La Princesa Que No Creia En Cuentos De Hadas Capitulo 1
Enviado por algodonsito • 14 de Marzo de 2015 • 1.558 Palabras (7 Páginas) • 1.899 Visitas
La Princesa que Creía en Cuentos de Hadas
Marcia Grad
Digitalizador: Carmen
L-01 – 22/09/03
ÍNDICE
CAPITULO 1: ALGÚN DÍA LLEGARÁ MI PRÍNCIPE
CAPÍTULO 2: LA PRINCESITA Y EL CÓDIGO REAL
CAPITULO Nº3: MÁS ALLÁ DE LOS JARDINES
CAPITULO N°4: EL PRÍNCIPE AZUL LLEGA AL RESCATE
CAPITULO N°5: EL DOCTOR RISITAS Y EL SEÑOR ESCONDIDO
CAPÍTULO N°6: SIEMPRE SE APLASTA LA ROSA MÁS HERMOSA
CAPITULO N°7: UN ACUERDO DE LA MENTE Y EL CORAZÓN
CAPÍTULO N°8: HACER O NO HACER...
CAPÍTULO N°9: UNA GUÍA PARA VIVIR SIEMPRE FELIZ
CAPÍTULO N°10: EL CAMINO DE LA VERDAD
CAPÍTULO N°11: EL MAR DE LA EMOCIÓN
CAPÍTULO N°12: LA TIERRA DE LA ILUSIÓN
CAPÍTULO N°13: EL CAMPAMENTO DE LOS VIAJEROS PERDIDOS
CAPÍTULO N°14: EL PAÍS DEL ES
CAPÍTULO N° 15: VIAJE A UN LUGAR LLAMADO MEMORIA
CAPÍTULO N° 16: EL VALLE DE LA PERFECCIÓN
CAPÍTULO N°17: EL TEMPLO DE LA VERDAD
CAPÍTULO N° 18: EL PERGAMINO SAGRADO
Unas palabras de la autora...
CAPITULO 1:
ALGÚN DÍA LLEGARÁ MI PRÍNCIPE
Érase una vez una princesita delicada de cabellos dorados, llamada Victoria, que creía de todo corazón en los cuentos hadas y en la eterna felicidad de las princesas. Tenia una fe absoluta en la magia de los sabios, en el triunfo del bien sobre el mal y en el poderoso amor capaz de conquistarlo todo. En realidad, toda una filosofía basada en la sabiduría de los cuentos de hadas.
Uno de sus primeros recuerdos de la infancia eran sus baños de espuma, que le daban una apariencia cálida y sonrosada, tras los cuales se acurrucaba bajo su edredón de plumas rosa entre un montón de suaves almohadas dispuesta a escuchar las historias sobre hermosas doncellas en peligro que le leía la reina antes de dormir. Vestidas con andrajos o bajo el hechizo de un sueño de cien años, cautivas en una torre o víctimas de una catástrofe, siempre conseguían las rubias doncellas ser rescatadas por un príncipe valiente, apuesto y encantador. La princesita memorizaba cada palabra que su madre pronunciaba y, noche tras noche, se quedaba dormida tejiendo maravillosos cuentos de hadas en su imaginación.
-¿Algún día llegará mi príncipe?, - le preguntó una noche a la reina abriendo sus maravillosos ojos ámbar llenos de asombro e inocencia.
-SI, cariño - le contestó la reina- , algún día.
-¿Y será alto, fuerte, valiente, apuesto y encantador?, - le preguntó la princesita.
- Desde luego que sí. Tal y como lo has soñado e incluso más, pues será la luz de tu vida y tu razón de ser, ya que as¡ está escrito.
-¿Y viviremos felices para siempre como en los cuentos de hadas?, - le volvió a preguntar como si estuviera soñando, inclinando la cabeza y apoyando las manos en la mejilla.
La reina, acariciando el pelo de la princesita con suavidad y cariño, le contestó:
- Igual que en los cuentos de hadas. Y ahora a dormir, que ya es hora. - Le dio un cálido beso en la frente y se marchó de la habitación, cerrando la puerta con gran sigilo.
- Ya puedes salir, no hay peligro, - susurró la princesita inclinándose a un lado de la cama y levantando uno de sus volantes para que Timothy Vandenberg III pudiera salir de su escondite -. Venga, chico, - le dijo.
Su peludo amiguito saltó a la cama y fue a ocupar su sitio de costumbre junto a ella. En realidad, no se parecía a Timothy Vandenberg III sino a un chucho corriente, aunque la princesita lo amaba como si se tratara del más regio de los perros de la Corona. Le dio un efusivo abrazo y de ese modo, felices y contentos, se quedaron dormidos.
Cada día la princesita se maquillaba con los coloretes de la reina, se vestía con uno de sus trajes de noche y se ponía sus zapatos de tacón, imaginándose que eran zapatos de cristal. Arrastrando por el suelo la enorme falda, se paseaba por la habitación moviendo las pestañas con coquetería, mirando con dulzura y diciendo:
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- Siempre he sabido que vendrías, mi querido príncipe. En verdad, sería para mi un gran honor ser tu esposa. - luego, representaba las escenas de rescate de su cuento de hadas favorito, recitando las estrofas de memoria.
La princesita se preparaba con gran afán antes de la llegada de su príncipe y nunca se cansaba de interpretar su papel. A los siete años, sabía mover las pestañas, mirar de forma coqueta y aceptar propuestas de matrimonio a la perfección.
Durante la cena, y tras haber formulado la princesita su deseo en secreto y haber apagado las velas de su tarta de cumpleaños rellena con dulce chocolate, la reina se levantó y le entregó un paquete envuelto con gran esmero.
- Tu padre y yo pensamos que tienes ya edad suficiente como para apreciar este regalo
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