GUÍA TÉCNICA PARA ELABORAR UN ENSAYO
Enviado por cokefire • 21 de Julio de 2011 • 3.993 Palabras (16 Páginas) • 1.757 Visitas
GUÍA TÉCNICA PARA ELABORAR UN ENSAYO
Gonzalo Guajardo González y Francisco Javier Serrano Franco
Facultad de Filosofía. Universidad Autónoma de Querétaro
En nuestra facultad es usual proceder mediante ensayos tanto para guiar didácticamente las sesiones de trabajo como para asignar calificaciones. En atención al interés práctico de estudiantes (tener cierta claridad sobre lo que se les encomienda) y de maestros (saber qué demandan y pueden esperar de los estudiantes) conviene acordar aquí características y condiciones de un ensayo.
i. Características del ensayo.
1. Usualmente se entiende por ensayo un escrito relativamente corto (en comparación con un tratado o un estudio exhaustivo), que puede abarcar desde dos cuartillas hasta cuarenta o cincuenta (según la demanda, la prolijidad que se le quiera dar al asunto o lo que se establezca previamente). Es cierto, sin embargo, que algunos autores clásicos han dado a sus escritos, que son tratados completos y muy extensos, el nombre de ensayo. Por eso, aquí no se da una definición del ensayo, sino unas pautas convencionales, para nuestro uso.
2. Se centra generalmente en un único objeto de estudio: un problema, un área problemática, un autor, un concepto, un campo de conceptos, un proceso, un ámbito de procesos, etc. Con otras palabras, el ensayo guarda una unidad temática: no aborda en el mismo escrito temas ajenos unos de otros.
3. Acorde con lo anterior, también presenta una unidad argumentativa; es decir, el ensayo pretende ofrecer un conjunto de «pruebas» relevantes a favor de la tesis o posición que se pretende defender en él. Estrictamente, un argumento consiste en un conjunto de enunciados que dan apoyo (o fundamento o justificación) a otro enunciado, llamado conclusión, el cual expresa la tesis principal que se pretende defender en el ensayo. Muchas veces los enunciados que apoyan a la tesis principal necesitan (por su complejidad, importancia o carácter disputable) ser defendidos por otros enunciados, de modo que en el ensayo tiene que haber lugar para el argumento principal y para otros secundarios, que, en conjunto, contribuyen a que el argumento principal sea racionalmente persuasivo. En filosofía predominan los argumentos deductivos, pero no es infrecuente recurrir a argumentos analógicos, inductivos y hasta deónticos.1 No obstante, para algunos subtemas al interior del ensayo se pueden emplear estructuras discursivas no argumentales, tales como definiciones, citas, preguntas, preguntas retóricas, etcétera.
1 La relación entre las “premisas” (los enunciados que apoyan a la tesis principal) y la conclusión (o tesis principal) es lo que define los tipos de argumentos. Los argumentos deductivos suelen entenderse como aquellos donde la relación entre premisas y conclusión es muy fuerte, de tal modo que, si se acepta que las premisas son verdaderas, entonces necesariamente se acepta la verdad de la conclusión. Ejemplos de este tipo de argumento abundan en la tradición filosófica, pero quizás el más famoso sea el llamado «argumento ontológico». Esta relación es menos fuerte en los argumentos inductivos y analógicos (a pesar de lo cual no hay que confundirlos): las premisas de los primeros dan un apoyo limitado a la conclusión y muchas veces la verdad de la conclusión no se sigue necesariamente de la verdad de las premisas; en los argumentos por analogía la conclusión se establece con base en comparaciones entre algo bien conocido y otra cosa que, a juicio del ensayista, guarda parecido con lo bien conocido. Ejemplos de argumentos inductivos son comunes entre los filósofos empiristas, por ejemplo Locke, en las primeras secciones de su Ensayo; mientras que en Platón hay pretendidas analogías entre el “recordar” y el “inteligir”. Por último, los argumentos deónticos suelen ser frecuentes en ciertos discursos éticos o de filosofía moral. En éstos el propósito es emitir una recomendación, orden o valoración que se deriva de un grupo de premisas. Se llaman deónticos porque, genéricamente, pueden parafrasearse como: «si se acepta que tal y tal es el caso, de esto se sigue que debe hacerse esto o aquello» (recuérdese que deon, en griego, designa ‘deber’). La ética kantiana contiene varias ilustraciones de este tipo de argumento.
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4. Ofrece una propuesta específica de tratamiento o comprensión del objeto de estudio, propuesta que el autor del ensayo (al que en adelante se llamará aquí “ensayista”) debe argumentar o justificar.
5. Su objetivo es, generalmente, conducir al lector hacia la reflexión de un asunto mediante su cuestionamiento, el aporte de datos o de argumentos que se abren a otras posibilidades de entender el asunto.
6. El ensayo expresa:
a. Meditaciones propias del ensayista (en ilación congruente y apoyadas con argumentos consistentes) o
b. resultados de una investigación no exhaustiva (investigación de campo, documental, histórica, etcétera) o
c. inferencias de observaciones, de experiencias, de entrevistas o
d. una combinación de dos o más de estos tipos.
7. El ensayo no es una carta ni selección de un diario personal, etcétera, sino un trabajo discursivo filosófico, por lo cual su lenguaje no es coloquial y sí, muchas veces, necesariamente “técnico” (en el sentido de que recurre a los términos empleados en un sentido particular por la tradición filosófica). Hoy en el ensayo filosófico predomina la expresión directa y llana, en primera persona, que presta especial atención al rigor argumentativo y a la exactitud en el manejo conceptual. Con todo, en la actualidad hay ensayistas de renombre que se toman ciertas libertades respecto del estilo de expresión.
ii. Condiciones del ensayo.
8. Todo ensayo ha de observar una estructura interna, aunque en él no se diga explícitamente que la tiene. Tres partes integran a esta estructura:
a. Apertura o introducción: presentación del tema, justificación de su importancia, consideraciones por las cuales el ensayista aborda el tema, etc.
b. Desarrollo: características del tema, tratamiento que le dan diversos autores, datos que permiten entenderlo, problemas que presenta, desenvolvimiento histórico, conceptos que contribuyen a plantearlo más claramente o de maneras alternativas. Por supuesto, en esta fase se desarrolla el argumento del ensayo; en otras palabras, esta sección contiene, usualmente, el grupo de razones que justifican nuestra tesis principal. También es el lugar para desarrollar los argumentos secundarios (aquellos que apoyan a las razones controversiales o no obvias de nuestro argumento principal).
c. Cierre o conclusión: No significa necesariamente solución a problemas planteados; puede dar cuenta de la perspectiva
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