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La leyenda de Rómulo y Remo


Enviado por   •  19 de Abril de 2013  •  Ensayo  •  382 Palabras (2 Páginas)  •  520 Visitas

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Masa

César Vallejo

Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo

La leyenda de Rómulo y Remo

Rea Silvia se encontraba durmiendo en la orilla de un río en la ciudad de Alba Longa y el dios Marte se quedó enamorado de ella y la dejó embarazada. Rómulo y Remo sus hijos fueron echados en una cesta al nacer al rio tiber porque el rey Amulio estaba matando a todos los herederos de su trono y que a la vez destrono a su hermano Numitor. Entonces la cesta encallo en algún lugar de este rio donde los niños fueron amamantados por una loba (Luperca) y más tarde fueron recogidos por el pastor Fausto. Después fueron cuidados por su mujer.

Más tarde cuando ya eran adultos descubrieron su origen, volvieron a su ciudad natal y mataron a Amulio y pusieron a su abuelo (Numitor) en el trono.

Más tarde los hermanos decidieron fundar una ciudad en el lugar donde la cesta había embarrancado. Remo al ver 6 aves en el cielo entendio que significaba que debía fundarla sobre Aventino en cambio Rómulo al ver 12 aves sobre el monte Platino entendí que debía asentar su ciudad ahí. Rómulo marco con un arado los límites de la ciudad y juro matar a todo el que cruzase por ahí. Remo bajo el efecto del alcohol paso por el arado, entonces Rómulo no tuvo más remedio que matarlo. Lleno de tristeza y arrepentimiento lo enterró en la cima del monte Platino y le dio nombre a su ciudad. Rómulo quedo como único soberano y creo el senado, compuesto por cien miembros cuyos descendientes fueron llamados patricios y dividió la población en 30 congregaciones. Además para poblar la ciudad, Rómulo aceptó todo tipo de gente refugiados, libertos, esclavos, prófugos, etc.

.

Se le acercaron dos y repitiéndole:

«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,

clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,

con un ruego común: «¡Quédate hermano!»

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra

le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;

incorporose lentamente,

abrazó al primer hombre; echose a andar.

...

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