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Mas Allá Del Bien Y El Mal


Enviado por   •  11 de Abril de 2013  •  3.151 Palabras (13 Páginas)  •  561 Visitas

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El primer capítulo de este libro se titula Los Prejuicios de los Filósofos, en él cuestiona Nietzsche las razones que han llevado a los filósofos a buscar obstinadamente la verdad en todos los tiempos. ¿Cuál es el valor de esta voluntad?, se pregunta el autor y, sobre todo, ¿por qué motivo sacrificar la complejidad de la vida a este interés de descubrir en ella sólo lo verdadero? Nietzsche entiende que es justamente esta necedad el hecho que más ha influido en la creencia de que existe una oposición entre los valores, es decir, que todo lo relacionado con la verdad es bueno, mientras que todo lo que se halla lejos de ella, es malo.

La falsedad hace parte activa del mundo y habita en la raíz misma de la voluntad humana. Sin embargo, para los filósofos las falsaciones de la realidad son nocivas, afectan el control que puede tenerse de las cosas y, en consecuencia, deben evitarse. Lo que deduce Nietzsche de este asunto es que el conocimiento (ciencia y filosofía) no es otra cosa que la defensa de aquel prejuicio primario de considerar que lo único positivo es la verdad. En un mundo en el que la naturaleza supera cualquier deseo de comprensión, y en donde la objetividad es un discurso contradictorio, lo que debería proponerse no es una voluntad de verdad, sino una voluntad de poder, un libre arbitrio que elude los fines teleológicos y se concentra en los inmediatos.

Nadie comprenderá nunca enteramente lo que existe, como tampoco logrará saber lo que sepa distanciándose de sí mismo a través de una aparente objetividad. En cambio, sí podrá mandar a su antojo en aquello que encuentra en su vida, identificarse y utilizarlo, sin importar si coincide o no con una verdad universal. Un hombre que acomoda todos sus valores al deseo de verdad se auto-coacciona y encierra en el plano de lo dogmático, pues ya no podrá identificar la no-verdad con algo útil o positivo. Es una especie de traición a sí mismo, piensa Nietzsche, pues lo mejor es considerar que los valores constantemente están definiéndose en la vida, que son relativos, y que, más que con la verdad, tienen que ver con la voluntad de decisión.

Tres campos del conocimiento se han erigido en la historia como portadores de la verdad, imponiendo con tenacidad sus valores a los hombres: la ciencia, la filosofía y la religión. Cada uno de estos campos es examinado en distintas partes de su libro por Nietzsche, quien muestra que todos coinciden en actuar como una enfermedad progresiva, un virus que aniquila una por una las potencias del hombre, hasta convertirlo en su servidor ciego. Asimismo, aunque son producto de épocas concretas, desarrollan en sus discursos ideas universales (del hombre, del mundo, de la verdad) y, por ende, luego de que su forjador concreto, es decir, el filósofo, el científico o el religioso, mueren, continúan entendiéndose como absolutas. Este desfase es descrito por Francisco Gomá del siguiente modo:

“Nietzsche había dejado claro que los grupos humanos y las épocas históricas se determinan por sus respectivos sistemas de valores. Los hombres luego se olvidan de haber creado estas tablas de valores, las proyectan como válidas para siempre y se rigen por ellas. El dogmatismo de los valores es el resultado de este engaño. Según que la vida afectiva sea fuerte o débil, así serán los valores que hacen las veces de ideales orientadores” [3]

La ciencia. Toda ciencia es relativa pues se trata de una forma de simplificación del mundo; en este sentido, sus valores no deben postularse como universales y mucho menos defendérselos a ultranza. Durante un largo periodo de la historia humana, al que Nietzsche llama premoral, “se juzgaba del valor y del no-valor de un acto por sus consecuencias; el acto, por sí mismo, se tomaba tan escasamente en consideración como su origen”. Sólo con el advenimiento de otro periodo de la historia, el moral, aparecerá el imperativo “conócete a ti mismo”, bajo el cual las lógicas de la ciencia ampliarán su dominio.

Lo que se infiere de esto es que, en un primer momento, el conocimiento que sobre el mundo tuvo el ser humano era sustancialmente práctico, se refería de modo exclusivo al éxito o fracaso de sus acciones. La ciencia fomentó una nueva manera de entendimiento por la cual el hombre ya no esperaba al final de sus actos para examinarlos, sino que en su propio origen encontró teorías, principios e intenciones, fórmulas vinculadas con un objetivo de unificación del mundo basado en la verdad. El discurso científico indica desde entonces el camino para interpretar nuestra realidad, dejando a un lado la acción directa que fue característica de nuestro pasado.

La filosofía. Nietzsche asegura que “todos los filósofos se han imaginado en todos los tiempos haber fundamentado la moral, pero la moral, por sí misma, era considerada como una cosa ‘dada’”. El gran precio que se pagó por esta fundamentación fue el menosprecio de cualquier otra cosa: los instintos, la duda e, incluso, la voluntad han estado ausentes de la filosofía cuando no se acoplan, más o menos a las normas de la razón. Así, la verdad y la moral, en toda la historia del pensamiento, se hallan en la razón, y el hombre sabio buscará siempre acomodar lo mejor posible sus acciones a la razón, pues de este modo resultarán virtuosas.

Nietzsche califica como moral de rebaño esta insistencia en la adaptación y el amoldamiento; todo lo que podría ser glorioso en el hombre, especialmente, su voluntad, se reduce aquí a una cuestión de acomodo a la regla universal de la razón. Lo que antes era útil, ahora resulta perverso; en donde se vio alguna vez germinar el instinto, ahora se le ataca por improcedente. El filósofo, visto desde esta óptica, ya no toma riesgos en la vida, simplemente transita por el universo juzgando desde la seguridad de su razón cada acto; es un ser prudente, que no se arriesga; por tanto, está bien lejos de lo que desea Nietzsche:

“Enseñar al hombre que su porvenir es su voluntad, que es tarea de una voluntad humana preparar las grandes tentativas y los ensayos generales de disciplina y de educación, para poner fin a esta espantosa dominación del absurdo y del azar que se ha llamado, hasta el presente, ‘historia’; la falta de sentido de ‘las mayorías’ no es más que su última forma. Para realizar esto es preciso un día una nueva especie de filósofos y de jefes cuya imagen hará parecer sombríos y mezquinos todos los espíritus disimulados, terribles y benévolos que ha habido hasta el presente en la tierra” (Pág. 69)

Los filósofos no pertenecen a la clase de hombres que espera Nietzsche básicamente porque no hacen parte de la especie que manda, que tiene autoridad sobre sí misma. En toda la aplicación

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