Ensayo De La Etica
Enviado por axe21 • 24 de Enero de 2012 • 4.588 Palabras (19 Páginas) • 619 Visitas
I N T R O D U C C I O N
La ética como punto de investigación nace a partir de la inquietud de explicar lo bueno y lo malo de las acciones del ser humano. De aquí nacen las diferentes escuelas éticas, y con el transcurso de los años se va reformando todo lo relacionado a la ética.
La ética viene del griego «ethos», el término ética equivale etimológicamente al de moral (del latín «mos, moris»: costumbre, modo de comportarse); sin embargo, el uso parece asignar a este segundo término una connotación teológico-religiosa, atribuyendo al primero otra más filosófica, o bien reserva el de moral para la moral práctica o vivida, mientras que designa con el de ética la reflexión sistemático-filosófica sobre dicha moral. Como filosofía moral, la ética habla del comportamiento humano bueno o malo; sin embargo, también apunta a aquella fuerza moral a la que aluden expresiones como moral elevada o alta y moral baja, que se manifiesta en sentimientos, inclinaciones y pasiones que a veces ciegan, pero cuya ausencia lleva a un estar sin moral, a la falta de esperanza, a la «acedia» de los medievales, esto es, a la pereza radical, al tedio y al hastío.
Día a día estamos inmersos a vivir en un mundo cambiante, el hecho de ser seres pensantes es un privilegio que nos hace diferentes de muchas cosas, la libertad de hacer cosas, de decidir, ser libres de intentar ejecutar una tarea no precisamente significa alcanzarlo, pues al tomar una decisión existen opciones, lo que está bien y te conviene y lo que está mal y no te conviene, es decir podemos elegir entre lo conveniente o lo inconveniente, entre lo bueno y lo malo, entre lo positivo o lo negativo, entre lo correcto o lo incorrecto, entre destruir o construir.
Cuando se toma una mala decisión no dejamos de ser humanos, lo correcto es aceptar tus errores con responsabilidad. En la vida diaria siempre estamos expuestos a tomar decisiones ya sean las correctas o no, esto será de acuerdo a tus intereses y tus alcances, todas las decisiones que tomamos habitualmente son correctas creyendo que son las adecuadas esperando resultados, ya sean buenos o malos, intentamos elegir dentro de lo imposible, lo importante es encontrar nuestra forma de vivir que nos permita hallar lo bueno de la vida.
La gente o mejor dicho todos los seres humanos tenemos un motivo para hacer una cosa, las razones que tenemos para hacerlas, desde pequeños nos enseñan a obedecer estamos acostumbrados a las órdenes que empiezan por nuestros padres luego por el colegio y luego profesionalmente, se imponen sin pedir permiso, siempre y cuando sepas hasta que punto puedes obedecerlas, las costumbres es lo que todos hacemos y es algo común, son aspectos de rutina, los caprichos es cuando haces algo por el puro placer de realizar algo y no porque te lo manden.
Las órdenes sacan su fuerza del miedo, el afecto o la confianza. Las costumbres en cambio vienen más de la comodidad, de no de ir en contra de la mayoría.
La ciudadanía ya no se extraña de nada, pero constantemente reclama una moralización de la cosa pública, luego algo entenderá de moral cuando pide que aumente.
Lo que le parece más extraño es la ética. Porque la ética, como filosofía moral que es, trata de lo moral con un lenguaje filosófico que las más de las veces parece una "jerga de rufianes". El lenguaje de los filósofos resulta esotérico, y preciso es reconocer que muchos de ellos se esfuerzan por que lo sea. En ocasiones, porque ellos mismos no entienden lo que dicen y en la ceremonia de la confusión todos los gatos son pardos. Y otras veces por prestar a su saber un cierto grado de sublimidad.
En efecto, dan las gentes en creer que lo ininteligible es más profundo que lo diáfano, y por eso al terminar alguna conferencia totalmente abstrusa, suelen comentar enfervorecidas: "¡Qué nivel! ¡Qué profundidad!". Sólo que con el tiempo se cansan, porque aquello que para ser entendido exige un cierto esfuerzo estimula el interés y enseña cosas nuevas; pero lo que, con esfuerzo o sin él, rebasa nuestra capacidad de comprensión acaba suscitando la más profunda apatía. A la larga, la ininteligibilidad tiene, lógicamente, un efecto disuasorio y no provocativo, y las gentes acaban pensando que allá se las compongan los intelectuales con su jerga esotérica.
Por eso llevaba razón Ortega al afirmar que la claridad es la cortesía del filósofo, pero aún se quedaba corto: es un deber moral, no sólo de los filósofos, sino de todas las gentes que se preocupen por construir un mundo más humano, porque ese mundo no puede edificarse desde la mutua incomprensión, sino desde la comprensión recíproca.
Cosa que en ética no resulta imposible. En primer lugar, porque, como hemos dicho, trata sobre algo que todos llevamos en el cuerpo -es decir, la moral- y por eso tenemos las antenas preparadas para sintonizar con lo que sobre ella se diga. No hay nadie amoral, entre otras razones, porque todos entendemos algo cuando se utilizan términos propios del lenguaje moral, tales como "honradez", "justicia" o "lealtad".
Pero, en segundo lugar, la ética es especialmente accesible a cualquier persona porque el lenguaje que emplea es el llamado "lenguaje ordinario", el que habla el ciudadano de a pie, y no un lenguaje formalizado, como el de la lógica o las matemáticas.
Sólo que -y esto sí ha de tenerse en cuenta-, a fuerza de siglos de reflexión filosófica, algunos términos de ese lenguaje cotidiano se han cargado ya de un significado que sólo suelen reconocer en toda su profundidad los que se han dedicado a estudiarlo; y, por otra parte, los profesionales de la ética, como ocurre constantemente en los distintos ámbitos de la vida social, emplean para dialogar entre ellos expresiones que funcionan como claves; claves que, en este caso, no precisan ser descifradas.
Supongamos que un ético dice: "me refiero a la idea de felicidad en el sentido de Aristóteles". Naturalmente, quien no sepa nada de la ética aristotélica tampoco entenderá en qué sentido está empleando el término el hablante; pero, si se trata de gentes que conocen la propuesta de Aristóteles, resultaría interminable explicitar en cada caso en qué sentido se está utilizando el término "felicidad".
Cosa que ocurre, no sólo en los lenguajes técnicos, sino en el habla cotidiana, cuando alguien dice de un amor que es "platónico" y no por eso aclara en qué consiste la doctrina de Platón; o cuando ante una desgracia afirmamos compasivamente, por consolar, que "más se perdió en Cuba" y no nos sentimos obligados a explicar a nuestro interlocutor qué
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