El papel de la enseñanza superior en el proceso de integración social de los adolescentes
Enviado por irmitax3 • 19 de Marzo de 2013 • Tesis • 2.201 Palabras (9 Páginas) • 485 Visitas
LA ADOLECENCIA
“La adolescencia recapitula la infancia, de un modo dramáticamente unificado”. Adam Phillips
La expansión del Psicoanálisis ha influenciado muchos campos de conocimiento. La Educación no es la excepción, Freud mismo dedicó algunas reflexiones a la relación entre psicoanálisis y educación e incluso se le recuerda por una frase donde ilustra la envergadura del propósito de educar; psicoanálisis, educación y política tienen al menos esto en común, que son tres oficios imposibles. ¿En qué radica la imposibilidad de la Educación? Pues bien, la imposibilidad de Educar consiste en el mantenimiento de una Educación definida según sus fines y propósitos como una acción ejercida por un adulto sobre un ser joven, con miras a su desarrollo físico, intelectual y moral y a su integración en el medio en el cual está destinado a vivir. La imposibilidad radica en sostener que la Educación puede conducir al individuo a la feliz expansión de éste con miras a su perfección, a su felicidad y a su destino social. Ejerciéndose sobre el niño y la niña desde su nacimiento, con el propósito de que pueda llevarse al infante de etapa en etapa hacia la autonomía del adulto, otorgándole la instrucción y la cultura.
Las instituciones educativas, juegan un papel primordial en el proceso de inserción social que deben realizar los adolescentes. Llevar adelante este proceso implica poder encontrar un punto de anclaje, un soporte simbólico, un marco y un referente, que sin dudas la escuela ha venido ofreciendo a lo largo de la historia y que, pareciera, no ha dejado de hacerlo en estos tiempos convulsionados. Además la escuela se estructura alrededor de tres elementos que la componen, quien enseña, los estudiantes y el saber enseñado, anudados por el interés de lograr el aprendizaje, estos elementos interactúan entre sí generando diversas relaciones, educador y saber, estudiante y saber, y educador y estudiante. Estas relaciones son constitutivas de acciones que se realizan en la escuela y que tienen significados diversos para cada estudiante, el problema de la norma, de la formación y el aprendizaje.
La Educación procura que el niño y la niña se acerquen a la mayor perfección humana posible en el estado adulto. Pero este ideal, conducir a niños y niñas a la libertad de la autonomía en su adultez, por mediación de la acción pedagógica, supone un sujeto cuya naturaleza pulsional debe ser dominada para acceder a la cultura. Un niño cuya naturaleza primitiva debe ser moldeada por el adulto para que pueda convivir en su medio social. La acción del educador se propone como fundamento del proceso, quien posibilita que el niño desarrolle sus capacidades y habilidades para ser parte de su grupo social. Un educador cuya mediación se efectúa entre la naturaleza primitiva y la esencia de lo cultural. Pero en este intento, el niño de la realidad parece haber sido olvidado en la abstracción del ideal educativo.
En el caso de los adolescentes, los hay colaboradores, motivados, atentos, deseosos de aprender, que progresan adecuadamente, un regalo para el docente. Pero la cuestión a tratar es cómo gestionar a favor del adolescente la relación en el aula cuando éste está poco o nada predispuesto a colaborar en la tarea conjunta que es el aprendizaje. Para estos casos, como para casi nada, se sabe que no hay recetas universales, y que cada docente tiene que inventar la situación de manera adaptada a su contexto. Sin embargo, tener en mente algo de teoría sobre el tránsito de la infancia a la pubertad, y de ésta a la adolescencia, puede facilitar las cosas y no acabar arruinando a un ser humano que tiene todavía muchas posibilidades si se le encuentran las vueltas.
Los docentes pueden/deberían desempeñar un papel crucial en relación con ellos, orientando a cada adolescente, a su familia y a los demás docentes, pero deben hacerlo sólo tras intentar un acercamiento a la comprensión del malestar, necesidades y margen de posibilidades de cada adolescente desconcertante, no sin bases teóricas ni empatía, sino tratando de ponerse dentro de su piel y su sufrimiento. Situar la persona (y no el grupo clase) en el ojo de mira es la vía que puede ayudar a sacar el partido posible de tales adolescentes, en lugar de arrinconarlos en nuestra mente como molestias, estorbos indeseables a dejar de lado y a estigmatizar y etiquetar como casos pedidos.
Los tiempos adolescentes son tiempos de reorganización subjetiva; y es en este proceso que se entiende a la institución escolar como instituyente y representante del Otro social. Uno de los representantes de de ese Otro social es la legalidad institucional, que encarna el mundo adulto. Las leyes humanas son ante todo enunciados de palabras, y por la estructura misma del lenguaje, estos enunciados tienen un sentido ambiguo, inacabado, equívoco.
En la escuela se presentan tipos diferentes de planos de legalidades: “la función incuestionable de la escuela” y “la autoridad docente en cuestión”. Se puede decir que esta distinción pone en evidencia dos niveles de análisis para pensar la legalidad. Lo institucional como marco normativo y la función del docente como la encarnación de la norma, interviniendo así de manera esencial la relación educador y estudiante.
En cada ser humano hay un deseo de inscripción en algo que le garantice duración, continuidad, estabilidad. El deseo de superar el límite de su propia existencia se traduce en deseo de inscripción institucional. En este sentido la legalidad de cada institución es un componente estructurante en tanto inscribe marca psíquica. Es en tiempos adolescentes donde esta marca se pone en cuestión y a la vez desde el lugar adolescente debe existir la disponibilidad psíquica para resignificarla. Cada docente es el representante institucionalizado del código escolar y en esto reside su lugar de autoridad. La relación docente alumno requiere de vínculos estables y de una legitimidad que responda a un interés superior. Sin brecha generacional, sin confrontación, no hay adolescencia posible. El adolescente necesita tener frente a sí un adulto capaz de soportar el choque de oposición. Este proceso genera una forma de violencia ya que la brecha generacional desaparece y no hay adultos con quienes confrontar.
Con relación a los problemas de aprendizaje supone un malestar en la medida en que produce que el sujeto no pueda transformar la realidad ni ser creativo. Así, se encuentra un problema de relevancia social, ya que las posibilidades de pensar un futuro en relación a un pasado y a un presente, existe en la medida en que se es capaz de aprender de la experiencia, de los errores y de sus efectos. De este modo, la problemática del aprendizaje, implica tener en cuenta la singularidad, demandando considerar las múltiples instancias que
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