LA VERDADERA HISTORIA DE LOS TRES CERDITOS
Enviado por ERNESCARDENAS • 16 de Abril de 2014 • 937 Palabras (4 Páginas) • 777 Visitas
¡LA VERDADERA HISTORIA DE LOS TRES CERDITOS!
JON SCIESZKA
Mi profesora de historia solía decir que la "Historia" la escriben los que ganan, y que por eso siempre sólo conoceremos un lado de la moneda...
Ni hablar de la manipulación de los hechos que suele hacer la prensa...
Tal parece haber sido el caso con el cuento "Los tres chanchitos" que nos contaron cuando éramos chicos...
A continuación, lo que realmente sucedió... según nos cuenta el lobo... y cómo fue que los periodistas lo convirtieron en El Lobo Feroz.
Pobre Sr. Lobo, al final ¡es un incomprendido!
Seguro que todos conocen el cuento de los tres cerditos. O al menos creen que lo conocen. Pero les voy a contar un secreto. Nadie conoce la verdadera historia porque nadie ha escuchado mi versión del cuento.
Yo soy el lobo Silvestre B. Lobo. Pueden llamarme Sil. No sé como empezó todo este asunto del lobo feroz pero es todo un invento.
A lo mejor, el problema es lo que comemos. Y bueno, no es mi culpa que los lobos coman animalitos tiernos, tales como conejitos, ovejas y cerdos. Así es como somos. Si las hamburguesas con queso fueran tiernas, la gente pensaría que ustedes son feroces también.
Pero como les decía, todo este asunto del lobo feroz es un invento. La verdadera historia es la de un estornudo y una taza de azúcar.
Hace mucho, en el tiempo de "Había una vez", yo estaba preparando una torta de cumpleaños para mi querida abuelita. Tenía un resfriado terrible. Y me quedé sin azúcar.
De manera que caminé hasta la casa de mi vecino para pedirle una taza de azúcar. Pues bien resulta que este vecino era un cerdito. Y además, no era demasiado listo, que digamos. Había construido su casa toda de paja. ¿Se imaginan? ¿Quién con dos dedos de frente construiría una casa de paja?
Desde luego, tan pronto como toqué a la puerta, se derrumbó. Yo no quería meterme en la casa de alguien así como así. Por eso llamé:
- Cerdito, cerdito, ¿estás en casa?
Nadie respondió. Estaba a punto de regresar a mi casa sin la taza de azúcar para la torta de cumpleaños de mí querida abuelita.
Entonces me empezó a picar la nariz. Sentí que iba a estornudar. Soplé. Y resoplé.
Y lancé un tremendo estornudo.
¿Y saben lo que pasó? La dichosa casa de paja se vino abajo. Y allí, en medio del montón de paja, estaba el primer cerdito, bien muertecito. Había estado en la casa todo el tiempo.
Me pareció una lástima dejar una buena cena de jamón tirada sobre la paja. Por eso me lo comí. Piensen lo que harían ustedes si encontraran una hamburguesa con queso.
Me sentí un poco mejor. Pero todavía me faltaba mi taza de azúcar. De
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