La Mesa Junto A La Ventana
Enviado por q96d • 6 de Diciembre de 2014 • 967 Palabras (4 Páginas) • 177 Visitas
La mesa junto a la ventana
Habían tomado la costumbre de desayunar en la misma mesa todos los días hacía ya muchos años.
Elsa y José tenían un hermoso ritual. Desayunaban siempre en el mismo café, en la misma mesa junto a la ventana, pedían todos los días lo mismo y conversaban con el mismo amor que los unía hacia ya mucho tiempo.
Amaban ese ritual de café humeante y dulces medialunas, conversar ese rato antes de que cada uno se ocupase de sus cosas y que los atendiera siempre el mismo camarero, con igual cordialidad, una gran admiración y un dejo de envidia.
No bien abría el café, Mario reservaba la mesa junto a la ventana. Sabía que sus clientes preferidos no tardarían en llegar y nunca se hubiese perdonado que otra persona ocupase la mesa antes que ellos.
Intercambian un muy cordial saludo, algún comentario y Mario hacía tiempo que les no preguntaba qué deseaban tomar porque ya lo sabía.
Una mañana la mesa quedó vacía largo tiempo, tanto que fue ocupada por otras personas. Ese día Elsa y José no llegaron, pero tampoco al día siguiente, ni los muchos otros que le siguieron.
Mario estaba preocupado, pensó en que alguno de los dos se hubiese enfermado, o que tal vez hubiesen viajado y se hubiesen olvidado de comentárselo. “¡Qué extraño!”- Pensó- “Tantos años viéndonos todos los días y no sé dónde ubicarlos”.
Cada mañana Mario esperaba a la pareja que no acudía a la cita, cada día cuando podía, daba una vuelta por el barrio para ver si los veía o averiguaba algo sobre ellos. Se podría decir que los extrañaba.
La noche anterior a que la mesa de la ventana no fuese ocupada como era costumbre, Elsa había fallecido en un accidente y en cierto modo, si bien José estaba ileso, había fallecido con ella.
El tiempo pasó y José jamás se animó a volver a desayunar en ese café, en esa mesa, en ese lugar que tan propio les era. “No tiene sentido, sin ella no” pensó.
Junto a su tristeza, se acostumbró a desayunar un té con sabor a soledad y una tostada untada con el más triste de los silencios. ¿Cómo hacer para empezar una vida sin ella? ¿Cómo seguir?
José sabía que algún día debía retomar aunque más no fuera, parte de sus rutinas, pero nunca era el día ideal. Ya no existían días ideales, se los había llevado Elsa.
Una mañana, luego de estar sentado una hora frente a la taza de té y con la tostada en la mano, decidió salir a caminar. No sabía hacía dónde ir y tampoco le importó, se dejó llevar. Cuando se dio cuenta, estaba parado frente al café, ese café que tantas mañanas hermosas le había regalo junto a Elsa. No sabía cómo había llegado hasta ahí pero poco importaba. Se quedó en la vereda mirando su mesa, recordando, intentando volver el tiempo atrás como si eso fuese posible. De pronto, el saludo de Mario lo sobresaltó. El camarero estaba feliz
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