“El Olvido que Seremos, Héctor Abad Faciolince” Página 130 a página 165.
Enviado por vitor0016 • 27 de Septiembre de 2016 • Apuntes • 1.571 Palabras (7 Páginas) • 584 Visitas
“El Olvido que Seremos, Héctor Abad Faciolince”
Página 130 a página 165
Estas páginas inician con la reflexión, que realiza nuestro protagonista, acerca de los pequeños momentos de felicidad que tenemos en nuestras vidas. Trae a memoria las vacaciones que pasaba con sus primos de la costa y de cómo eventualmente dejaron de verse por problemas o tragedias que le sucedía a nuestros protagonistas. La primera de estas tragedias fue cuando toda su familia fue a la isla de Barú. Un día, después del almuerzo fueron con su hermana, Sol, al muelle y empezaron a jugar a saltar entre el muelle y una lancha. Entre brinco y brinco que realizaban el desafío se volvía aún más grande porque la lancha se retiraba cada vez más del muelle; en uno de esos saltos Sol no alcanzo a pisar bien la lancha y se cayó al mar. En ese momento, Héctor que sabía que su hermana no sabía nadar como él lo hacía, se quedó en el muelle mirando cómo se hundía su hermana y regresaba a la superficie a tratar de tomar aire y a volver a hundirse. Él estaba consciente de que debía saltar al agua a salvar a su hermana pero así mismo pensaba en que quizás él también se ahogaría. Se sentía paralizado, sentía que cada parte de su cuerpo estaba lleno de cobardía y de terror y que por ese motivo no era capaz de moverse, capaz de saltar. Hasta que vio una sombra negra saltando al mar y rescatando a su hermana, cuando salieron del agua se dio cuenta que era un chico menor que el, en ese instante reacciono a la situación, vio a su hermana vomitar agua, a los adultos armando escándalo por lo que había pasado, pero el simplemente seguía ahí hasta que su papa le pregunto que por qué no había saltado de la forma más tranquila comparada con la situación. En ese momento se sintió decepcionado de sí mismo, de por qué no había hecho nada si era su hermana. Concluyo que había sido por cobardía y miedo que no tenía justificación muy válida y le quedo la lección de que si en su vida existiera una situación similar no sería capaz de solucionarla por su cobardía.
En una ocasión, su padre decidió llevar a Héctor al anfiteatro de Medellín para que conociera a un muerto. El día para el empezó emocionante, sensación de que después de llegar al lugar se esfumo al ver la sala llena de cadáveres y a olores desagradables. Fueron allí con el objetivo de reconocer a un primo, John, que había sido atropellado en la autopista. Fue reconocido y ellos fueron invitados a ver la autopsia, entre ver, escuchar y oler cosas desagradables que provenían de John decidieron ir a dar una vuelta por entre los demás muertos. Hector se detalló especialmente en una chica que había sido asesinada en un bar, estaba desnuda, más translucida que los demás y con una herida en el abdomen que irremediablemente le recordó al cuadro que el adquirió años después de esta visita. Héctor se desmayó, quizás de la impresión, y por noches no lograba conciliar el sueño porque regresaban las imágenes y los olores a su mente que lo aterraban, su padre constantemente se disculpaba con él por haberlo llevado a vivir esa experiencia, a la que Héctor se hubiese negado y sabría cuál sería el futuro o la enseñanza de esta.
Otra lección que recibió Héctor de su papa y su hermana, fue la vez que fueron a la Feria Popular del Libro en Medellín. Su padre les dijo que cada uno podía escoger un libro para llevarlo a casa. Recorriendo la feria su padre les aconsejaba sobre que libros sería una muy buena opción, al final dichos consejos se vieron reflejados en el libro que escogió su hermana, El ruiseñor y la rosa y otros cuentos de Oscar Wilde, en cambio el escogió Las reglas oficiales de todos los deportes. Seguido cuando llegaron a casa, su padre empezó a leer uno de los cuentos del libro escogido por su hermana, y Héctor al escuchar el cuento se dio cuenta que su elección no había sido del todo correcta por que escuchaba a su padre leer mientras el simulaba que leía su libro. Cuando el padre termino de leer el primer cuento, él se acercó humildemente donde estaban ellos a escuchar los demás cuentos. Se sintió miserable, lo que le recordó la sensación de no haber rescatado a su hermana del mar, y sobre todo sintió que su padre estaba decepcionado nuevamente.
Entre muchos de las enseñanzas que le dejo su papa, Héctor recuerda especialmente la confianza que tenía depositada en él, la describe como una carga dulce que no era difícil de llevar sin importar lo que el hiciera. Siempre fue un hombre bastante comprensivo, que no acudía a malas palabras ni malos tratos para hacerle caer encuentra a sus hijos en los errores que cometían. Un padre que era tradicionalmente moralista pero teóricamente muy liberal.
Con su padre él podía hablar de todas las cosas íntimas ya que siempre lo escuchaba sin escandalizarse y a su vez él le contestaba con un tono amoroso y sincero. Durante la adolescencia, en el colegio donde se encontraba estudiando el cual era estrictamente masculino, sucedió algo extraño, que años después llego a atormentarlo. La vista de los genitales de los compañeros de clase y sus juegos eróticos, los cuales excitaban hasta al punto que llego a pensar que era homosexual. Con un miedo y vergüenza le cuenta a su padre el cual sonriendo le responde que era pronto para saberlo que debía esperar a tener más experiencias. Ante todo le quiso aclarar que, de ser así, eso no tendría importancia siempre y cuando escogiera aquello que lo hiciese feliz, que podría ser llevadero y lo único que podría afrontar sería un poco de discriminación social, la cual podría ser llevadera con un poco de indiferencia y orgullo, y sobre todo con sentido del humor, porque lo peor en la vida es no ser lo que uno es.
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