El Narcotráfico Y Todas Las Actividades Delictivas Que Se Multiplican A Su Alrededor Ya Son Vistas Por Brasil Como Una Amenaza A Su Seguridad

El narcotráfico y todas las actividades delictivas que se multiplican a su alrededor ya son vistas por Brasil como una amenaza a su seguridad

La decisión de Dilma Rousseff de autorizar el inicio de la quinta operación Ágata, la que mediante la movilización de más de más de 10 mil soldados equipados con helicópteros y aviones de combate, lanchas patrulleras y vehículos blindados a lo largo de los 4.000 kilómetros que abarca la línea fronteriza de Brasil con Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay, constituye un hecho cuya importancia no puede pasar desapercibida, pues da cabal cuenta del papel que el más importante de nuestros vecinos se propone jugar en toda la región sudamericana lo que incluye, por razones obvias, a Bolivia.

Según las versiones oficiales difundidas por el Gobierno brasileño a través del ministro Celso Amorim, la operación no es más que la continuación de un plan puesto en marcha el año 2007 “para garantizar la paz y proteger nuestros recursos tenemos que asegurar la disuasión ante posibles amenazas externas”. “No se puede estar entre las siete grandes economías del mundo y pensar que nadie está interesado en sus recursos: en nuestro caso, la energía, el petróleo, la Amazonia, la biodiversidad, la capacidad de producción de alimentos, todo eso requiere de una disuasión para que no se lo ponga en riesgo”, afirmó Amorim al explicar los propósitos de la operación y, como si de algo accesorio se tratara, se refirió a diferentes actividades delictivas, como el contrabando, la explotación ilegal de oro en la Amazonia y el narcotráfico.

Es evidente que ninguno de los cuatro países en cuyas zonas fronterizas se realiza este operativo militar pueden ser considerados seriamente por el Estado brasileño como “amenazas externas”, más aún si se considera que con todos ellos Brasil mantiene excelentes relaciones. Y si de potenciales bélicos se trata, resultaría irrisorio suponer que las Fuerzas Armadas brasileñas crean necesario “disuadir” a sus similares de Uruguay, Paraguay o Bolivia de la tentación de agredir al gigante sudamericano.

No es en cambio difícil suponer, dadas las actuales circunstancias y antecedentes, que lo que la operación Ágata 5 se propone es afrontar amenazas mucho más reales y concretas, como son las actividades delictivas. Y entre ellas, sin lugar a dudas el narcotráfico y todas las actividades que giran a su alrededor se encuentran entre las que más preocupan –y también ocupan– al Estado brasileño.

Y si de eso se trata, no hay cómo soslayar el hecho de que Bolivia y sólo muy accesoriamente los otros tres países involucrados –Uruguay, Paraguay y Argentina– representa la tan temida amenaza a la que se refieren las autoridades brasileñas. Por eso no parece casual que con creciente insistencia recuerden que nuestro país es la principal fuente de abastecimiento, como productor o punto de paso, de casi toda

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