“LA EVALUACIÓN NUMÉRICA ANTE LA EVALUACIÓN DE LOS PORQUÉS”

“LA EVALUACIÓN NUMÉRICA ANTE LA EVALUACIÓN DE LOS PORQUÉS”

Cuando nos referimos a la evaluación, de pronto comenzamos a experimentar sentimientos de angustia y preocupación, al imaginar qué número obtendremos , como resultado de nuestro rendimiento. Si es un 10, la tortura se termina al escuchar tal número, pero si es ¿5? … Ya imaginamos las consecuencias que se desprenden: expulsión del plantel al reprobar tal materia , deserción escolar por la presión moral de recibir etiquetas como “ el reprobado”, “el burro”, provenientes de padres, maestros, directivos y compañeros, fracaso en la futura escolaridad (abandono de estudios), vulnerabilidad a adoptar conductas delictivas y por ende no ser aceptado en la sociedad.

¿Será posible que un número cause tanto daño?, ¿Quién ha cometido tan descabellado acto, al asignar un número como indicador de desempeño?, ¿Acaso tal número contribuye a que un ser humano sea competente para la vida?. Muy probable es que esta evaluación predomine en los planteles educativos, que sea aceptada, aplicada y valorada por eficaz; no sólo por los docentes si no, también por los padres de familia, directivos, subdirectivos y por si fuera poco por los niños.

Por tal cuestión, el presente escrito tiene como propósito promover la reflexión de las futuras educadoras mediante la contrastación de la evaluación numérica ante la evaluación de los porqués (cualitativa), para lo cual se dará a conocer el concepto de evaluar, una breve explicación del surgimiento de la evaluación, la propuesta de una evaluación combinatoria y se hará mención de los instrumentos pertinentes para llevarla a cabo; con base en los referentes de Maria Antonia Casanova, Mónica Batalla, Delia Azzerboni y Rebeca Anijovich.

Los números no dan cuenta de los porqués (Casanova, 1998). La evaluación como hasta ahora ha sido (en un gran porcentaje de planteles educativos mexicanos) , se conceptualiza como la “evaluación numérica”, aquella que en lugar de procesos evalúa productos, fragmenta, individualiza y etiqueta a través de un número. Contraria a esta evaluación se encuentra la “evaluación de los porqués”, la que se caracteriza por su constante cuestionamiento con el fin de una mejora, una transformación a la educación que la sociedad a gritos exige.

La evaluación de los porqués, como tal, supone un proceso de indagación detallada, de reflexión y de análisis a partir de lo obtenido, a fin de orientar la toma de decisiones a lo significativo para favorecer el proceso de aprendizaje. Quizás las prácticas evaluativas numéricas se han venido desempeñado por que los docentes aplicadores desconocen en si qué implica la acción de evaluar. Según Mónica Batalla (2000) “evaluar significa emitir un juicio de valor acerca de algo”, es decir, evaluar implica asignar valor al proceso de aprendizaje, mas no un número o una calificación, adicional a esto, evaluar supone un proceso “por el cual se obtiene información y se proporciona y distribuye información para la toma de decisiones” (Azzerboni, 2000)

Es tiempo ya de que la tan mencionada “evaluación numérica” culmine, debido a que no arroja ningún resultado fructuoso. Llego la hora de darle fin a la evaluación que esta vigente desde el año 1916, como resultado del proceso de industrialización que se produjo en Estados Unidos: las escuelas eran concebidas como fábricas y a partir de esta concepción, las aportaciones de Henry Fayol (principal contribuyente al enfoque administrativo) toman parte en el campo de la educación, con los principios básicos de planificar, realizar y evaluar. Entonces como era de esperarse los estudios sobre el rendimiento de los obreros llevaron en la pedagogía a adoptar prácticas similares en cuanto a la medición de su rendimiento, con la plasmación en números como garantía de objetividad y rigor.

Ya lo expuso Julián de Zubiría (2011) “si el mundo cambia la escuela debe cambiar”. Ahora nos situamos en una escuela no en una fabrica, ante niños creadores y no obreros reproductores, niños que experimentan y juegan en el ambiente que los rodea. Por tal razón no es ya válido que el niño perciba el desagrado de la evaluación numérica, porque es descontextualizada y no atribuye en absoluto a la mejora educativa como objetivo de la evaluación.

Darle un fin a la “evaluación numérica” es dar paso a una no nueva alternativa: la evaluación de los porqués, o mejor dicho la evaluación combinatoria entre formativa y por temporalización. Pero ¿qué es la tan esperanzadora evaluación combinatoria: formativa y por temporalización, que suprimirá a la tradicional evaluación numérica? ¿Cómo logrará erradicar este mal arraigado al pasar de los años?.

María Antonia Casanova (1998) nos habla sobre la evaluación formativa: “ se utiliza en la valoración de procesos… Su finalidad, consecuentemente y como indica su propia denominación, es mejorar o perfeccionar el proceso que se evalúa.” La evaluación formativa es del todo funcional, especialmente en el nivel preescolar, ya que esta requiere realizarse a la par del proceso, “de forma paralela y simultanea” (Casanova, 1998). La obtención de datos en esta evaluación debe ser rigurosa porque los datos obtenidos orientan la constante toma de decisiones que propicia su continuidad y mejora del proceso, por ello se puede decir que la evaluación formativa no tiene fin.

La evaluación según su temporalización, es decir en relación con los momentos que se puede aplicar: inicial, procesual y final, sin duda alguna responde a la incertidumbre del docente que se refiere a cuándo evaluar el proceso de aprendizaje. Esta interesante evaluación implica valorar desde los aprendizajes previos de los niños hasta los resultados alcanzados durante la secuencia de

actividades propuesta, por ello no solicita por ninguna razón ( en la evaluación final), coincidir con algún examen, opuestamente, constituye un análisis y reflexión sobre los datos obtenidos que conducirán hacia

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