La Maternida

maternidad es, en esencia, un proceso de comunicación. Desde que el ovocito empieza a mandar señales al ovario para que produzca progesterona, hasta que…en fin, hasta que te despides de este mundo, ser madre (y también padre, aunque quizás de otra forma) es un inmenso proceso biológico de comunicación.

Durante el embarazo, el bebé manda. A través de la músculos y los ligamentos o que te cambie el metabolismo de la glucosa, las hormonas del embarazo inciden en tu forma de ver la vida. La progesterona, por ejemplo, puede hacer que tengas mucho sueño al principio y después su función es la de aislarte en cierta manera del mundo, promover un estado de introspección, una actitud casi de “pasotismo” con todo lo que no tenga que ver con tu niño. Hacia el final del embarazo, las hormonas de la maternidad, oxitocina y prolactina, pueden hacer que “padezcas” lo que se conoce como “síndrome del nido”. ¿Te ha dado por pintar toda la casa? Pues es tu bebé, que te avisa de que ya está al llegar.

Es por eso que los bebés de madre muy estresadas nacen estresados. Porque el estrés, que se maneja en el cerebro materno, se traduce en hormonas y neurotransmisores, que atraviesan la placenta y pasan de tu cabeza a la de tu bebé. Es por eso que los bebés de madres muy estresadas son más pequeños y tienen más probabilidades de nacer prematuramente, de tener alergias, de padecer asma, de ser muy llorones…

Toda esta comunicación, no lo olvidemos, está programada genéticamente en tu cerebro y en el cerebro de tu bebé. Con la placenta como intermediario, tu hijo te pide lo que necesita y tu cuerpo, a través de tu mente inconsciente se lo proporciona. En un flujo constante de hormonas y neurotransmisores, estais conectados, desde el mismo principio, cerebro con cerebro, corazón con corazón. El embarzo se controla en el córtex, la parte primitiva de nuestra mente, esa parte inconsciente, que hace lo que quiere, sobre la que podemos influir positiva o negativamente, pero no controlar.

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