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La Nueva Educación Para La Sociedad Del Conocimiento


Enviado por   •  20 de Febrero de 2012  •  2.717 Palabras (11 Páginas)  •  702 Visitas

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El pasado lunes 10/5/2004, El Diario Vasco publicaba la siguiente noticia en portada (ampliada en las páginas 2 y 3): “El Gobierno Vasco crea un 'portal' para que los padres ayuden a sus hijos a hacer los deberes”. http://servicios.diariovasco.com/pg040510/prensa/noticias/AlDia/200405/10/DVA-ALD-000.html

Aparentemente es una buena noticia que habrá despertado la simpatía de aquellos a los que les preocupa el tema de la educación. Sin embargo, creo que merece la pena detenerse a analizar algunos aspectos contradictorios e incluso problemáticos que hace ya demasiado tiempo pasan inadvertidos para la opinión pública y, lo que es peor, para la comunidad educativa.

Indudablemente, entre los elementos positivos de la noticia, hay que aplaudir los esfuerzos de las instituciones públicas por apoyar el desarrollo de la educación y las tecnologías, sobre todo teniendo en cuenta que hasta hace muy pocas fechas, la educación apenas aparecía en los primeros lugares de las agendas políticas de trabajo.

Hiru.com, que así se llama el portal, no es una iniciativa aislada, conozco experiencias similares de portales educativos apoyados desde la administración en Cataluña, Argentina o Chile. En el artículo se insiste en que nadie puede negar la relevancia del “aprendizaje a lo largo de toda la vida” ni el papel decisivo que juegan las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TICs) como soporte. Vivimos en un mundo en continua transformación donde los “supervivientes” ya no son los más fuertes sino los más capaces de adaptarse, es decir, los que aprenden a cambiar. Coincidimos en que el conocimiento viene con fecha de caducidad. Y parece evidente, nos agrade o no, que en ese mismo mundo, la tecnología hace ya tiempo que juega un papel preponderante, inundándolo todo. No me refiero únicamente a Internet. Dependemos de la tecnología para fabricar productos, para viajar, para cuidar la salud, para comunicarnos, para el ocio, para la ciencia... Está ahí aunque no la veamos y, en el futuro, la presencia y relevancia de las TICs sólo va a aumentar. Se dice que el 80% de las tecnologías actuales estarán obsoletas en los próximos 10 años o que a lo largo de nuestra vida laboral, nos desempeñaremos hasta en 12 trabajos distintos (yo ya llevo 5 y, para mi desgracia, me queda bastante vida laboral por delante). Por tanto, si el aprendizaje es a lo largo de toda la vida, eso implica que el conocimiento es efímero y hay que renovarlo constantemente. Si en el colegio los niños deberían aprender cosas que les serán de utilidad en la vida adulta, entonces el currículum del año 2004 no puede ser el mismo que el de hace 50 años. Debe ser flexible para ir cambiándolo permanentemente. Esto no sucede ya que existe un obstáculo fundamental, apenas advertido:

¿Estamos de acuerdo en lo que entendemos por ciudadano educado para el Siglo XXI? Parece obvio que NO aunque actuemos dando por hecho lo contrario. Apenas hemos hecho esfuerzo alguno por considerar como han cambiado las cosas desde la época en que educación estaba reservada a una elite a la época actual donde una licenciatura universitaria es moneda corriente. Nuestro concepto de persona educada (que no es la antitesis de maleducada) permanece igual que en el Siglo XIX. Basta con echar un vistazo a lo que tienen que aprender nuestros hijos en el colegio: Literatura, poesía, filosofía, historia, matemáticas, … Pero el mundo ha cambiado bastante desde entonces. Seguimos considerando intelectuales a aquellos especialmente ilustrados en literatura, historia y humanidades que mantienen la reputación de cultos y, por tanto, mejor educados. Esto influye en la manera en que educamos a nuestros jóvenes. Se titulan miles de licenciados en geografía e historia, filosofía, arte o filología porque seguimos pensando que en eso consiste formar ciudadanos cultos. Decidimos que en los colegios se aprenda álgebra y trigonometría en lugar de nociones básicas de negocio/empresa, medicina/salud y nutrición o la tan celebrada inteligencia emocional. Y esto sucede porque pensamos que la trigonometría es más importante. Parece como si no nos diésemos cuenta de que la misión de la educación es preparar y dar herramientas a nuestros jóvenes para enfrentar con garantías la vida que tienen por delante. Cuando hacemos más hincapié en aspectos intelectuales (latín, química, gramática) en lugar de aspectos humanos como relaciones interpersonales (pareja, hijos, amigos, compañeros), comunicación, gestión de si mismo, pensamiento crítico, creatividad, innovación o imaginación es porque seguimos arrastrando la visión de la educación de remotas épocas elitistas. ¿Qué otra explicación cabe sino? Hace tiempo, una amiga me decía entre lágrimas una frase llena de sentido después del funeral por el fallecimiento de su joven hermano: “En la escuela nunca nos dijeron que estas cosas ocurren ni nunca nos enseñaron a manejar estas situaciones”. En la escuela, la confianza o la autoestima son menos importantes que aprender integrales o las leyes de newton. En la vida, sucede todo lo contrario pero cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde para cambiar.

La primera conclusión es que tenemos un problema grave en lo relativo a QUE pretendemos que aprendan los jóvenes. Enseñamos muchas cosas que no sirven y dejamos de lado aquello que realmente es esencial para vivir. De aquí se deriva un segundo problema que consiste en COMO tratamos de que aprendan.

Hace ya mucho tiempo que decidimos confiar a las instituciones educativas y académicas la misión de educar a nuestros niños. El punto de partida pasaba por considerar el conocimiento para operar en el mundo como algo explicito, como una cosa, como un objeto fácilmente transmisible desde la personas que lo tienen (profesores) a las que lo necesitan (alumnos). Se diseñó el correspondiente currículum (como si la vida estuviese compuesta por asignaturas) e inventamos conceptos y ritos artificiales como las aulas, los exámenes, las notas, repetir curso, los créditos, la selectividad, etc. Cuanta frustración para tantos niños durante tantos años.

La realidad es bastante más compleja. La educación no consiste en aprobar asignaturas ni ocurre dentro de los muros de una escuela. El conocimiento necesario para sobrevivir en el mundo actual es tácito y se obtiene mediante la experiencia y la práctica, en la vida diaria y por regla general sin conciencia alguna de que se adquiere.

Si lo miramos desde la perspectiva de una entidad académica, parece obvio pensar que el papel destinado a las universidades es preparar a sus alumnos para desempeñar una carrera profesional. De hecho, casi todos los títulos universitarios se corresponden, en teoría y según el nombre, con perfiles profesionales. Por ejemplo, yo estudié derecho para ser abogado, profesión

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