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Fragmento Representable De La Obra De William Shakespeare: Romeo Y Julieta


Enviado por   •  21 de Junio de 2013  •  1.386 Palabras (6 Páginas)  •  924 Visitas

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Plaza de Verona

(Mercutio, Benvolio)

Benvolio: Amigo Mercutio, pienso que es mejor que nos moderemos, porque hace bastante calor, y los Capuletos andan exaltados, y ya sabes que en verano hierve mucho la sangre.

Mercutio: Tú eres uno de esos que cuando entran en una tasca, colocan la espada encima de la mesa, como diciendo: ojalá que no requiera de tus servicios, y después, a los dos tragos, la sacan, sin que nadie los moleste.

Benvolio: ¿Esa opinión tienes de mí?

Mercutio: Y de los más temibles espadachines de Italia, tan fácil de entrar en cólera como de provocar a los demás.

Benvolio: ¿Por qué tienes esa opinión?

Mercutio: Si hubiera otro como tú, en seguida lo matarías. Eres capaz de pelear por un solo pelo de la barba. Donde nadie veria ocasión de pelea, la ves tú. Tu cabeza esta repleta de riña, como de yema un huevo, y eso que a golpes han puesto tu cabeza tan blanda como una yema. Peleaste con un sujeto porque te vio en la calle y despertó a tu perro que dormía bajo los rayos del sol. Y con un sastre porque estrenó su ropa nueva antes de Pascua, y con otro porque ataba sus zapatos con cintas viejas. ¿Si vendrás tú a enseñarme cordura y sensatez?

Benvolio: Si yo fuera tan pendenciero como tú, ¿quién me aseguraría la vida aunque sea un cuarto de hora? ... Mira, ahí vienen los Capuletos.

Mercutio: ¿Y qué se me da a mí, vive Dios?

(Teobaldo y otros).

Teobaldo: Acérquense a mí, que debo decirles dos palabras. Buenas tardes, caballeros, quiero conversar con uno de ustedes.

Mercutio: ¿Hablar solo? Es mejor que la palabra esté acompañada de algo, por ejemplo, de un golpe.

Teobaldo: Caballero, no dejaré de propinárselo si hay razón.

Mercutio: ¿Y no puedes hallar razón sin que te lo den?

Teobaldo: Mercutio, estás de acuerdo con Romeo.

Mercutio: ¡De acuerdo! ¿Crees que somos músicos? Pues pese a que lo seamos, no dudes de que en esta ocasión vamos a desafinar. Yo te haré bailar con mí arco de violín. ¡De acuerdo! ¡Válgame Dios!

Benvolio: Nos encontramos entre mucha gente. Busquemos rápido un sitio alejado, donde podamos satisfacer nuestra furia, o desocupemos la calle, porque todos nos observan.

Mercutio: Para eso tienen ojos. No me voy de aquí por dar gusto a nadie.

Teobaldo: Hasta luego, ya encontré el doncel que buscábamos. (Entra Romeo).

Mercutio: Mátenme si él lleva los colores de vuestro escudo. Aunque de fijo los seguirá al campo, y por eso lo llamas doncel.

Teobaldo: Romeo, solamente una palabra me permite expresarte el odio que te tengo: Eres un perverso.

Romeo: Teobaldo, ciertos motivos tengo para quererte que me obligan perdonar hasta la bárbara grosería de ese saludo. Nunca he sido perverso. No me conoces. Hasta luego.

Teobaldo: Chiquillo, no intentes temerosamente disculpar las ofensas que me has hecho. No te retires; defiéndete.

Romeo: Jamás te injurié. Te lo aseguro con juramento. Al contrario, hoy te amo más que nunca, y tal vez sepas pronto el motivo de este cariño. Márchate en paz, buen Capuleto, nombre que respeto tanto como el mío.

Mercutio: ¡Qué raro acobardamiento! Decídanlo las espadas. Teobaldo, espadachín, ¿quieres venir conmigo?

Teobaldo: ¿Qué me quieres?

Mercutio: Rey de los gatos, solamente deseo una de tus siete vidas, y después zurrar a palos las otras seis. ¿Quieres jalar de las orejas a tu espada, y sacarla de la funda? Apúrate, porque en caso contrario, la mía te calentará tus orejas antes que la saques.

Teobaldo: Soy contigo.

Romeo: Alto, amigo Mercutio.

Mercutio: Adelante, caballero. Muéstrame ese quite. (Se baten).

Romeo: Saca tu espada, Benvolio, y apartémoslos. ¡Qué afrenta, caballero! ¡Escucha, Teobaldo! ¡Escucha, Mercutio! ¿No saben que el Príncipe ha prohibido pelear en las calles de Verona? Alto, Teobaldo y Mercutio. (Se van Teobaldo y sus amigos).

Mercutio: Mal me han herído. ¡Mala peste a Capuletos y Montescos! Me hirieron y no los herí.

Romeo: ¿Te hirieron?

Mercutio: Sólo un rozón, sin embargo necesita cura. ¿A dónde se fue mi compañero; que vaya en busca de un cirujano? (Se marcha su acompañante).

Romeo: No te alarmes, tal vez sea leve la herida.

Mercutio: No es muy profunda como un pozo, ni tan holgada como el zaguán de una iglesia, pero es suficiente. Si mañana preguntas por mí, me verás tan silencioso

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