Liderazgo
Enviado por argenisanta • 24 de Enero de 2014 • 1.163 Palabras (5 Páginas) • 169 Visitas
Del amor, los prejuicios y la soledad
Andrés Monroy
Somos seres emocionales. En medio de las emociones nos movemos y vivimos. Primero aprendimos a emocionarnos y luego a razonar. Esta afirmación es antropológicamente demostrable: en el proceso evolutivo nuestros antepasados ya tenían el soporte de una estructura cerebral primitiva, un paleo cerebro; más tarde se conformó el llamado cerebro límbico, centro de las emociones, y muchos miles de años después se produjo el desarrollo de la neocorteza, el cerebro pensante. Como vemos, la razón llegó más tarde.
En nuestro devenir como especie logramos sobrevivir gracias a la capacidad asociativa, basada en la solidaridad grupal, aun antes de aparecer el lenguaje. Eso solo fue posible gracias a la confianza relacional, un proceso eminentemente emocional, cohesionador e inconsciente. La absoluta certeza de poder confiar en el apoyo y sostén del grupo, en cualquier circunstancia, hacia actuar a cada miembro del clan con libertad y en función de éste. No se calculaban conveniencias ni intereses, simplemente se confiaba y se actuaba.
El desarrollo generó formas distintas de relacionarnos. Aprendimos a ser racionales, calculadores y analíticos. Inventamos justificaciones para separarnos, para competir. El amor relacional (basado en la compasión y la colaboración), que nos identificaba como la gran familia de mamíferos superiores, capaz de luchar, adaptarse y sobrevivir en las más duras condiciones, dio paso a la soledad, al aislamiento, al individualismo.
Hoy la lucha no es contra los elementos, es contra nosotros mismos. A pesar de la tecnología y los avances en todos los campos, que en apariencia nos permiten llevar una vida más satisfactoria, la soledad del hombre se percibe a distancia.
Si toda relación se basa en la confianza, dicha relación no puede producirse en tanto veo amenazas alrededor. La mayoría de las veces no son reales, no obstante hay algo que es aun peor que éstas: los prejuicios, el cáncer de toda relación, del amor.
De acuerdo con Humberto Maturana, el amor es un fenómeno biológico, propio del ambiente relacional animal. El amor surge (o no surge) en la relación con el otro. Tal vez por eso el mundo es lo que es hoy.
Por otro lado, es imposible para el ser humano no hacer juicios, estamos constantemente emitiendo opiniones o haciendo valoraciones sobre todo lo que nos ocurre. Estas pueden ser válidas o inválidas, dependiendo de la certeza que la acompaña. Podemos emitir un juicio sobre cualquier cosa, por ejemplo decir “Barquisimeto es una ciudad calurosa” y al hacerlo podemos confirmar si ese juicio (distinción) es compartido o no por los demás, y si hay elementos de medición que avalen o no mi percepción.
Los prejuicios, por su parte, constituyen posiciones o ideas pre concebidas, no requieren comprobar su validez, ya está validada por el que lo emite, es cosa juzgada.
La mayoría de los prejuicios que hacemos son destructivos. Ellos señalan nuestra forma de interpretar inconscientemente las posturas, acciones y formas de ser de los demás. Los prejuicios representan una de las peores facetas del ser humano, una especie de “lado oscuro”, una condena.
¿Cuántas veces no hemos etiquetado negativamente a alguien sin siquiera conocerlo, y luego nos damos cuenta de lo equivocado que estábamos? No obstante, debemos entender que detrás de todo prejuicio hay temor, dolor, etc. En ocasiones puede ser más fácil ver las carencias ajenas que las propias.
Los prejuicios, y el ser prejuicioso, lo aprendemos a lo largo de la vida. Como ya dijimos, tiene que ver con el tipo
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