Lectura: Preguntas para una nueva Educación de William Ospina
Enviado por AROL • 13 de Octubre de 2014 • Informe • 474 Palabras (2 Páginas) • 468 Visitas
Lectura: Preguntas para una nueva Educación de William Ospina.
En el texto, el autor entre otros aspectos, aborda de manera vehemente el poco interés de un sector de la juventud contemporánea por indagar y conocer los hechos y las personas que han marcado significativamente el proceso evolutivo de de la humanidad en materia científica y cultural y destaca especialmente este aspecto, en el sentido de indicar que pensamos que nunca en la historia hubo una humanidad mejor informada y reitera el interrogante formulado Estanislao Zuleta quien señalaba ¿la sociedad industrial, la caracteriza la mayor racionalidad en el detalle y la mayor irracionalidad en el conjunto? Sostiene que nada es más omnipresente que la información, pero precisa que los medios tejen cotidianamente sobre el mundo algo que tendríamos que llamar “la telaraña de lo infausto”. Señala que el periodismo está hecho sobre todo para contarnos lo malo que ocurre, de manera que si un hombre sale de su casa, recorre la ciudad, cumple todos sus deberes, y vuelve apaciblemente a los suyos al atardecer, eso no producirá ninguna noticia. Reprocha que el cubrimiento periodístico suele tender, sobre el planeta, la red fosforescente de las desdichas, y lo que menos se cuenta es lo que sale bien, que nadad tiene tanta publicidad como el crimen, tanta difusión como lo accidental, nada será más imperceptible que lo normal. Reconviene que en otros tiempos, la humanidad no contaba con el millón de ojos de mosca de los medios zumbando desvelados sobre las cosas, y es posible que ninguna época de la historia haya vivido tan asfixiada como esta por la acumulación de evidencias atroces sobre la condición humana. Ahora todo quiere ser espectáculo, la arquitectura quiere ser espectáculo, la caridad quiere ser espectáculo, la intimidad quiere ser espectáculo, y una parte inquietante de ese espectáculo es la caravana de las desgracias planetarias.
Increpa que nuestro tiempo es paradójico y apasionante, y que de él podemos decir lo que Oscar Wilde decía de ciertos doctores: “lo saben todo pero es lo único que saben”. Señala que el periodismo no nos ha vuelto informados sino noveleros; que la propia dinámica de su labor ha hecho que las cosas sólo nos interesen por su novedad: si no ocurrieron ayer sino anteayer ya no tienen la misma importancia. Por otra parte, asevera que la humanidad cuenta con un océano de memoria acumulada; al alcance de los dedos y de los ojos hay en los últimos tiempos un depósito universal de conocimiento, y parecería que casi cualquier dato es accesible; sin embargo tal vez nunca había sido tan voluble nuestra información, tan frágil nuestro conocimiento, tan dudosa nuestra sabiduría, que ello demuestra que no basta la información: que se requiere un sistema de valores y un orden de criterios para que ese ilustre depósito de memoria universal sea algo más que una sentina de desperdicios.
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