La Vida De Los Hombres Infames
Enviado por Lilyavij • 18 de Septiembre de 2013 • 3.528 Palabras (15 Páginas) • 4.838 Visitas
Introducción
En este ensayo daremos a conocer algunos de los puntos importantes del libro “La vida de los hombres Infames” publicado en 1970 de Michael Foucault. Este texto demuestra el interés de Foucault por lo que él llama «el rugido de la batalla». El libro es una verdadera antología de existencias.
Michel Foucault fue un historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés. Es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Sus análisis sobre el poder y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos.
Foucault dice que; el poder se construye y funciona a partir de otros poderes, de los efectos de éstos, independientes del proceso económico. Las relaciones de poder se encuentran estrechamente ligadas a las familiares, sexuales, productivas; íntimamente enlazadas y desempeñando un papel de condicionante y condicionado. En el análisis del fenómeno del poder no se debe partir del centro y descender, sino más bien realizar un análisis ascendente, a partir de los "mecanismos infinitesimales", que poseen su propia historia, técnica y táctica, y observar cómo estos procedimientos han sido colonizados, utilizados, transformados, doblegados por formas de dominación global y mecanismos más generales.
La vida de los hombres infames nos habla sobre los encuentros, a menudo dramático, a veces poético, entre los hombres ordinarios y el poder. Encuentros que tienen tanta más fuerza cuanto el segundo no se limita a «vigilar, espiar, sorprender, prohibir y castigar», sino que además «incita, suscita, produce»; que «no es simplemente un ojo y un oído», sino que «hace actuar y hablar». Para Foucault, dice que el «hombre infame» es antes que nada el hombre sin reputación, el hombre corriente y moliente a quien los focos del poder sacan por un instante de su obscuridad. En esta lucha contra aquello que lo oprime el hombre infame alcanza «el punto más intenso de su vida».
En el primer capítulo llamado “Las desviaciones religiosas y el saber médico”; nos habla del ^^sistema de transgresión^^ que en lo particular lo entiendo como la acción que va en contra de una ley, norma o costumbre. Sin embargo Foucault dice que “Este sistema no coincide realmente con lo ilegal o lo criminal, ni con lo revolucionario, ni con lo monstruoso o anormal, ni tampoco con el conjunto compuesto por la suma de todas esas formas de desviación”.
Nos habla de que la conciencia moderna nos otorga el privilegio de la distinción para de una manera ver lo normal y lo patológico el poder de delimitar lo irregular, lo desviado, lo poco razonable, lo ilícito y también lo criminal. Para así considerar lo extraño en virtud de esta conciencia, el estatuto de la exclusión cuando se trata de juzgar y de la inclusión cuando se trata de explicar. La división entre ambos lados del límite de las conformidades y las desviaciones, encuentra así una justificación y la apariencia de un fundamento en nuestra cultura.
A partir del siglo XVI se habla de los demonios, de cómo estos interfieren el ser humano para cometer malos actos a través de la ilusión y la imaginación. “Se está sometido al demonio en la misma medida en la que se puede estar sometido al error”. El desarrollo del saber médico en el siglo XVI no está ligado a la sustitución de lo sobrenatural por lo patológico, sino a la aparición de los poderes de trasgresión del cuerpo y de la imaginación. Médicos como Molitor o Weyer no han podido naturalizar lo demoníaco bajo forma de enfermedad.
El segundo capitulo “Médicos, jueces y brujos en el siglo XVII” se refiere a que no existe un ámbito que pertenezca de pleno derecho y de modo universal a la medicina. Durante demasiado tiempo la historia de la medicina ha sido una cronología de los descubrimientos: se contaba cómo la razón o la observación habían triunfado sobre los prejuicios, sorteando los obstáculos e iluminando las verdades ocultas. La medicina del siglo XIX creyó que establecía lo que se podría denominar las normas de las enfermedades demoniacas. El principio de la investigación hacia esta patología se refiera a; variaciones que radican en el propio saber médico, en sus técnicas de investigación y de intervención, en el grado de medicalización alcanzado por un país, pero también en las normas de vida de la población, en su sistema de valores y en sus grados de sensibilidad, en su relación con la muerte, con las formas de trabajo impuestas, en fin, con la organización económica y social. En último término la enfermedad es, en una época determinada y en una sociedad concreta, aquello que se encuentra práctica o teóricamente medicalizado. Desde el siglo XVI al XIX, había redefinido los límites de la locura se vio entonces medicalizado. Y con esto dio paso a la brujería y de la posesión; clásicamente se admite que ambas son casos patológicos que no fueron reconocidos como tales en su momento, el médico de entonces no demostraba que el diablo era simplemente una alucinación, sino que quería probar que su modo de acción no consistía en aparecer realmente adoptando la figura de un macho cabrío o transportando realmente las brujas al sabbat, sino actuando sobre los cuerpos, los humores y las mentes de los sujetos más frágiles.
En el siguiente capítulo “La sociedad punitiva” nos habla de que en el régimen penal de la época clásica se encuentran entremezcladas cuatro grandes formas de táctica punitiva, cuatro formas con orígenes históricos diferentes que tienen cada una, en función de las sociedades y de las épocas, un papel casi exclusivo, o al menos privilegiado:
1. Deportar, expulsar, desterrar, enviar fuera de las fronteras, impedir el paso a determinados lugares, destruir la casa, borrar el lugar de nacimiento, confiscar los bienes y las propiedades.
2. Imponer una recompensa, un rescate, convertir el daño infligido en una deuda de reparación, reconvertir el delito en obligación pecuniaria.
3. Exponer a la vista pública, marcar, herir, amputar, señalar con una cicatriz, marcar con un signo el rostro o la espalda, imponer una tara de un modo artificial y visible, en suma, apoderarse del cuerpo y grabar en él las marcas del poder.
4. Encerrar.
Uno de estos modelos tiene que ver con la infamia, es decir, con los efectos de la opinión pública. La infamia es una pena perfecta, ya que es la reacción inmediata y espontánea de la sociedad misma, varía en cada sociedad, está graduada según la nocividad del
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