La isla de los ciegos a color

Reseña: La isla de los ciegos al color

Oliver Sacks

Por Ana Belén Gómez

Oliver Sacks, reconocido neurólogo y escritor, otra vez me sorprende, en esta ocasión,  con su habilidad para captar mi atención e interés por dos raros trastornos neurológicos: la acromatopsia (incapacidad para ver los colores) y el lytico-bodig (trastorno degenerativo, progresivo y, en la mayor parte de los casos, mortal). Con un vocabulario sencillo, claro, y un estilo de comunicación narrativo, que se aleja mucho de los incomprensibles términos científicos utilizados en libros especializados, mezclando ciencia y crónica narrativa, dirige mi atención hacia su incesante investigación de habilidades mentales humanas y su poder de adaptación al medio y a sus circunstancias personales, a su propio ser. Concluye su libro, divagando, con un aparente paralelismo entre la capacidad de adaptación y supervivencia en el tiempo de las milenarias cicas o falsas palmeras.

Desde una mirada social, “La isla de los ciegos al color”, muestra la inquietud y ansias de conocimiento de Sacks, que le hacen trasladarse a un lugar tan remoto, exótico, misterioso y desconocido para mí, como son las islas de Micronesia. El neurólogo relata sus expediciones y describe las patologías que lo han llevado hasta allí como médico, investigador y persona curiosa, así, nos muestra la repercusión personal  y social en los afectados, nos inicia en la botánica del lugar, la geología, la historia y cultura de las islas… Haciendo gala de sus amplios conocimientos y erudición, se sitúa y nos sitúa, en el contexto para facilitar el análisis de la realidad.

En la primera parte del libro, relata la forma de vida de una población que, a pesar del desconocimiento de la misma, por común, ha asimilado y normalizado la acromatopsia y hasta ha adaptado algunas profesiones (como la de los pescadores nocturnos).

Aun no teniendo acceso a ayudas técnicas específicas, han adaptado perfectamente sus vidas a sus circunstancias y sus circunstancias a sus vidas estando plenamente incluidos en la sociedad. La acromatopsia no parecería incapacitante con los avances actuales de estar a su alcance. Según describe el autor, la hipersensibilidad, él, la palia con unas simples viseras y, respecto a la agudeza visual… según dice la ONCE, es mejorable: “La agudeza visual se determina en cada ojo por separado y con la mejor corrección de gafas o lentes de contacto que requiera la persona”. (http://www.once.es/) 

No parece complicada la consecución de una mejor calidad de vida y, a pesar de esta carencia de recursos para las personas con acromatopsia en Phompei y Pingelap, viven integradas en sociedad.

En su libro “Veo una voz. Viaje al mundo de los sordos” Sacks, se introdujo en la comunidad Sorda  para constatar cómo se asimila culturalmente un rasgo diferenciador y, en su interés por mezclarse con el objeto de estudio, el autor, en esta ocasión y con igual éxito, busca los lugares del mundo donde se dan los mayores valores de personas con acromatopsia entre la población, lo que le lleva a la isla de  Phompei y a uno de sus ocho atolones, Pingelap.

Particular lugar al que debe el título este libro y donde la tasa de personas con acromatopsia en la actualidad alcanza al 20%. (http://acromatopsia.galeon.com/quees.htm) 

En esta adaptación e inclusión de las personas con acromatopsia en estas localidades se ha producido, aunque inconsciente, la implicación, interactuación, sinergias,  de las tres partes: las personas afectadas, colaterales, adaptación del medio.

Esto verifica que las barreras más consistentes, más sólidas, están en la mentalidad de las personas, salvado eso… la vida mejora mucho. El medio, el contexto, lo puede modificar y adaptar a sus necesidades el ser humano.

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