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La Política Educativa Intercultural Del Gobierno Mexicano En El Marco De Las Recomendaciones De Los Organismos Internacionales


Enviado por   •  24 de Enero de 2013  •  11.439 Palabras (46 Páginas)  •  1.095 Visitas

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La política educativa intercultural del gobierno mexicano en el marco de las recomendaciones de los organismos internacionales.

Aleksandra Jablonska

El presente ensayo tiene como objetivo analizar el discurso mediante el cual se ha buscado durante los últimos años reorientar la política educativa hacia el fomento de la interculturalidad, tanto en el ámbito internacional, como en nuestro país. En otras palabras, antes de discutir los alcances y las limitaciones de dichas políticas, deseo aclarar las raíces teóricas e ideológicas de los propios discursos, analizar los conceptos a partir de los cuales han sido estructurados y comparar las declaraciones y los lineamientos enunciados por los organismos internacionales en los cuales México ha participado y cuyos convenios ha suscrito, con los que se han elaborado al interior de las estructuras de gobierno nacional.

1. Las orientaciones internacionales en materia de la educación intercultural

1.1. Las directrices de los organismos de la Organización de las Naciones Unidas.

Los distintos organismos internacionales que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas fueron paulatinamente reconociendo los derechos colectivos de las distintas minorías culturales poniendo un énfasis especial en la cuestión educativa, desde 1989, año en que se aprobó El Convenio número 169 sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes. Ya en este documento se aseguraba a las colectividades y no sólo a los individuos los derechos sociales, económicos, culturales y políticos y especialmente los de conservar y asumir el control de sus instituciones, así como de “fortalecer sus identidades, lenguas y religiones” (OIT, 1989:1) La Organización Internacional de Trabajo establecía la obligación de los Estados de garantizar a los miembros de dichos pueblos “la posibilidad de adquirir una educación a todo los niveles” y estipulaba que la educación destinada a ellos debía “desarrollarse y aplicarse en cooperación con éstos a fin de responder a sus necesidades particulares” y agregaba que debía prestarse especial atención a “su historia, sus conocimientos y técnicas, sus sistemas de valores y todas sus demás aspiraciones sociales, económicas y culturales” (Artículos 26 y 27). Se aseguraba asimismo el derecho de los pueblos a crear sus propias instituciones educativas, a enseñar a los niños a leer y escribir en “su propia lengua indígena”, así como a aprender la lengua nacional (Artículos 27, 28). Aunque se trataba de estrategias que promovían la separación de los pueblos indígenas del resto de la sociedad, a medida que recomendaban crear instituciones y programas específicos para estos grupos, la OIT establecía también la necesidad de adoptar disposiciones de carácter educativo en toda la comunidad nacional, a fin de “eliminar los prejuicios que pudieran tener con respecto a esos pueblos.” Para lograrlo debía asegurarse que “los libros de historia y demás material didáctico ofrezcan una descripción equitativa, exacta e instructiva de las sociedades y culturas de los pueblos interesados “(Artículo 31).

En consonancia con dicho Convenio, en 1992 se creó la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo que en 1996 presentó un Informe llamado Nuestra Diversidad Creativa. Si bien dicho informe no se refiere directamente a las cuestiones educativas porque se centra en el examen de las relaciones entre el desarrollo y las culturas, toca una serie de temas importantes desde nuestro punto de vista ya que intenta defender la idea de que el crecimiento económico por sí mismo no es indicador de “desarrollo” y que éste debe adaptarse a los valores y las aspiraciones de los diversos pueblos, definidos como diversos desde el punto de vista cultural. (Comisión Mundial, 1996) No obstante el documento esté repleto de pronunciamientos de “buenas intenciones”, no avanza en propuestas concretas relativas al tema, en parte porque su definición de cultura es muy pobre (“maneras de vivir juntos”) y en parte porque su punto de arranque es la definición del mundo como “aldea global”, “interdependencia” y la defensa de valores asociados a la visión liberal de los asuntos del orden económico, social y político, tales como la democracia y la tolerancia, que serían los “pilares” de una “ética global” a cuya construcción llama la Comisión (Ibidem).

Cinco años después La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura retomó algunos de estos planteamientos en la Declaración universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural (2001). A partir de una definición esencialista de la cultura entendida como “el conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de artes y letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (2001:1) , dejó de lado cuestiones tales como las relaciones de poder dentro de cada cultura así como entre diversas culturas, las desigualdades socio- económicas presentes dentro y entre ellas, así como la posibilidad de reflexionar sobre las tensiones que crean las migraciones de miembros de una cultura hacia otra. A partir de este planteamiento abstracto planteó la necesidad de las culturas- consideradas como totalidades cerradas y armónicas, convivieran, se comunicaran y realizaran intercambios (Idem: 2) En consonancia con esta visión idealizada y apolítica de la diversidad cultural, la UNESCO consideraba que se trababa fundamentalmente de “un imperativo ético” que permitiría “respetar los derechos humanos y las libertades individuales”, volviendo de esta manera a la postura liberal clásica que siempre ha caracterizado al organismo internacional .

Fue en este documento en que la UNESCO se refirió por primera vez a la promoción de la interculturalidad, entendiéndola como “el intercambio de conocimientos y de las prácticas (…) (entre) personas y grupos que procedan de horizontes culturales variados”, la introducción de diversas lenguas, incluida la materna, en todos los niveles de la enseñanza, el fomento de la conciencia del valor positivo de la diversidad cultural, así como la incorporación de métodos pedagógicos tradicionales, lo mismo que el fomento a la “alfabetización digital” y del uso de la tecnologías, la difusión de los contenidos diversificados en los medios de comunicación y redes mundiales de información, así como el fomento a la movilidad de los creadores e investigadores a fin de que desarrollen proyectos conjuntos. (UNESCO, 2001: 4-6) Así, la interculturalidad debe construirse, a juicio de la UNESCO, a partir de los sistemas educativos y medios de difusión,

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