La Reformas Educativas Y La Formación Docente
Enviado por Lexycar22 • 17 de Septiembre de 2013 • 2.971 Palabras (12 Páginas) • 568 Visitas
La reformas Educativas y la formación docente
Investigación - formación docente
Antes de comenzar a hablar de reforma educativa y política de la educación se necesita analizar a fondo, en primera instancia, la formación de los maestros, en este caso, de donde nace y se forma al docente. A pesar de que se ha detectado hoy día que las fallas en el sistema educativo mexicano no solo se les atribuyen a los maestros, sino a todo el sistema educativo, complejo que comprende nuestra educación, es necesario analizar que a través de una reforma educativa en las escuelas normales y su vinculación con la realidad, así como su necesidad de apegarse a la globalización, se puede realizar una reforma educativa efectiva, capaz de llenar nuevas expectativas en la educación.
REFORMA EDUCATIVA Y FORMACIÓN DOCENTE
Investigar las escuelas normales: una necesidad
Siguiendo a Savín (2003), encontramos que existen o al menos están disponibles pocos estudios que nos permitan explicar la realidad que se vive en las escuelas normales en México: …uno puede ver excelentes trabajos universitarios sobre docencia, estilos de enseñanza, desarrollo curricular, pero muy pocos estudios sobre las escuelas normales y la enseñanza que allí se imparte… que aborden con profundidad su cultura, su identidad, sus visiones profesionales y los desencuentros.
Entre las concepciones que circulan dentro de ellas…esos saberes deben detectarse, construirse, sistematizarse, publicarse e incluirse en el diseño y la articulación de la reforma.
Si no los hay, entonces debemos iniciarlos. La reflexión anterior nos hace suponer que si bien las escuelas normales son, actualmente, instituciones de educación superior, no comparten las características de éstas últimas. El mismo hecho de que hayan sido motivo de pocos estudios es significativo. Desde mi opinión esto tiene que ver con la tarea que les es propia y con su proceso histórico. Quienes somos parte de esta cultura ya sea por habernos formado en ella y/o por ser nuestro espacio laboral, no somos ajenos a la percepción generalizada de lo que podríamos llamar “la cultura normalista” muy diferente a la universitaria. Se trata de una cultura definida como cerrada, precisamente porque no se ha caracterizado por compartir lo que se produce dentro, o manifestar su postura ante las propuestas de la política educativa nacional, sino más bien, asumir o consumir los productos de investigación sobre educación a través de los programas de estudio diseñados sin su participación.
Sin embargo parece que este no es un rasgo exclusivo del normalismo mexicano, ya que es compartido al menos por los docentes en gran parte de América Latina, según señala Torres (1996): “…se critica la endogamia de la formación docente, que produce una estrechez mental y cerrazón defensiva a los conocimientos de otros campos disciplinarios; una especie de blindaje a aprender cosas diferentes, y una peculiar forma mental que privilegia el cumplimiento de lo prescrito y busca la seguridad en la ejecución de recetas, sin recurso a la reinterpretación significativa de lo que se ordena”. Posiblemente el origen y la evolución de las escuelas normales como resultado de las políticas públicas emergentes para la educación básica, ha propiciado que hasta la fecha, muchas de ellas carezcan de una conciencia clara con respecto de sí mismas, lo que les ha impedido evolucionar hacia nuevas formas de interacción con otras instituciones.
Las reformas educativas: la brecha entre las propuestas y la
Realidad
Tal como lo ha señalado Torres (1998), la consigna de los países en desarrollo, a partir de la década de los noventa en materia educativa, ha sido el mejoramiento de la calidad de la educación.
Por su parte Gajardo (1999) nos dice:
El discurso sobre las reformas, se ha construido con base en acuerdos y recomendaciones internacionales sobre prioridades y estrategias para modernizar la educación y la enseñanza [lo que ha dado lugar] al diseño de políticas y programas que proponen asumir las actividades de reforma educativa como tareas estratégicas de largo plazo…que incluyen los conceptos de la calidad (mejores resultados en términos de aprendizaje escolar, trabajo productivo y actitudes sociales); eficiencia (mejor uso de los recursos y búsqueda de nuevas opciones financieras) y equidad (participación y atención prioritaria a los grupos excluidos).
La reforma curricular para la formación de profesores de educación secundaria, por ejemplo, puede definirse como una política pública que responde a demandas internacionales, compromisos de gobierno establecidos a partir de la firma del ANMEB, y necesidades reales; tanto en la formación de los nuevos profesores como en la urgencia de resolver problemas de fondo en la educación de los adolescentes de nuestro país.
El censo de 1990 arrojó un panorama preocupante de la situación de la educación en México, en particular la básica, ya que enfatizaba las grandes deficiencias en dos áreas prioritarias; español y matemáticas y dejaba al descubierto la necesidad de “tomar medidas urgentes tanto respecto de cobertura y eficiencia como de la renovación curricular y magisterial para la elevación de la calidad” (Latapí, 2006: 28). Una vez que se hubo reconocido la problemática de la baja calidad de la educación básica y su enorme complejidad, coincidiendo con el cuarto informe de gobierno del presidente Salinas, la SEP manifestó, precisamente a través del citado acuerdo, la intención de tomar acciones para resolver la problemática planteada, diseñando una serie de políticas que incidieran en todos aquellos aspectos que se reconocen como factor decisivo para la solución del problema.
En el momento de la firma del acuerdo, Zedillo (entonces Secretario de Educación) señalaba la importancia de hacer obligatorio el nivel de secundaria, argumentando de esta manera su importancia: “la secundaria incrementa la productividad, fortalece las instituciones sociales y económicas, contribuye a consolidar la cohesión social y la unidad nacional, mejora las condiciones de alimentación y salud, fomenta la conciencia de los derechos humanos y de la protección del medio ambiente y difunde actitudes cívicas con base en la tolerancia y el diálogo”
(Latapí, 2006: 27). En los múltiples estudios sobre la complejidad del fenómeno educativo, el docente, es reconocido como un factor fundamental en dicho proceso, dependiendo del enfoque, ocupa un papel más o menos protagónico, pero todos coinciden en la relevancia de su participación. Es comprensible que siendo un actor fundamental,
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