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JOSE REVUELTAS


Enviado por   •  24 de Enero de 2015  •  649 Palabras (3 Páginas)  •  179 Visitas

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En “Dios en la tierra”, un pequeño episodio de la Guerra de los Cristeros (1926-1929) se convierte en una visión trágica del odio primitivo y eterno entre los hombres. Igual que Ferretis en “Hombres en tempestad”, Revueltas empieza su cuento con una visión cósmica. Sin embargo, por tener a la mano más recursos artísticos, no se contenta con sugerir una escena del Libro del Génesis; va más allá; crea el escenario del hombre cavernario. Jamás humaniza a sus personajes. Son esculpidos en piedra, lo mismo que los aztecas pétreos del pintor José Clemente Orozco.

La trama se reduce a una lucha entre dos elementos básicos: la piedra y el agua. La piedra, que es el odio, que es la muerte, que es Dios, triunfa sobre el agua suave y amorosa que fecunda el mundo.

Para captar la fuerza de esta lucha, Revueltas maneja la prosa con gran destreza. Sus oraciones y frases tienden a ser breves y de un valor escultural: “La población estaba cerrada con odio y con piedras.” A veces, toda una oración consta de una o dos palabras: “Negarse.” “Ni agua.” Para captar el estilo del Viejo Testamento, emplea varias oraciones que empiezan con la palabra “y”. Casi nunca figuran las conjunciones subordinadoras. Esta falta de interdependencia estilística refleja los grandes muros que separan a los hombres unos de otros. Esta misma sensación se intensifica con vocablos “gigantescos”: “enormes”, “inmensas”, “descomunales”, “gruesas” y “siglos”. Los elementos básicos de la lucha se destacan por su repetición: Dios, odio, piedras, puertas cerradas, agua. A veces un vocablo se repite algo transformado pero con el mismo efecto abrumador: “desde la ceguedad más ciega de su historia”. Como otra especie de repetición, la mayor parte de las oraciones están construidas sobre series de dos o tres frases paralelas: “de tan profundas, de tan gruesas, de tan de Dios”; “en despaciosa, cuidadosa, ordenada crueldad”; “donde se paseaban los años, donde las manos no alcanzaban a levantarse”; “nadie haría una señal, un gesto”. Escasea casi totalmente el diálogo. Las pocas palabras pronunciadas por los personajes, sean anónimos o tengan nombres sin individualizarse, quedan sin contestación para reforzar la impresión de los muros entre los hombres. El mismo narrador se permite varias preguntas y exclamaciones retóricas (en series de dos o tres) que sirven tanto para insistir en el aislamiento del hombre como para interrumpir los trozos descriptivos.

Aunque Revueltas crea su mundo de odio con cada palabra, la estructura del cuento depende de su final. Poco a poco se procede de lo más general hasta llegar a la concentración de todo ese odio en el castigo horrible que sufre el profesor pueblerino a manos de los cristeros. Antes de llegar al desenlace, el narrador presenta a ambos grupos mediante nueve cambios de escena, sin decírnoslo. El lector tiene que participar activamente

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