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Estilo: Pintura Flamenca


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2013  •  Tesis  •  1.579 Palabras (7 Páginas)  •  281 Visitas

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Autorretrato frontal, Alberto Durero.

Título: Autorretrato frontal (1500)

Autor: Alberto Durero

Museo: Alte Pinakothek

Características: Oleo sobre tabla 67 x 49 cm.

Estilo: Pintura Flamenca

En este autorretrato frontal, de 1500, Durero se representó a modo de “imitatio Christi”. La mirada sin fondo, el aire obsesivamente trascendente, han hecho de esta pintura un símbolo universal. Y ello quizá por su tremenda ambigüedad, producto de aquellas mentalidades antagónicas que coexistían en el traspaso de siglo: por un lado, la mentalidad medieval que veía en todo arte una emanación divina y, por otro, la nueva mentalidad renacentista que hacía del hombre el protagonista de la historia y del artista un émulo de Dios. Durero se había autorretratado ya varias veces y en diversos formatos cuando realizó este impactante retrato frontal. Se trata de la imagen más audaz que jamás un artista había pintado de sí mismo.

El autorretrato es un género que alcanza su esplendor en el Renacimiento, con algunos precedentes entre la estatuaria gótica. El autorretrato representa la autoafirmación del artista como tema digno de su arte. Significa un nuevo estado en la consideración de su profesión, de su nivel intelectual y de su lugar en la escala social, puesto que puede ser él mismo protagonista de las obras que antes se reservaban única y exclusivamente a Dios, y más tarde a la monarquía y la aristocracia. Al autorretrarse, el artista se elevaba a las más altas esferas. Durero no se limita a representarse como un elemento más de una composición más amplia, sino que se refleja a sí mismo aisladamente y con una postura de frente absoluto. Esta posición estaba reservada en exclusiva a Cristo. El resto de los retratos suelen ser de perfil o de tres cuartos. Sin embargo el artista no admite ningún matiz y se presenta a sí mismo con una luz mística sagrada. Como en otros de sus autorretratos, los ojos y la mano adquieren un singular protagonismo: los ojos destacan por su viveza penetrante, y se encuentran enmarcados por sendas inscripciones doradas que revelan el nombre del autor a un lado, y la fecha y su monograma al otro. Un rasgo que distinguirá a Durero es la integración de texto e imagen. Mano y ojo son los símbolos de su profesión, la pintura, y al representarse él mismo como figura sagrada se equipara a Dios en dos sentidos: ambos son creadores de una naturaleza propia, la real y la pictórica. Y Durero es la mano que ejecuta lo que el ojo de Dios ve. Durero está ricamente vestido; sus cabellos peinados con cuidado caen sobre sus hombros. Los dedos de su mano se han estilizado y acarician con gran delicadeza la piel que bordea su chaqueta. Su aspecto es el de un gran hombre, elegante, sereno, seguro de sí mismo, una nueva forma de entender al pintor alejado del oficio artesanal al que hasta ese momento se había visto relegado. El nuevo pintor es un intelectual, pleno de sabiduría, digno para conversar con reyes y príncipes de cualquier tema que se le proponga. Los colores tienen una intensa luminosidad, realzada por el brillo metálico del oro utilizado en la tabla.

En su obra se fusiona de forma admirable lo italiano, la fuerza expresiva germánica y evocaciones de los rafaelistas flamencos. Presenta un estilo algo andrógino que se observa en los autorretratos.

La obra de Durero se divide en dos bloques: pintura y obra gráfica (donde se incluyen grabados de cualquier técnica, xilografías y dibujos). De su mano quedan 90 pinturas, 130 grabados, varios cientos de xilografías y dibujos, y tres libros de teoría del arte. Ambas facetas son igual de importantes en su producción.

Como pintor de retratos, Durero se nos muestra con gran maestría. Él se retrató repetidas veces. Realizó estudios para encontrar los caracteres en la gente de la calle. Quería retratar rasgos físicos que revelaran el alma en los hombres eternamente. Aprecia la psicología, influencia de su maestro Miguel Wolgemut.

El autorretrato con flor de cardo es el primer autorretrato autónomo del arte occidental, y con este cuadro daría Durero el paso decisivo que va del autorretrato dibujado a la pintura.

Le interesó en especial el desnudo, la perspectiva en la composición del espacio, la búsqueda de la belleza. En el año 1500, obsesionado por la teoría de la perspectiva y las proporciones humanas, se puso en contacto con el pintor veneciano Jacopo Barbari para que le adiestrara en estos temas. El fruto de su trabajo es el impresionante Autorretrato frontal, en el que se identifica a sí mismo con Cristo.

En Italia, Durero superó al artesano, ambientado en el arte del gótico tardío, que llevaba dentro y se liberó el artista que ya era. Durante su estancia entró también en contacto con la cultura de los antiguos. Es la influencia del arte italiano la que llevó también a nuestro pintor a un estudio más materialista, según la tradición que se remonta en Italia

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