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HERMANOS ENFRENTADOS EN FECHAS NAVIDEÑAS.


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2011  •  983 Palabras (4 Páginas)  •  457 Visitas

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El niño mimado. La hermana rebelde. La oveja negra de la familia. El mayor, que es muy suyo pero se le permite… Cuando los hermanos se ven obligados a reunirse, lo más frecuente es que las rivalidades que surgieron en su infancia afloren de nuevo y, en muchas ocasiones, agüen las fiestas navideñas.

En una relación tan estrecha como la fraternal lo más natural es que existan rivalidades. Un claro ejemplo es el dato de que en el 80% de las familias hay pequeñas rencillas, un 10% sufre patologías graves que hacen que los hermanos incluso no se dirijan la palabra y sólo un 10% está exento de todo conflicto.

La confrontación surge por lo general en la infancia, cuando los niños compiten entre sí por el cariño, la atención y el reconocimiento de sus padres. Es de lo más frecuente que los hermanos, cuando son niños, riñan, se peleen y se ataquen, máxime si los padres permiten que su preferencia por uno u otro sea notable.

Aunque la teoría diga que los padres quieren a sus hijos por igual, en la práctica eso no es cierto en muchos casos, y los favoritismo se hacen patentes con el día a día, y con el pasar de los años. Cuándo las personas se hacen adultas van elaborando esa rivalidad y comprenden que no tiene sentido enfrentarse continuamente a sus hermanos por conseguir el abrazo materno. Aún así, el rencor de quien se siente menos querido o menos valorado es difícil de eliminar.

Reproches y acusaciones mutuas

Por eso, cuando la familia vuelve a reunirse es frecuente que las rencillas salgan a relucir. Aunque se disimule la problemática y se usen excusas diversas, como que no me llamaste por mi cumpleaños o que no viniste a ver a mamá cuando estaba sola, la raíz de todos esos conflictos es la lucha por el cariño de los progenitores .Al adulto le da vergüenza reconocer que sus celos son emocionales y convierte la competición en una cuestión de capacitación personal y de valía profesional principalmente.

Por lo general ese tipo de rencores está latente pero no suele aflorar más que en discusiones esporádicas (no por ello menos dolorosas), ya que la mayoría de los adultos maduros son capaces de priorizar el amor fraternal ante los celos o los reproches.

Pero hay un pequeño porcentaje, ese 10% extremo, cuya rivalidad fraternal alcanza la patología y llega al punto de no hablarse con sus parientes, no acudir al velatorio de una cuñada, o incluso ser incapaces de coincidir en la habitación del hospital si alguno de los padres cae enfermo.

En estos casos se trata, por lo general, de personas muy dependientes de sus padres e incapaces de hacer una vida normal o bien de aquellos cuya única tarea en la vida es mantener satisfechos a sus padres y ser su preferido.

Si alguien tiene un hermano así, desde nuestra experiencia y labor como Coach, recomendamos siempre que lo mejor es abandonar la competición porque siempre va a estar a la sombra.

Una

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