Entropologia

La antropología mexicana nació en medio de un paradigma que dejaba mucho a desear ya que respondía a intereses ajenos a la realidad nacional y que no sólo no supo franquear sino que se acrecentó durante varias décadas, ya que cincuenta años después la acción indigenista presentaba los mismos conceptos e ideologías del principio.

A pesar de este paradigma varios fueron los antropólogos que a finales de los años setenta se rebelaron contra dicha práctica indigenista, pero lamentablemente fueron pocos los avances en la discusión crítica, ya que no se les prestó el necesario interés. Estos antropólogos buscaban cambiar las relaciones francamente asimétricas entre los pueblos originarios y los mestizos.

Los principales conceptos del indigenismo se mantuvieron por varios años, como lo observaron Guillermo Bonfil Batalla, Arturo Warman y Margarita Nolasco. Uno de esos conceptos era la redención del indio, que se podría entender según Gamio como “la negación del indio”. El objetivo del indigenismo, dicho de manera burda, consiste en lograr la desaparición del indio. (1) Y ¿Qué clase de cultura es la que les estamos ofreciendo? Es la pregunta en los primeros años del siglo XXI. En aquel famoso libro Eso que llaman antropología mexicana, Margarita Nolasco nos advierte: “¡esto es exactamente lo que no se hace!” No se cambian tales mecanismos, sino que se disfraza la situación con un indigenismo que actúa únicamente sobre la cultura indígena, no sobre las causas del conflicto. Así el indigenismo es parte de un sistema de sometimiento de los indígenas, para un fin determinado: conservarlos sometidos. De aquí la acusación que con frecuencia se hace al indigenismo tradicional de ser un mecanismo de manipulación de los indígenas, para su explotación. (2)

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