La trama del libro Alegro, Manón y Tropo
Enviado por gaby468 • 25 de Noviembre de 2013 • Resumen • 958 Palabras (4 Páginas) • 751 Visitas
Alegro, Manón y Tropo
Ese invierno nevaba demasiado. El bosque dormía bajo una gruesa frazada blanca. Los pinos estiraban sus helados dedos verdes para acariciarse unos a otros, mientras el viento aullaba día y noche.
Guillermo - el leñador- sentado junto a la ventana de su cabaña, miraba las figuritas que formaba la nieve al caer lentamente. De vez en cuando, lustraba su hacha y volvía a guardarla, suspirando.
Estaba muy preocupado. Ya casi no le quedaban alimentos y él no podía salir de su casa si seguía nevando tanto. Pero Guillermo no estaba preocupado por él, sino por sus tres animalitos: Alegro, un perro ovejero que bostezaba aburrido a sus pies; Manón, la elástica gata blanca enamorada del vuelo de los pájaros y Tropo, el gallo de plumas violetas y cresta colorada...
Guillermo no sabía ya qué darles de comer, mientras Alegro se ponía flaquito como un renglón. Manón maullaba en busca de leche y Tropo se arrugaba sin su maíz.
- No quiero que mis animalitos se enfermen...-se lamentaba el leñador-. ¡Debo hacer algo para salvarlos!...
pero el viento era un grito de lobo alrededor de la cabaña.
-En cuanto mejore el tiempo, los llevaré hasta el mercado del pueblo. Allí podré regalarlos... Como son animales tan hermosos, seguramente encontraré quienes quiera llevárselos para sus casas... - pensaba Guillermo en voz alta, como buen solitario que era-. Alegro es un ovejero excelente... Manón sabe hacer acrobacias en los pinos... Tropo suelta un kikirikí como cien campanillas de cristal sonando juntas... Sí; será lo más conveniente para ellos: en cuanto mejore el tiempo los voy a llevar al mercado para regalarlos...
El perro lo estaba escuchando con mucha atención, acostado junto al hogar. La gata se hacía la dormida en la falda de Guillermo y también había escuchado todo, con sus orejitas paradas. Y lo mismo el gallo, que dejó escapar un kikirikí debido al susto, aunque eran las cinco de la tarde.
Esa noche, mientras el leñador dormía, Alegro, Manón y Tropo se pusieron a conversar muy bajito - para no despertarlo- mientras la luz de una vela proyectaba sus sombras sobre las paredes.
-Tenemos que encontrar la manera de quedarnos con Guillermo -dijo el perro-. Es tan bueno... Lo quiero tanto... -gemía Manón. -Yo también lo quiero muchísimo... -agregó el gallo. -Y yo -musitó Alegro.-Este invierno no ha podido cortar suficiente leña... Está muy pobre... Ni come para alimentarno a nosotros tres... pero... ¿qué podemos hacer? ¿Qué?
La vela ya se había consumido cuando Tropo voló sobre la mesa, muy contento: -¡Tengo una idea! -exclamó-. ¡Se me prendió la cresta! Escúchenme: Manón deberá aprender a ladrar como Alegro. Alegro aprenderá a cantar kikirikí como yo y yo voy a aprender a maullar como la gata. De esa forma, ayudaremos a Guillermo y ya no deberá regalarnos. No existe en el mundo una gata que ladre, ni un gato que maúlle y menos un perro
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