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El Rastro De Tu Sangre En La Nieve


Enviado por   •  17 de Febrero de 2013  •  710 Palabras (3 Páginas)  •  395 Visitas

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EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE

Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo

con el anillo de bodas le seguía sangrando. El guardia civil con una manta de lana cruda

sobre el tricornio de charol examinó los pasaportes a la luz de una linterna de carburo,

haciendo un gran esfuerzo para que no lo derribara la presión del viento que soplaba de

los Pirineos. Aunque eran dos pasaportes diplomáticos en regla, el guardia levantó la

linterna para comprobar que los retratos se parecían a las caras. Nena Daconte era casi

una niña, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía irradiaba la

resolana del Caribe en el lúgubre anochecer de enero, y estaba arropada hasta el cuello

con un abrigo de nucas de visón que no podía comprarse con el sueldo de un año de toda

la guarnición fronteriza. Billy Sánchez de Ávila, su marido, que conducía el coche, era un

año menor que ella, y casi tan bello, y llevaba una chaqueta de cuadros escoceses y una

gorra de pelotero. Al contrario de su esposa, era alto y atlético y tenía las mandíbulas de

hierro de los matones tímidos. Pero lo que revelaba mejor la condición de ambos era el

automóvil platinado cuyo interior exhalaba un aliento de bestia viva, como no se había

visto otro por aquella frontera de pobres. Los asientos posteriores iban atiborrados de

maletas demasiado nuevas y muchas cajas de regalos todavía sin abrir. Ahí estaba,

además, el saxofón tenor que había sido la pasión dominante en la vida de Nena Daconte

antes de que sucumbiera al amor contrariado de su tierno pandillero de balneario.

Cuando el guardia le devolvió los pasaportes sellados, Billy Sánchez le preguntó dónde

podían encontrar una farmacia para hacerle una cura en el dedo a su mujer, y el guardia

le gritó contra el viento que preguntaran en Hendaya, del lado francés. Pero los guardias

de Hendaya estaban sentados a la mesa en mangas de camisa, jugando barajas mientras

comían pan mojado en tazones de vino dentro de una garita de cristal cálida y bien

alumbrada, y les bastó con ver el tamaño y la clase del coche para indicarles por señas

que se internaran en Francia. Billy Sánchez hizo sonar varias veces la bocina, pero los

guardias no entendieron que los llamaban, sino que uno de ellos abrió el cristal y les gritó

con más rabia que el viento:

— Merde! Allez vous en!

Entonces Nena Daconte salió del automóvil envuelta con el abrigo hasta las orejas, y le

preguntó al guardia en un francés perfecto dónde había una farmacia. El guardia

contestó por costumbre con la boca llena de pan que eso no era asunto suyo, y menos

con semejante

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