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La verdadera escencia del vivir en "Vida que olvida" de Justo Arroyo


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2015  •  Ensayo  •  1.652 Palabras (7 Páginas)  •  227 Visitas

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La noción de la vida es algo que muchos filósofos y eruditos han cuestionado y debatido desde los principios de nuestro origen. El significante grado de complejidad y controversia que yace en el fundamento más profundo de este concepto, se hace evidente en la pluralidad y en la variedad de sus significados. No obstante, existen mentes ingeniosas como la del autor Justo Arroyo, que permiten desenvolver la ambigüedad de dicho término, iluminando al lector sobre el verdadero aspecto primordial que encarna la vida; aquel que trasciende del mero carácter biológico del pasar de “no ser” a “ser”. En su obra Vida que olvida, Arroyo retrata las crudas realidades que se enfrentan ante la familia Regalado, en un panorama espacio-tiempo donde los personajes se desenvuelven paralelamente a los acontecimientos histórico patrióticos que se dieron en el Istmo desde los finales del siglo XVII hasta los principios del XX. Así, Justo Arroyo logra ensamblar y conectar los caminos que nos guían a nosotros, los lectores, hacia un mismo destino clarividente. Es ahí donde caemos en cuenta de que la vida es una larga distancia que se mide en experiencias; unas que se recuerdan, y otras que se olvidan.

​La historia abre con el instante en que Pedro Regalado, un abogado bogotano de ojos claros y cabello rubio, observa el ahorcamiento de su cliente, el insigne liberal Pedro Prestán, quien había sido falsamente acusado de incendiar la ciudad colonense que, en aquel entonces, pertenecía al proyecto de la Gran Colombia. Desde sus más profundos pensamientos, se presencian los primeros atisbos del amor y la veneración que siente Pedro Regalado por su madre patria al igual que por los que velan por ella. Asimismo, se hacen evidentes el odio y el rencor que él siente hacia aquellos que la corrompen y la deshonran, lo cual despierta cierto grado de insatisfacción por el suelo de su nuevo comienzo, su nueva vida que emprende junto a su amada, la bella y voluptuosa Antonia, en Colón. Esto lo hace aterrizar en la concepción más pesimista del entonces Departamento panameño, dándose cuenta de la ironía que yacía en la situación que lo rodeaba: “él, que había venido a Panamá para escapar de las guerras de Colombia, había caído de bruces en una.” (Arroyo, 11) Este hecho es el que marca el inicio de toda una cronología de desdicha, sufrimiento y aflicción, ya que no fueron más que adversidades las que realmente definieron el trayecto de vida de Pedro Regalado, y las que lo moldean en el frívolo personaje que llega a ser. Regalado se vio enfrentado ante el triste juicio de un admirado patriota y a una serie de batallas en Colombia que desataron la tristeza en su ser, pero de todo esto se desembocó una batalla aún peor; una batalla interpersonal, en la que su mayor enemigo y contrincante no era nadie más que él mismo.

La idiosincrasia de su miseria se ve reflejada en su erróneo comportamiento que se atañe al trato de sus hijas, Martina, Nicolasa y Aminta. Una vez que Panamá se separa de Colombia, Pedro Regalado empieza a vivir constantemente bajo un resentimiento anacrónico con esperanzas de que estas volvieran a ser una entidad unida. Esto lo conlleva a aislarse en un mundo oscuro, estableciendo barreras que dejaban a su familia por fuera. Eventualmente, toda la familia Regalado se vio influenciada y afectada por el carácter que prevalecía en su ser. En el caso de Martina, a quien su padre llamó su “cielo negro”, prevaleció el rechazo, la negligencia y el desprecio por parte de su padre. Pedro Regalado veía a su primera hija como un pequeño monstruo, en lugar de una bendición, lamentando las carencia de belleza superficial de la pobre criatura y agravando su naturaleza violenta y grotesca. “Y, sin pensarlo, confiaban en su transformación, en que la adolescencia y el desarrollo metamorfosearían a su hija, mudando la crisálida en mariposa.” (25) Tanto Antonia como Pedro estaban anuentes de la condición de su primera hija, mas fue el padre el que no logró aceptarla tal y como era. Por ende, Martina crece convencida de que ella representa el epítome más horrendo de la mujer, y vive una vida trágica y abusiva. Esa atmósfera fatalmente lúgubre que caracterizó la relación de Pedro y Martina, fue, efectivamente, la que quebró el lazo paternal con sus otras dos hijas, su “cielo gris” y su “cielo azul”. El desprecio de Pedro fue disminuyendo conforme Nicolasa y Aminta nacieron, respectivamente. La más pequeña, Aminta, encarnaba la perfección de la belleza, mientras que Nicolasa se encontraba en un punto medio entre lo lindo y lo feo. Pedro Regalado todavía fallaba en asumir su papel de padre, por no poder dejar atrás la separación de Panamá de Colombia. Consecuentemente, su modo de “vivir” siguió afectando de forma negativa la de sus propias hijas. Nicolasa también

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