La Micropolítica En Las Instituciones Educativas
Enviado por Elmemillo • 13 de Octubre de 2013 • 5.104 Palabras (21 Páginas) • 247 Visitas
La Reforma inacabada y las
necesidades emergentes
Nuestra recompensa reside en el esfuerzo
y no en el resultado.
un esfuerzo total es una victoria completa”
Mahatma Gandhi
De excesos y defectos, de actitudes y pasividades, de cambios que llegan y de cambios que no se buscan, de escuelas que se estresan y empresas que se alegran, de procesos inconclusos y fines sobrevalorados; de esto y más trata el presente texto, donde se muestra la idea personal de un actor del mundo educativo, que tiene tanto qué decir como quehacer, a raíz de la implementación de la Reforma en Secundaria (RS).
Comienza con un asomo al proceso de su implementación, pero deja a un lado los detalles operativos, para centrarse en las consecuencias más visibles y objetivas perceptibles dentro de La Escuela.
Se establecen analogías que pretenden explicar la parte trascendente que se distingue en las necesidades emergentes de la Reforma para lo cual se recurre a la psicología, a quien se le debe tanto en materia pedagógica, para explicar la idea de cambio y las actitudes y procesos que se viven durante él.
Se cierra con cuestionamientos y conclusiones que permiten explicar e inquietar sobre los nuevos retos, las nuevas obligaciones y los cambios necesarios emanados de la implementación de la Reforma.
-…y ¿cuánto gana usted?
-10,800 pesos al mes.
- ¡Muy bien!, entonces sí podrá con la renta de mi casa, el alquiler mensual es de 1600 pesos y me debe dar un mes de depósito.
– me parece bien, ¿firmamos el contrato?
– mmm… después, no es necesario, se ve que es usted gente de bien y con ese sueldo no me quedará mal estoy seguro.
El análisis a priori que describe el diálogo anterior es digno de considerarse arriesgado desde el punto de vista económico, pues estamos ante un caso donde se pondera el alcance financiero de una persona en función de lo que percibe mensualmente, sin considerar que resultaría más útil conocer los egresos a los que está sometido dicho sueldo, pues éstos permitirían asomarse a la filosofía que de la economía tiene el arrendador, lo que definitivamente constituye una información mucho más real y confiable de la actitud que tendrá ante este compromiso que adquiere.
Sin el afán de parecer complejo, el ejemplo anterior es sometido, además de al juicio de incredulidad de parte de los lectores, a un intento de traslación léxica cambiando al arrendador por el docente y el arrendatario por el Estado y entonces análogamente, el juicio primario que se hace en dicho diálogo y la conclusión posterior podrían, en consecuencia, mostrar el punto inicial, del presente texto y que consiste en que el Estado, ha actuado en no pocas ocasiones como el arrendatario del diálogo ya mostrado, emitiendo juicios basados en una sintomatología superficial mediante los cuales se enfoca generalmente en los resultados finales de los procesos, sin considerar el trayecto recorrido durante el mismo y más aún, ha usado dichos resultados como indicadores determinantes de nuevos rumbos educativos sin mostrar evidencia alguna de haberse interesado en conocer la filosofía, que de la educación, tienen sus docentes, lo que, para empezar, dotaría de insumos para el diseño tanto de la Reformas necesarias como la forma de implementarlas para procurar así la menor cantidad de resignificaciones que las desvirtúen o compliquen en su ejecución; mención aparte merece la pertinencia que le brindaría el conocer el posicionamiento filosófico del docente a la serie de acciones que necesariamente se deben llevar a cabo.
Lo anteriormente expuesto puede sonar a conclusión, pero es apenas el inicio de un análisis reflexivo sobre el impacto de las decisiones verticales que se toman en materia educativa que sitúan a La Escuela como destinataria final y que parecen no considerar que: “Para que los procesos formativos que ocurren en la institución escolar se realicen con eficacia y equidad se requiere construir un concierto equilibrado de concepciones, decisiones, conocimientos técnicos, pedagógicos, sabiduría y experiencia de los actores…” (Zorrilla Fierro, 2011) Se aprecia en el trayecto de capacitación un interés único por transmitir los ajustes hechos, las consideraciones metodológicas, la redacción de las competencias y demás componentes; la ejecución de dicha tarea se da mediante la estructura orgánica del sistema educativo que se concreta a dar a conocer, de manera virtual, (pues los libros que contienen los nuevos planes y programas aún no se entregan al docente) “lo que viene”.
La implementación de toda Reforma educativa implica de inicio pensar en un diagnóstico que debe considerar, por lo menos, los siguientes tres componentes: el conceptual constituido por la currícula escolar; el procedimental, que incluye la metodología de enseñanza y las diversas formas de aprendizaje y el actitudinal, que considera a la filosofía y actitudes que los actores deberán asumir ante dicho proceso. Las líneas de acción serán determinadas en función de los resultados del diagnóstico y deberán señalar en todo momento el derrotero a seguir para la consecución del cambio preconcebido. Y de esta acción acuñada en la macropolítica, pasamos a la micropolítica que se vive en la escuela, que en palabras de Cristina Peña: “…está referida a la organización y utilización de todo tipo de recursos, desde lo técnico-pedagógico, los recursos humanos y materiales, etc., construcción de viabilidades, las negociaciones que se llevan a cabo, la determinación de metas y objetivos, es decir, con la tarea cotidiana.” (Peña & Burgos, 1997) Es de suponer que dicha micropolítica es obviamente conocida y considerada para la toma de decisiones reformadoras, sin embargo, el sistema educativo mexicano manifiesta abiertamente dos enfoques que han generado que al interior de las escuelas se viva una Reforma “a medias”, “mutilada”, incompleta, adjetivos que se irán detallando conforme avance este análisis y que a la vez servirán de insumos para nuevos cuestionamientos durante las conclusiones de este documento.
El primer enfoque se centra en la evaluación que el sistema hace de sí mismo, caracterizado por evaluaciones externas e internas, pero con mayor credibilidad y prioridad para las primeras. Un impacto trascendente de dichas evaluaciones ha sido la generación de una ansiedad por subir indicadores numéricos, como el porcentaje de aprobación, el promedio de aprovechamiento y el índice de eficiencia terminal, por mencionar algunos. La ansiedad genera un cambio en la óptica que vuelve urgente lo superficial e invisible lo importante, y le da paso a una frase famosa de Nicolás Maquiavelo, “el fin justifica
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