El Mediocre Que Santificó Al Deshonesto Quien Acolitó Al Tramposo

En esta historia los personajes se esconden camaleónicamente debajo de su ropaje haciéndose pasar por inocentes aprendices de universidad y ejemplares maestros de la ignorancia, habidos de infinita disposición para adquirir un mundo de conocimientos fáciles de encontrar en aulas del saber donde brota la chispa de la falsa sabiduría. El mediocre, ilustre eminencia que ostenta de una ventaja frente a sus pares por ser de sangre real, camina ostentoso arrastrando a su paso seguidores de su causa, facilitándoles el camino del saber. El tramposo, hábil cazador de oportunidades, no escatima en aprovechar los consejos de su experiencia para devorar ferozmente la presa servida en bandeja de plata fina por su maestro. Por último, nos encontramos con el eslabón que vincula a estos dos inermes pensadores de la enseñanza y la respuesta quien pretendió escabullirse en medio de la palabra robada del autor desconocido, que vendió su obra al mejor postor.

La tensión se apodera de la multitud y de sus miradas brota el nerviosismo cuando en un papel ven reflejado el desconcierto, a falta de una, son dos cortas letras que describen cual ignorante son; por supuesto, en hipotética ilustración y con la frente erguida, la sonrisa a plena carcajada divisa la escena dantesca del murmullo que susurra por el viento y que penetra los poros de la impotencia. Con los heridos abatidos por no saber que responder, es allí cuando la solución aparece por obvias razones; el artífice de la teoría del engaño desenfunda su arma más letal, lacerando con su brillantez una estrategia ingeniosa de su propia imaginación. Su pantomima se completa con la avenencia de su cómplice amigo, quien sin remordimiento y sin mediar palabra alguna, le otorga facultades y allana su camino haciéndolo más transitable, para asegurarle tan descarado éxito.

El tiempo con sus minutos corren rápido para el justo y el honesto, las lágrimas en su frente y el calor en su cabeza aceleran el bloqueo mental que le impide salir del laberinto. Por su parte, el festín a dos manos celebra la victoria sin luchar, la batalla que ganó sin participar en ella, es todo un triunfo mediático, replicó a los cuatro vientos con la seguridad del ganador de la competencia, en la que sus rivales, débiles y moribundos reclaman justicia.

De frente, la ignorancia y el conocimiento, eligen sus propios invitados a participar de tan generoso banquete de mentira, uno a uno, con la boca cerrada y las manos atadas, se lanzan contra su enemigo vecino cuya cabeza exponen como sacrificio a su lealtad.

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