La trama de la novela Antigona
Enviado por • 20 de Agosto de 2014 • Resumen • 740 Palabras (3 Páginas) • 230 Visitas
ANTIGONA O LA ELECCION
¿Qué dice el medio día profundo? El odio se cierne sobre Tebas. Desde que murió la Esfinge, todo acaece de día. Los transeúntes parecen sonámbulos de una interminable noche blanca. Yocasta se ha estrangulado para no ver el sol. La gente duerme de día, ama de día. los corazones están tan secos como los campos, el corazón del nuevo rey esta tan seco como la roca. Tanta sequedad llama a la sangre. Edipo se ha quedado ciego de manipular rayos oscuros. Solo Antígona soporta las flechas que dispara la lámpara de arco de Apolo, como si el dolor le sirviera de gafas oscuras. Abandona aquella ciudad. Acompaña a Edipo fuera de la ciudad. Guía por el camino del exilio al padre que es, al mismo tiempo, su hermano mayor. Despeinada, sudorosa, sigue a campo traviesa la pista de los ejércitos sembrada de botellas vacías, de zapatos usados, de enfermos abandonados, que los pájaros de presa toman ya por cadáveres. Se dirige a Tebas, como San Pedro a Roma, para dejarse crucificar. Entra por una puerta disimulada en las murallas, coronadas de cabezas cortadas. Trepa hasta las plataformas e donde mujeres y niñas gritan de alegría cada vez que un disparo respeta a uno de los suyos. Vuelve a bajar, arrastrada por el peso de su corazón, hacia los bajos fondos del campo de batalla; anda sobre los muerto como Jesús sobre el mar. Reconoce a Polinice, por la soledad que lo reda como una guarida de honor. Aun estando muerto, Polinice existe igual que el dolor. Tienen en común su espantosa virginidad que consiste en no ser ya de este mundo. Un oscuro instinto de posesión la inclina hacia ese culpable que nadie va a disputarle. Aquel muerto es la urna vacía donde echar, todo el vino de un gran amor. Sus delgados brazos levantan trabajosamente el cuerpo: lleva a su crucificado como quien lleva una cruz. Desde lo alto de las murallas, Creonte ve llegar a aquel muerto sostenido por su alma inmortal. Cuando se ve libre de su muerto, aquella muchacha que baja la frente parece soportar el peso de dios. Creonte se enfurece al verla, como si sus harapos cubierto de sangre fueran una bandera. La ciudad sin compasión ignora los crepúsculos: el día oscurece de golpe. Avanza en la noche fusilada por los faros: sus cabellos de loca, sus harapos de mendiga, sus uñas de ladrona, muestran hasta dónde puede llegar la caridad de una hermana. Corren un velo sobre la agonía de Antígona. Creonte la expulsa a las alcantarillas, a las catacumbas. Ella regresa al país de las fuentes, de los tesoros, de las semillas. Rechaza a Ismena, que no es más que una hermana en la carne; al apartar a Hemon evita la horrible posibilidad de partir vencedores. Hemon, convertido a la desgracia, hijo de un hombre ciego, es el tercer aspecto de su trágico amor. Llega a tiempo para ver como ella prepara el complicado sistema de chales y poleas que le permitirá evadirse hacia Dios. El tiempo ya no existe en aquella Tebas sin astros. Creonte, acostado
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