la que nos permite hacer un diseño bien organizado, con sentido, sistemático, gradual, etc.
Piensen, por ejemplo, cuando un arquitecto hace un proyecto de un nuevo edificio: lo tiene que pensar en su totalidad para establecer la unidad del diseño.
En ese sentido, la idea de Proyecto se opone a la idea de la improvisación, de la construcción por partes (como se hace a veces en algunas construcciones: ir avanzando por partes, sin un proyecto global, improvisando, haciendo añadidos, etc.). Eso sucede, también en educación, cuando no existe ese proyecto: cada uno va a su bola, improvisa según le parece mejor, añade su parte que en algunos casos nada tiene que ver con lo que otros compañeros/as han ido haciendo, etc.
Ciertamente, esa planificación previa no tiene que ser necesariamente algo muy cerrado, donde todo esté ya decidido de antemano. Como sucede en la música (actividad que también exige de esa planificación previa, la partitura, para que el concierto no se convierta en un caos en el que cada uno esté tocando una melodía distinta) podemos estar trabajando con partituras cerradas pero también podemos hacerlo con partituras más abiertas (como en el modelo del jazz) donde la unidad del conjunto no sólo no se empobrece sino que se enriquece con las aportaciones originales (pero no discordantes) de los músicos individuales.
b) Es algo formalizado. Al menos, algo formalizado: puesto por escrito, en un esquema o gráfico donde se hace visible la idea que dirige el proyecto.
No serviría de nada decir que sí que tenemos proyecto pero que lo tenemos en nuestra cabeza. Que nosotros sabemos bien lo que queremos hacer sin necesidad de ponerlo por escrito. Los proyectos exigen un cierto nivel de formalización.
c) Al estar formalizados se hacen visibles y, por tanto, públicos.
Los proyectos educativos necesitan, para legitimarse, de esta condición de la publicidad (no en el sentido de la publicidad comercial sino en el de convertirse en algo público) por una doble razón: porque la educación es un derecho (y por tanto ha de dejarse claro que la oferta educativa que hacemos da cumplida respuesta a ese derecho) y porque quienes intervienen en el procesos (niños, maestras y familias) también son beneficiarios de derechos y pueden desear conocer y, en su caso, discutir esa oferta formativa que se les ofrece.
Las escuelas y los profesores/as no somos sectas que pretendemos influir sobre niños pequeños de una manera “oculta” y “descontrolada”. Bien al contrario, lo que pretendemos es que el tipo de trabajo que vamos a hacer con ellos sea absolutamente “transparente” y, en la medida de lo posible “compartido”.
Pese a que en algunos contextos aún subsiste esa prevención (el Estado a través de las escuelas nos roban a los niños desde demasiado pequeños e ejercen sobre ellos influencias contrarias a la orientación de las familias) no es ésa la idea del currículo.
d) Al ser algo público y bien conocido por los destinatarios se convierte, a su vez, en un compromiso.
Esta es la gran virtualidad del currículo: que concreta el compromiso formativo que asume la institución que lo lleva a cabo. Puesto que las familias conocen lo que se ofrece a sus hijos, puesto que la Administración Educativa lo conoce y da por válido, puesto que la propia institución lo ofrece como expresión pública de su actuación, esa propuesta acaba siendo un compromiso. Por eso los padres podrán exigir si no se cumple, o las escuelas reclamar si no disponen de medios para llevarlo a cabo, o las administraciones educativas desautorizar a las instituciones que no lo cumplan.
Es fácil de entender, pues, que cuando hablamos de currículo no estamos hablando de algo burocrático y ficticio como algunos proyectos institucionales que existen en el papel pero que después no se concretan en prácticas reales en las escuelas. En esos casos se ha cumplido con la formalidad pero no con el compromiso que el currículo implica.
2) Es un proyecto formativo.
No resulta sencillo, tampoco, entrar en concreciones claras sobre qué características ha de tener un tipo de intervención que se defina por su “orientación formativa”. ¿Qué es formativo? ¿Podemos decir que es lo mismo hablar de formación que de “educación”, de “instrucción”, de “socialización”, de “prestación de cuidados”? Parece claro que todos esos aspectos tienen que ver con una idea, aunque sea vaga, de “formación”. Pero no siempre cabe hacer una equiparación entre todas esas orientaciones.
El sentido formativo de la “educación infantil” debería estar vinculado, creo yo, a
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