La Campaña De Madero
Enviado por estefanyyyyy • 10 de Junio de 2013 • 1.519 Palabras (7 Páginas) • 610 Visitas
A principios de septiembre, el señor Madero inició su jira política a los Estados de Yucatán, Campeche, Tabasco y Veracruz.
El conflicto del Sur siguió su curso natural; pero los grupos revolucionarios no pudieron dedicarle toda la atención que merecía, porque los absorbió la campaña electoral que para ellos era el problema cumbre del momento. Se creía que con la exaltación del señor Madero a la Presidencia de la República, dicho conflicto y algunos otros se solucionarían automáticamente.
Además, en las filas del maderismo había efervescencia con motivo de la enemistad, cada día más profunda, entre el Caudillo de la Revolución y el doctor don Francisco Vázquez Gómez, antiguo candidato del Partido Antirreeleccionista a la Vicepresidencia, en cuya substitución estaba recomendando el primero, al señor licenciado don José María Pino Suárez. A este respecto, debemos decir que se consideró muy significativo el hecho de que el Gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, reprobara públicamente a don Gustavo A. Madero haber lanzado la candidatura de aquel profesional.
De la efervescencia existente se aprovecharon los elementos conservadores y llegaron a pedir al Congreso el aplazamiento de las elecciones presidenciales. El plan era clarísimo: el señor Madero estaba perdiendo a gran prisa la brillante posición que en la conciencia nacional había conquistado como jefe del movimiento revolucionario; algunos de sus actos habían lesionado fuertemente a sus correligionarios y de todo esto se aprovechaban los enemigos para sostener una abierta campaña, cuyo objeto era mermar constantemente el prestigio del Caudillo. Supusieron que cuanto más tiempo pasara, menor sería el valimiento del líder en la opinión pública y que las dificultades ya existentes en las filas del maderismo, llegarían a tomar los caracteres de una verdadera escisión.
Graves asuntos deberán ocupar su atención, pero los más trascendentales serán los relativos a las próximas elecciones presidenciales. Por esté motivo, me permito recomendar a los señores diputados que si bien es cierto que la guerra civil terminó sin que se celebrase tratado alguno, tan lo es que tácitamente fuí aceptado por ambos partidos como Presidente de la República y que se citaría a elecciones presidenciales en el plazo más breve que fuera posible. Este plazo fue ya designado por el Congreso y aceptado por el partido revolucionario; así es que puede considerarse como un convenio tácito.
El señor licenciado Francisco León de la Barra ha cumplido con los compromisos contraídos con la Revolución con toda lealtad y honradez, habiéndose hecho acreedor, por este motivo, a la estimación de todos sus conciudadanos. Estoy seguro que ese Congreso obrará de igual manera a fin de justificar la confianza que en él depositamos los jefes del partido revolucionario. De esta manera, y marchando todos en perfecta armonía, sin más interés común que el bien de la Patria, lograremos que ella pase sin más trastornos el actual período de transición, y los señores diputados se harán igualmente acreedores a la estimación de sus conciudadanos.
Nada que sea contra el decoro y dignidad, únicamente deseo que las elecciones se verifiquen en el plazo ya fijado y que el cómputo de votos se haga con entera legalidad y honradez; sentimientos en los cuales estoy seguro abundan los señores diputados.
En cuanto a diferir las elecciones, sería prolongar el período de incertidumbre y desconfianza que existe siempre antes de que se verifique este acto, y especialmente por las condiciones en que atraviesa actualmente el país, sería acarrearse graves complicaciones y dificultades; pues es difícil prever el efecto que tal resolución causaría en las masas populares, que creerían que se les había traicionado y se quería arrancarles el legítimo ftuto que esperaban de la Revolución, que es el de ejercer libremente y sin trabas el supremo derecho de designar a sus mandatarios.
Ningún partido político de tendencias honradas se beneficiaría con este retardo, pues la opinión pública no hará sino exaltarse más y nada hace prever que cambiase de orientación para apoyar las pretensiones del señor general Bernardo Reyes. Me informan también que un grupo de disidentes del gran partido revolucionario, descontento con el fallo de la Convención, porque no satisface sus aspiraciones personales, desea pedir al Congreso que sea retardada la época de las elecciones. Ni este pequeño grupo de disidentes, ni los amigos del señor general Reyes, representan una minoría respetable de la opinión; por cuyo motivo el Congreso no debe tomar en cuenta su solicitud, basada no en los sagrados intereses de lá Patria, sino en sus mezquinas ambiciones.
Para terminar, manifestaré a los señores diputados que aunque legalmente tengo sólo el
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