El Papel Del Trabajo En La Trasnformación Del Mono Eh Hombre
Enviado por isabelgn • 22 de Agosto de 2013 • 5.555 Palabras (23 Páginas) • 269 Visitas
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EL PAPEL DEL TRABAJO EN
LA TRANSFORMACION DEL MONO EN HOMBRE[1]
El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía política. Lo
es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en
riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de
toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo
ha creado al propio hombre. Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no
establecida definitivamente, de aquel período del desarrollo de la Tierra que los geólogos
denominan terciario, probablemente a fines de este período, vivía en algún lugar de la zona
tropical — quizás en un extenso continente hoy desaparecido en las profundidades del Océano
Indico— una raza de monos antropomorfos extraordinariamente desarrollada. Darwin nos ha
dado una descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban totalmente cubiertos
de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas[2].
Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que las manos,
al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron
acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más
una posición erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre.
Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden permanecer en posición
erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies; pero lo hacen sólo en caso de extrema
necesidad y, además, con suma torpeza. Caminan habitualmente en actitud semierecta, y su
marcha incluye el uso de las manos. La mayoría de estos monos apoyan en el suelo los nudillos
y, encogiendo las piernas, hacen avanzar el cuerpo por entre sus largos brazos, como un cojo
que camina con muletas. En general, aún hoy podemos observar entre los monos todas las
formas de transición entre la marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero para
ninguno de ellos ésta última ha pasado de ser un recurso circunstancial.
Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos antepasados primero
una norma, y luego, una necesidad, de aquí se desprende que por aquel entonces las manos
tenían que ejecutar funciones cada vez más variadas. Incluso entre los monos existe ya cierta
división de funciones entre los pies y las manos. Como hemos señalado más arriba, durante la
trepa las manos son utilizadas de distinta manera que los pies. Las manos sirven
fundamentalmente para recoger y sostener los alimentos, como lo hacen ya algunos mamíferos
inferiores con sus patas delanteras. Ciertos monos se ayudan de las manos para construir nidos
en los árboles; y algunos, como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas, para
defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar garrotes, con los
que se defienden de sus enemigos, o para bombardear a éstos con frutos y piedras. Cuando se
encuentran en la cautividad, realizan con las manos varias operaciones sencillas que copian de
los hombres. Pero aquí es precisamente donde se ve cuán grande es la distancia que separa la
mano primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la mano del hombre,
perfeccionada por el trabajo durante centenares de miles de años. El número y la disposición
general de los huesos y de los músculos son los mismos en el mono y en el hombre, pero la
mano del salvaje más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden
ser realizadas por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un
cuchillo de piedra, por tosco que fuese.
Por eso, las funciones, para las que nuestros antepasados fueron adaptando poco a poco
sus manos durante los muchos miles de años que dura el período de transición del mono al
hombre, sólo pudieron ser, en un principio, funciones sumamente sencillas. Los salvajes más
primitivos, incluso aquellos en los que puede presumirse el retorno a un estado más próximo a
la animalidad, con una degeneración física simultánea, son muy superiores a aquellos seres del
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período de transición. Antes de que el primer trozo de sílex hubiese sido convertido en cuchillo
por la mano del hombre, debió haber pasado un período de tiempo tan largo que, en
comparación con él, el período histórico conocido por nosotros resulta insignificante. Pero se
había dado ya el paso decisivo: la mano era libre y podía adquirir ahora cada vez más destreza
y habilidad; y ésta mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y se acrecía de
generación en generación.
Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de él.
Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y nuevas funciones, por la transmisión
hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los ligamentos y, en
un período más largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas
habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido como la mano del
hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte
de magia, a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.
Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era únicamente un
miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la mano
beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella; y lo beneficiaba en dos aspectos.
Primeramente, en virtud de la ley que Darwin llamó de la correlación del crecimiento.
Según ésta ley, ciertas formas de las distintas partes de los seres orgánicos siempre están
ligadas a determinadas formas de otras partes, que aparentemente no tienen ninguna relación
con las primeras. Así, todos los animales que poseen glóbulos rojos sin núcleo y cuyo occipital
está articulado con la primera vértebra por medio de dos cóndilos, poseen, sin excepción,
glándulas mamarias para la alimentación de sus crías. Así también, la pezuña hendida de ciertos
mamíferos va ligada por regla general a la presencia de un estómago multilocular adaptado a la
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