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Es La Muerte La única Salida De La Mujer


Enviado por   •  13 de Junio de 2013  •  3.014 Palabras (13 Páginas)  •  349 Visitas

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¿Es la muerte la única salida de la mujer?

-Gina Lorena Domínguez

- Escrito para Seminario de Literatura Femenina siglo XIX

Los personajes femeninos del siglo XIX, en particular los ligados a la literatura romántica, suelen causarme malestar. Cada que me aproximo a un texto hay algo en mí dispuesto a rebelarse, no he podido comprender porque el afán de los novelistas, tanto hombres como mujeres de matarnos ficcionalmente. En “La loca del desván”, se cita la conclusión de algunos personajes que han comentado la relación entre los sexos, entre ellos Beauvoir, Wolgang Lederer y Dorothy Dinnerstein: “Otros aspectos de la relación entre los sexos también llevaron a los hombres a desear figuradamente «matar» a las mujeres. (…) Lederer subraya la propia tendencia de las mujeres de «matarse» en el arte para «atraer al hombre» (Gilbert y Gubar,1998, p-29). La mujer, “Escrita por un Dios masculino y por un hombre deiforme, muerta en una imagen «perfecta» de sí misma, cabría decir que la auto contemplación de la mujer escritora ha comenzado con una mirada indagadora en el espejo del texto literario inscrito por los hombres” (Gilber y Gubar, 1998, p.30). La mujer en la ficción es una imagen construida por el hombre, una mujer muerta como individuo pensante capaz de tomar decisiones o una mujer que muere por atreverse a pensar y decidir sobre sí misma.

En su libro “La mujer protagonista en la narrativa colombiana” Carmiña Navia comenta en el prólogo que: “En la medida en que a la mujer le ha sido arrebatado todo tipo de poder sobre sí misma, el hombre ha podido manejar la imagen femenina como mejor ha convenido a sus intereses. Por eso la literatura –especialmente la romántica- está llena de mujeres débiles, enfermas, incapaces, que no pueden vivir sino a la sombra protectora del macho. Por eso, los hombres han embellecido y mistificado esa debilidad, para hacerla apetecible, para hacerla ideal” (NAVIA, 1992, p.8)

Así pues que en la literatura del siglo XIX encontramos mujeres descritas con elogiada virtud, en su físico cuentan con una tez suave y blanca como fría porcelana, de ojos expresivos y carácter tranquilo (al menos en apariencia pues si en su alma hay tormentas procuran no dejarlas salir a su faz, no era propio expresar esas emociones), las mujeres más elogiadas en estos textos, que además contemplan en su ser la belleza física y todo lo que hasta el momento es considerado bello en el carácter femenino bajo el mundo patriarcal, la sumisión, la sencillez, el aplomo, la abnegación, la dulce disposición para atender; pero además de ello, en muchas se aprecia su predestinación fatal, desde el principio se les asocia con una tez pálida, alguna enfermedad hereditaria y compleja, víctimas de alguna pérdida o varias en su vida, la muerte ha sido su compañera y será su destino.

Observemos particularmente a tres personajes femeninos decimonónicos de la literatura latinoamericana: primero, María de Jorge Isaac, una joven huérfana, marcada por la enfermedad de su madre, acogida en casa de sus tíos, nacida en un hogar judío, ha adoptado las costumbres cristianas como propias, todo con un carácter dulce y sumiso; bajo la lectura crítica tradicional ha sido “exaltada y denigrada como la suma de todas las perfecciones de la imagen ideal de la mujer: heroína, romántica, dócil, sumisa, encarnación de la fragilidad y belleza del romanticismo” (Navia,1992, p.25), aunque bajo una crítica de género propuesta por Carmiña Navia podemos vislumbrar en ella un espíritu no dispuesto a aceptar todo lo impuesto. Una segunda protagonista sería Amalia de José Mármol, una joven de veinte años viuda, al parecer huérfana pues solo cuenta con el apoyo de su primo Daniel, con quien es víctima de la violencia dictatorial de Rosas, se nos presenta ahora una enfermedad social igualmente mortal; ella nuevamente una mujer hermosa por dentro y por fuera, que además combina con un carácter arriesgado y valiente que no acepta las imposición de un gobierno injusto, pero en la lectura de la última escena vemos como su reacción la sitúa con la debilidad y el temor que siempre se ha asociado con la mujer frágil que necesita quien la defienda. Por último, veamos a Dolores, nuestra protagonista, una joven menor de veinte años que también ha sido acogida como huérfana por su tía, que ha heredado la predisposición paterna a la lepra, también se la describe con un carácter alegre y bien dispuesto aunque sufre transformaciones notorias antes de ver llegar la muerte que se le ha destinado. Las tres muertas por enfermedades graves para la época, enfermedades que cargan con un estigma social marcado, una tara: la epilepsia, el nazareno o lepra, la tisis (tuberculosis-altamente infecciosa) o la violencia de una sociedad enferma por la violencia que sufre un pueblo bajo la dictadura.

Por tener mayor afinidad en cuanto a circunstancias, comparemos la construcción del personaje de María desde la perspectiva patriarcal de su autor y de Dolores creada por una mujer privilegiada intelectualmente en su época. En “María” podemos observar cómo se cumple la afirmación que hace Carmiña Navia, dónde un autor masculino de alguna manera sublimiza la muerte de ella, la joven muere en una edad dónde la belleza y el esplendor de su ser todavía está presentes, que nos muestra su amor, su sacrificio y su obediencia al “padre” de forma silenciosa excepto hasta la última carta, era correspondida, el amor muere en el ideal, al no haberse consumado, no tuvo tiempo de verse consumido ni contaminado por la cotidianidad, Efraín siempre mantendrá su imagen de belleza intacta; Soledad Acosta nos plantea una situación diferente, al ser una autora femenina parece rebelarse, y aunque nuevamente muere la protagonista que de alguna manera encarna algunos elementos femeninos exaltados por esa cultura patriarcal, su muerte no tiene nada de sublime ni de deseable, es una muerte en la deformidad que causa su terrible enfermedad, su juventud y belleza han sido destruidas por la enfermedad, ante lo cual ella reacciona huyendo del mundo: “Al ruido que hicieron al entrar, Dolores salió de la alcoba sin precaución alguna. Estaba tan desfigurada que mi tía dio un grito de espanto y se cubrió la cara con las manos. Dolores se detuvo un momento, y al ver la expresión de la fisonomía de sus tíos pasó cerca de ellos sin decir nada y tomó la puerta” (Acosta de Samper, 2006, p.30); pero no solo ha consumido su ser físico sino que además poco a poco ha destruido su alma. Dolores ha muerto para el mundo por decisión propia, mucho antes de desprenderse de la vida. Se nos presenta como una protagonista que toma decisiones y como veremos, una mujer que no se va tan silenciosamente a la tumba.

Según el análisis propuesto por

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