El Niño De Pijama A Rayas
Enviado por trabajoss0 • 17 de Septiembre de 2013 • 2.725 Palabras (11 Páginas) • 673 Visitas
En este trabajo pretendo mezclar distintos conceptos y temas de comunicación con una obra particular, El niño con el pijama de rayas. Lo que propongo es obviar un poco la conocida historia decadente de principios del siglo XX de Europa. No pretendo herir susceptibilidades ni mucho menos pasar por alto las innumerables muertes ocurridas, pero advierto que esto no es un trabajo que desmenuza aspectos históricos, sino que, tratando de esquivar lo más posible el asunto histórico en sí, le doy al informe una mirada con otro tipo de dimensiones. Procuro sacar a la luz algunos factores claves íntimamente relacionados con las primeras teorizaciones con respecto al signo. Para eso necesito a modo de base comenzar con una descripción breve de lo que significa el signo para Pierce, uno de los pioneros de la semiótica.
La obra de John Boyne se encuentra privilegiada entre mis libros favoritos, no sólo por la sencillez de su escritura, si no por el mensaje novelesco que mezcla de forma exitosa con un pasado real. Lo vi excepcionalmente efectivo relacionarlo con algunos aspectos de comunicación que, a simple vista, no son fácilmente reconocidos, pero una vez que se piensa con detenimiento cobra un sentimiento de lógica, que complementa la teoría con la realidad que uno puede leer o experimentar.
El signo según Pierce
Pierce, acompañado con Saussure, fueron los primeros que teorizaron en torno al signo. Fiel a la mirada filosófica de la semiótica, Pierce denomina al signo algo que está para alguien, por algo, en algún aspecto o disposición, explicándolo desde una relación triárdica, donde interactúan permanentemente tres partes del signo: el signo mismo, la materia significante propiamente dicha; el objeto, que es al cual se refiere; y el interpretante, quien juega un papel fundamental, ya que es el portador del código cultural. Para entender mejor este tipo de relaciones, hay que tener en cuenta dos aspectos fundamentales. El primero es que Pierce no hace diferencia entre la materia y el signo, como Saussure. Los signos, que conforman un todo, una unidad, no son elementos naturales sino que cobran significado cuando se presentan frente a un interpretante. En segundo lugar, no menos importante, cabe destacar el lugar casi protagonista que tiene el interpretante. Éste depende del código cultural, una forma de vida y de ver las cosas compartidas, es decir, no es algo individual, si no que se comparte con otras personas, en sociedad. Cada región, cada etnia, en un tiempo y lugar determinado, tiene un código distinto, moldeado por las características de la región, y, sobre toda las cosas, por la historia, el pasado que comparten los individuos en los repliegues de su memoria.
Estos signos, lejos de ser algo estático, cambian con el tiempo y con el espacio. Además, existen tres tipos de representaciones del signo, de funcionamiento, por así decirlo: íconos, índices y símbolos. Los íconos o semejanzas son aquellas cuya relación entre el objeto y el interpretante no es arbitraria, si no que existe una coincidencia en alguna cualidad. Los índices son aquellos cuya relación que tienen sus partes consiste en una correspondencia con lo real. Los símbolos, por último, contienen una relación donde los objetos tienen una cualidad imputada, dentro de contextos culturales precisos, compartidos socialmente, y que tiene un razonamiento cuya lógica es aceptada por todos los individuos.
Lejos de querer escribir un texto denso y largo sobre teorizaciones en torno al signo, finalizo esta primera parte aportando nuevas acepciones. Cabe decir que cada tipo de representación tiene una determinada relación entre el signo y el objeto. En el caso de los íconos, estas relaciones son de semejanza, de similitud, ya que contienen un parecido. Por otro lado, los índices tienen una relación de contigüidad, mientras que por último, los símbolos tienen una relación arbitraria y puramente convencional. Como ya lo expliqué anteriormente, el sesgo del símbolo es totalmente guiado por la ley, la cultura, el hábito o la religión.
Detrás de la catástrofe
Es curioso pensar que detrás de una obra literaria como El niño con el pijama de Rayas, estén jugando un papel importante los conceptos de los cuales habló Pierce. Es aún más interesante pensar que este libro de John Boyne no solo toma como idea principal a la conocida y deplorable historia de persecución y sangre que se produjo durante la segunda guerra mundial a principios del siglo XX, si no que vuelca constantemente esta contradicción entre inocencia y crueldad. Es por eso que puedo decir que la obra, aunque narra a estilo de novela una historia atrapante, deja al descubierto lo que realmente pasó entre los nazis y los judíos.
Me veo obligado a resumir en algunas líneas de qué se trata este libro, para luego poder llegar a establecer ciertas paradojas y para comprender cómo funciona el signo de Pierce. Es la historia de Bruno, un niño de diez años que se muda junto con su familia y sus dos ‘empleados’ a una casa cerca de Auchviz por el trabajo de su papa. Desolado por abandonar a sus amigos y a sus abuelos, Bruno extraña su casa antigua ya que la nueva es más chica y sombría. En uno de sus planos y aburridos días, Bruno sale a investigar el barrio, ya que a él siempre se veía así mismo como un explorador. En una de sus caminatas, encuentra a un niño detrás de un alambrado, pelado, con un pijama de rayas, llamado Schmuel, un nombre que a Bruno le pareció excepcionalmente raro. Ellos entablaron una relación amistosa, ya que hablaban casi todos los días que Bruno salía a explorar. Esta charla, lejos de ser ordinaria, está impulsada por la curiosidad de Schmuel y por la inocencia y la ignorancia de Bruno de lo que realmente estaba pasando allí. El libro, que recomendaría en más de una oportunidad, termina con la desafortunada muerte de Bruno. Este nunca supo en realidad cual era el contexto en el que estaba viviendo, ya que él, en una de sus travesías, se vistió con el mismo pijama que Schmuel y se introdujo al campo de concentración.
Obviamente, el libro posee una gran carga simbólica y detalles que no por minúsculos son menos importantes. Estos los voy a ir desmenuzando a medida que los relaciono con la teoría de Pierce, mientras que también puedo llegar a comentar algunas coincidencias intencionales que permanentemente limitan la novela.
La obra está permeaba por los funciones del signo que propone Pierce; están presentes de forma que el lector no sólo se da cuenta de su presencia, si no que a su vez, cosa que encuentro fascinante, da cuenta que Bruno, protagonista principal de la historia, desconoce totalmente todas la señales y todos los signos que se le presentan. Claro ejemplo es el de los símbolos. De hecho, cabe destacar que la guerra nazi está llena de ellos.
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