La Anticiencia

La anticiencia.

Es una postura opuesta a la ciencia. Si éste, como ya vimos, asume que la ciencia es la causa definitiva del progreso, la anticiencia la declara culpable de todos los males.

Otro de los rasgos específicos de la anticiencia es el tajante acento que pone en relativo histórico del pensamiento científico.

Las últimas décadas la anticiencia es el tema teórico de opinión en contra del cientificismo, podemos decir, de acuerdo con Evandro Agazzi, que tanto una postura como otra, aunque cada una aporte sus argumentos, son esencialmente irracionales como lo es de ordinario toda posición que ponga el acento exageradamente sobre uno solo de los dos polos apuestos, permaneciendo incapaz de ver el otro lado.

La anticiencia ha culpado a la ciencia y la técnica de las secuelas negativas que éstas han manifestado. Sin embargo, adjudicarle a la ciencia todos los bienes del mundo es tan erróneo como atribuirle todos los males y desgracias de la humanidad.

Como bien señala Bertrand Russell “para que una civilización cintifica sea una buena civilización es necesario que el aumento de conocimiento vaya acompañado de un aumento de sabiduría”, es decir, acompañado de principios morales y elevados valores humanos.

El campo.

A diferencia de las grandes ciudades, la vida rural plantea otras necesidades y desafíos en los que las ciencias y las diversas técnicas se hacen expresas. El contraste entre la ciudad y el campo es cada vez mayor y más notable.

Incluso entre unas ciudades y otras, es notable también la desigualdad y aun en cada ciudad se aprecian contrastes increíbles de riqueza y miseria, entre zonas residenciales más ricas y las colonias proletarias más pobres.

La ciencia y la técnica favorecen y alientan la vida del campo en muchos aspectos, en la industria de granos y fertilizantes, en sistemas de irrigación y un conjunto de agroindustriales.

La ciencia y la técnica estarán al servicio de la protección de la naturaleza y de la más adecuada productividad en el campo. Es conveniente desarrollar una política de explotación cada vez más intensa de los recursos, pero cuidando que esa utilización no vaya a agotarse.

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