Historia Policia Nacional

Una realidad en la cuál tenemos que pensar mucho de cómo nosotros estamos como sociedad, en los años 2003 tristemente se dio a conocer en nuestro país que la Policía Nacional Civil había decidido abondar las subestaciones de tres municipios en el departamento de Izabal, ya que los pobladores de dichos municipios aducían “ No confiamos en la justicia, ni en la policía “ frase que fue confirmada más adelante por el oficial primero de la Policía Nacional Civil.

En nuestro país cuyo fraccionamiento del ejercicio del poder gubernamental se percibe en el territorio y en la población, que no somos una nación en sentido estricto ni un conglomerado que pueda aspirara al progreso. Ni siquiera a permanecer en el tiempo, pues hechos como los ocurridos en el departamento de Huehuetenango, que se ha repetido en otras poblaciones del país, incluso en la ciudad capital de Guatemala, de repudio a las fuerzas policíacas, supuestamente que son las encargadas de hacer cumplir las normas que aseguran la convivencia pacífica, estos significa en mis propias palabras la inexistencia o muerte de lo poco de Estado que todavía queda.

El Estado en las últimas dos décadas, se vio constreñido a sus clásicas funciones fundamentales: el mantenimiento de la seguridad y el orden público, así como la previsión en los servicios básicos de salud, educación e infraestructura vial, tras el descrédito del intervencionismo estatal, la caída del socialismo real y el derrumbe del Estado Providencia. Aún así, es bien conocida la ineficiencia estatal para cumplir con esas esenciales atribuciones que justifican la razón de su existencia, la cual tendrá implicaciones insospechadas en el futuro si no se logra hacer eficiente el resultado de la administración pública.

El Estado en Latinoamérica ha sido incapaz de crear un sistema de leyes y normas transparentes y consistentes para dirigir de manera efectiva el comportamiento social. Esta es la razón primaria de porqué la región no logra sacudir su subdesarrollo ancestral. Los latinoamericanos, en general, encontramos un gozo en eludir las leyes y ha terminado siendo una distinción, una manifestación de la importancia en la sociedad, inobservarlas. Comparados con los pueblos europeos, cuya educación conlleva el aprendizaje que las normas están hechas para cumplirlas, no obstante los latinoamericanos creemos que el incumplimiento legal es muestra de sagacidad y audacia. El compromiso fundamental del gobierno, por otra parte, no puede ser con la corrupción, el gasto desmedido, el establecimiento de impuestos elevados, sino más bien con el establecimiento, observancia y respeto cabal del Estado de Derecho. Reglas del juego claras y estables que permitan y faciliten que cada persona consiga libremente sus propios objetivos. Una aberración gubernamental ha sido, hasta hoy, que los funcionarios públicos no entiendan que lo verdaderamente sustantivo de su tarea es la construcción del Estado de Derecho. Para que los habitantes del país consigamos nuestras metas personales e intransferibles.

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