Leyendas de la V region
Enviado por Catalina Figueroa • 12 de Septiembre de 2015 • Trabajo • 1.471 Palabras (6 Páginas) • 1.547 Visitas
La Piedra Feliz
Enclavada en Las Torpederas, balneario de Valparaíso, la gigantesca roca atraía a los desheredados del amor, a los desdichados por problemas financieros y a los enfermos incurables. El pueblo la bautizo con el extraño nombre de “Piedra Feliz” que muy por el contrario era la piedra de los infelices. Abajo, al pie de la roca, allá donde el mar se arremolina, grandes ramazones de huiros y cochayuyos, como los tentáculos de un animal fabuloso, esperan a los torturados... Es el coro de los fantasmas de los cientos de desaparecidos entre esa maleza marina.
El encanto de La campana
En remotos siglos, el cono del cerro de La Campana era un peñasco reluciente de oro y piedras preciosas, codiciado por una nación extranjera y valerosa, que vino a conquistarlo. Pero los brujos del lugar, resolvieron burlar la codicia de los forasteros, disponiendo que en una noche cayera sobre el cerro una espesa capa de granito que ocultó sus codiciados tesoros.
Han pasado siglos y muchos aún siguen buscando las riquezas entre las rocas, pero los brujos tienen afilados los puñales con que quitarán la vida al que rompa el encantamiento de La Campana
La cueva del pirata de Laguna verde
En 1578, a borde del Golden Hide el pirata Francis Drake y su tripulación permanecieron durante tres días en el puerto de Valparaíso saqueando una ciudad solitaria, cuyos habitantes se refugiaron en los cerros.
Sin embargo, insatisfecho con el botín ya acumulado robó un cáliz de oro, un crucifijo de plata y unas vinajeras de la iglesia La Matriz.
Se cuenta que Drake al pasar frente a Laguna Verde, un lugar costero cercano al puerto de Valparaíso, decidió ocultar sus tesoros en una cueva natural protegida siempre por grandes olas. Esta es la gruta conocida como “la cueva del pirata”.
Muchos pescadores y marinos aseguran haber divisado por la noche pequeñas luces azules que corren desesperadas al interior de la gruta como indicando el lugar exacto del tesoro.
El monstruo de la laguna El Plateado
Durante el verano, los habitantes de Playa Ancha llegaban hasta las refrescantes aguas de la laguna El Plateado. Pero muchos fueron los que cayeron víctimas del monstruo que habitaba en aquel lugar.
Quienes cuentan haberlo visto, aseguran que era grande como un mantel y albo como una sábana; su contorno de numerosas garras finas y transparentes y su cuerpo cubierto de tentáculos que se adhieren al cuerpo de su víctima para sorberles la sangre hasta la última gota.
Ninguna víctima logró jamás librarse de la bestia.
El callejón del diablo
Hace muchos años vivían en Cartagena dos hermanas muy pobres, que angustiadas por su situación y sin poder encontrar una solución decidieron hacer un pacto con el diablo.
Pasaron años en que gozaron de un buen vivir, pero cuando ya se acercaba el día en que el diablo las vendría a buscar, ellas se arrepintieron de lo que habían hecho y consultaron a un cura para encontrar la manera de salvarse, a lo que él no muy seguro les sugirió que construyeran una iglesia, y así lo hicieron, ubicándola a un costado de Playa Chica, camino a San Antonio.
Cuando llegó el diablo a buscarlas, ellas se refugiaron en la iglesia, y como él no podía entrar hizo trizas el techo y la maldijo, así la iglesia nunca volvería a tener techo.
A las hermanas las convirtió en lechuzas, las cuales aún se posan en los costados de la cruz del altar en noches de tormenta.
La virgen que lloro seis días
En Valparaíso, sobre uno de los muros de adobe de la iglesia La Matriz del Salvador, colgaba una pequeña representación del rostro de la Virgen de la Aurora.
Con motivo del terremoto que azotó al puerto en 1822, una devota a la virgen acudió hasta el retrato para rogarle por el término de tanto sismo y desgracia. Al levantar su mirada al rostro de María, vio que por sus mejillas comenzaban a rodar dos puras y reales lágrimas. Desde ese momento comenzó el llanto de la imagen.
Muchos fueron los que constataron el hecho y los porteños llenaron de ofrendas de devoción a la virgen.
Actualmente la imagen de la Virgen de la Aurora se guarda en la oficina del cura, casi olvidada.
La silla del gobernador
Se cuenta que en 1759, gobernaba en Valparaíso el tirano Antonio Martínez de la Espada de Ponce de León, quien en su casa de gobierno tenía una singular silla, donde se sentaba para dictar decretos denigrantes y opresivos ganándose el odio de los porteños.
Aseguran que un elevado cerro, el cual nace en la cordillera de la costa y termina en las cercanías de Punta de Huesos, en Pichidangui, y que tiene forma de silla fue bautizado como “La silla del gobernador”, como un irónico homenaje al detestable tirano. La fama del gobernador fue como la de ese cerro que, lejano y solitario, emergía entre la niebla y las nubes solamente antes de un aguacero.
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