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El Escritor Y Su público


Enviado por   •  17 de Junio de 2013  •  563 Palabras (3 Páginas)  •  1.317 Visitas

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El escritor y su público

Rosario Castellanos


¿Qué es un escritor? La pregunta puede contestarse con una respuesta obvia: un escritor es una persona que escribe.

Una persona que escribe; hela aquí, ante la página en blanco, uno de los abismos a los que en ocasiones nos enfrenta el azar. ¿Escribe? No. Mordisquea la punta del lápiz, se mesa los cabellos, da vueltas por la habitación como una fiera enjaulada. Vacilaciones, plazos, arrepentimientos. Y, con la decisión de quien se lanza al agua, surge la primera letra. La mano, tan dócil en otros quehaceres, se crispa: el brazo se acalambra; las ideas zumban con la insolencia de la mosca, escapan a los papirotazos.

De un modo o de otro la hoja de papel se llena. ¿Qué ha pasado? Que el suceso que se quería narrar (un suceso vivo, fluyente, cálido) aparece opaco, desabrido, hosco. Alguien ha traicionado a nuestro protagonista y en cada sílaba se advierte el jadeo del esfuerzo, la desobediencia de los músculos, los sobresaltos de la mente. No le queda más alternativa que cerrar, avergonzado, el cuaderno […]

Rectifiquemos entonces. El escritor no es cualquier persona que escribe sino la persona que tiene facilidad para escribir. Alguien que hace un ensalmo, que dice un conjuro y de inmediato suscita la ocurrencia feliz, el razonamiento convincente, la comparación certera. Su actividad tiene la apariencia de un juego, de un acontecimiento que se desarrolla fuera de los ámbitos de este mundo en que la pesadez es una condición y la gravedad una ley.

La mayoría se confunde y acepta como escritor a quien detenta este virtuosismo de recetario, pero nosotros procuraremos no caer en el error. Para el escritor auténtico, escribir es una disposición de la naturaleza a la que se añade un hábito de la voluntad. Y este hábito es una conquista del trabajo arduo, un resultado de la paciencia lúcida. Detrás de cada página tersa, de cada texto ordenado, deleitoso, nítido, se ocultan las infinitas tachaduras, los borrones inconformes, los cestos llenos de papeles desechados. El aprendizaje consume tiempo, exige sacrificios y muy frecuentemente rinde fracasos.

¿De qué modo emplear ese milagro? O más claramente: ¿cómo escribir? ¿Acerca de qué escribir? ¿Para quién escribir?

La respuesta, por desgracia, no es una. Hay quienes opinan que lo importante de la escritura es el estilo, el pulimento, la posesión segura de la técnica, el dominio de los recursos. El tema ya es cuestión secundaría y el lector es un iniciado en los secretos del oficio, alguien que comprende el signo, casi imperceptible, que el autor le envía y que lo acoge con una, casi imperceptible también, sonrisa de agrado.

El escritor comprometido mira el mundo que lo circunda y declara, como era de esperarse, que ese mundo está mal hecho; inmediatamente pone manos a la obra para mejorarlo. Enarbola una teoría cualquiera y se convierte

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