LA IDEA DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
Enviado por ginno • 18 de Noviembre de 2015 • Documentos de Investigación • 5.599 Palabras (23 Páginas) • 173 Visitas
DESARROLLO SOSTENIBLE
“Hay una idea común que no hay límites al crecimiento. Cuando se demuestra que los hay, la respuesta es que no es grave, porque nos acercaremos a ellos de manera tranquila y ordenada para detenernos suavemente gracias a las leyes del mercado. Lo que demostramos en 1972, que sigue siendo válido cuarenta años después, es que esto no es posible. Franquear los límites físicos del planeta conduce al hundimiento. Si tu única política se funda en el crecimiento, no querrás oír ni hablar del fin del crecimiento. Porque eso significa que tienes que inventar algo nuevo. Para los economistas, la única herramienta es el crecimiento y todo se asemeja por tanto a una necesidad de crecimiento. Como los políticos son elegidos por poco tiempo y su propósito consiste en parecer buenos y eficaces durante su mandato no se preocupan de lo que pasará después. Se tienen tantas deudas porque se pide prestado sobre el futuro para tener beneficios inmediatos y cuando se trata de devolver la deuda quienes la han contraído ya no están”.
Dennis Meadows, cabeza del equipo que elaboró en 1972 “Los límites del crecimiento”
1. Introducción. El desarrollo capitalista
2. El debate sobre los límites al crecimiento
3. Concepto de desarrollo sostenible
4. Evolución de la conciencia medioambiental
5. Instituciones, Tratados y Declaraciones importantes
1. Introducción. El desarrollo capitalista
Para los pensadores clásicos que brindaron soporte a la revolución industrial originada en el Siglo XVIII, el crecimiento económico era una consecuencia natural y automática del modelo capitalista. En la medida que las ganancias fueran satisfactorias el proceso de expansión estaba garantizado, ya que la búsqueda permanente y desenfrenada de beneficios estimulaba a los empresarios a invertir cada vez más y a aumentar de forma sostenida la producción y el empleo. La principal amenaza a la estabilidad del sistema residía en aumentos salariales desmedidos -por encima del denominado “salario natural” que no era otro que el nivel de subsistencia del trabajador- que pudiesen poner en riesgo el beneficio empresarial, pero había una confianza total en el libre juego del mercado para evitar que eso ocurra.
Por otro lado, se descontaba que el sistema era virtuoso e incluyente ya que sus beneficios alcanzarían progresivamente a toda la población, a través del derrame de sus logros y la mejora en los niveles de empleo y salarios. En esta etapa el concepto de desarrollo estaba asociado al de crecimiento económico y las únicas voces críticas provenían de quienes proponían un cambio radical del sistema de producción.
La crisis mundial de 1929 pone en cuestión los cimientos del pensamiento clásico. La actividad económica se desmorona y la desocupación alcanza niveles alarmantes. Para los ortodoxos la causa del problema debía buscarse en los altos salarios que afectaban las ganancias y desanimaban la inversión, de allí que la recomendación fuera bajar salarios para incrementar las ganancias y estimular a los empresarios a aumentar la inversión. En ese contexto irrumpe John M. Keynes que cuestiona el diagnóstico y caracteriza la crisis como un problema de insuficiencia de demanda que requiere la intervención del Estado para volver a impulsar la economía. La baja de salarios agravaría la situación al contraer aún más la demanda. Esta concepción termina primando y la economía se reactiva con la ayuda del sector público.
La intervención pública animada de la idea de crear mercado a través de una mayor participación del sector asalariado abre un nuevo ciclo. Entre 1945 y 1980 el mundo capitalista desarrollado vive una época de excepcional prosperidad, con fuerte expansión de la actividad económica y el empleo, estimulada por una demanda sostenida, provocada en gran medida por incrementos salariales y mejoras en la distribución del ingreso. Para sostener el crecimiento los gobiernos hacen uso de políticas fiscales y monetarias expansivas, impuestos progresivos y medidas de protección del empleo y salarios. Este periodo es la referencia obligada de lo que se ha dado en llamar “estado de bienestar”, ya sea en su variante europea o norteamericana, constituyendo el momento de mayor prosperidad en los más de 250 años de predominio del sistema capitalista. Diferentes razones políticas, sociales y económicas se conjugaron para mejorar la participación de los asalariados en el producto global, destacando entre ellas la “amenaza” comunista en Europa, la sindicalización y la consolidación de regímenes democráticos.
En los ochenta la economía mundial se vio sacudida por profundas turbulencias tanto económicas, entre las que destaca el explosivo incremento de la liquidez internacional como consecuencia de los fuertes excedentes generados por la disparada del precio del petróleo, como políticas, principalmente el progresivo desmoronamiento de la URSS y el creciente protagonismo de China. De esta situación emergió un nuevo modelo de regulación de las economías capitalistas al que llamamos neoliberalismo, que en el plano político se asoció con el acceso al gobierno de Ronald Reagan en EEUU y de Margaret Thatcher en Gran Bretaña.
Esta etapa se caracteriza, por un lado, por el creciente predominio del capitalismo de especulación y la perdida de importancia del productivo y, por otro, por una fuerte intervención pública en favor de las grandes empresas y, en particular, del sector financiero. Esto marca claras diferencias respecto el viejo capitalismo liberal que centraba su preocupación sobre la producción de bienes y propiciaba la prescindencia del Estado en la actividad económica.
Entre las principales consecuencias negativas de esta nueva etapa destacan la fuerte concentración de la riqueza y del ingreso y un retroceso del sector laboral. Según el Banco Mundial en los últimos 40 años se han duplicado las diferencias entre los 20 países más ricos y los 20 países más pobres. La tremenda desigualdad existente queda de manifiesto con el hecho que el 10% más rico de la población mundial tiene el 85% de la riqueza total mientras la mitad más pobre sólo el 1%.
El aliento desmedido a la especulación financiera llevó a una nueva crisis mundial en el 2008, obligando a los gobiernos a realizar intervenciones de una magnitud desconocida para salvar al sector privado, en particular, al principal causante del desastre económico: el sector financiero. A pesar del estrepitoso fracaso de estas políticas los gobiernos siguen en el mismo camino. En el caso de EEUU la administración Obama priorizó salvar a los bancos saneando su cartera a través de la compra de sus activos tóxicos. Para ello imprimió mucho dinero que, obviamente, repercutió positivamente en la actividad económica al permitir un aumento del crédito pero benefició principalmente al sector empresarial. Resulta interesante recordar que el presidente Roosevelt para salir de la Gran Depresión también aumentó fuertemente el gasto público pero lo destinó a inversión en la infraestructura física y social del país, lo cual se tradujo en crecimiento acompañado por aumento de salarios y mejoras en la distribución de ingresos. Esta fue la esencia del llamado New Deal.
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