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Medios De Comuicacion


Enviado por   •  18 de Enero de 2012  •  3.841 Palabras (16 Páginas)  •  401 Visitas

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Democracia, Capitalismo, Medios de comunicación de masas: la historia de un secuestro que debe ser rescatado

I

Democracia: poder del pueblo. Democracia: separación de poderes. Democracia: igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Democracia: garantía de los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos. Democracia: respeto de los derechos humanos. Democracia: respeto a la voluntad de los ciudadanos. Democracia: respeto por la pluralidad y la diversidad cultural y política. Todo esto es, debe ser, necesariamente la democracia. La democracia no es sólo tener una constitución que garantice las libertades individuales, ni dar el voto cada cuatro años a los ciudadanos. Tampoco es democracia tener un sistema de garantías jurídicas que quede escrito negro sobre blanco. La democracia es tener eso, sí, pero no para adornar las estanterías de los más lujosos armarios ubicados en los lugares más señalados de las instituciones del estado, sino para que los ciudadanos puedan hacer buen uso de ello. La democracia es tener todo eso –derechos y libertades individuales- pero para poder aplicarlo también por ley en favor de los derechos y la voluntad del pueblo, en favor de la igualdad de oportunidades y el escrupuloso respeto a la ley, que a su vez debe guardar un escrupuloso respeto por los derechos humanos. La democracia, por tanto, no debiera ser entendida como un sistema político más, sino más bien como la natural expresión del hombre como ser social, en su afán de buscar el reconocimiento de sus derechos y el respeto a su libertad, así como la garantía de su plena existencia entre sus conciudadanos. Esto nos lleva a preguntarnos hasta qué punto son compatibles el consumismo-capitalismo actual, tal y como se viene desarrollando, con la democracia. Parece evidente que un sistema sociopolítico como el nuestro, donde una clase dirigente controla y maneja todos los resortes del poder político y económico, a la vez que impone un modelo de producción explotador, así como un modo de vida y de pensamiento alienado para las clases no dirigentes, difícilmente puede casarse con un concepto amplio de democracia. No seré yo ni el primero ni el último que defienda esta perspectiva (1, 2, 3). Como bien dice G.K. Chesterton en su texto “Democracia y Capitalismo” “la modernidad no es democracia. La maquinaria industrial no es democracia. Dejar todo en manos del comercio y el mercado no es democracia. El capitalismo no es democracia. Está más bien en contra de la democracia por su sustancia y sus tendencias”.

II

Pero, sin embargo, si hay algo donde la idea de libertad ha quedado arraigada con fuerza en la mente de los ciudadanos de esta sociedad consumista-capitalista, donde con más virulencia desde el poder establecido se ha pretendido hacer llevar al pueblo la idealización de una verdadera libertad, eso es, sin duda, mediante su vinculación con la supuesta democracia reinante en el capitalismo. La democracia es, a día de hoy, el valor fetiche por excelencia para lanzar a las masas en defensa del sistema socio-político y económico establecido. Democracia y capitalismo se presentan siempre como una misma cosa, como una misma dualidad de términos inseparables el uno del otro, tanto que se hace creer que no puede haber capitalismo sin democracia ni, por supuesto, democracia sin capitalismo. No quieran buscar ustedes un sistema político y social que respete la libertad del individuo, la democracia, más allá del ámbito capitalista, pues no conseguirán, según nos dicen, encontrarlo.

III

Sin embargo, el propio profeta del capitalismo Francis Fukuyama en su famoso libro “El fin de la historia y el último hombre” ya reconoce que el capitalismo donde mejor y más eficientemente ha funcionado ha sido en aquellos países donde la libertad individual brillaba por su ausencia . Países como el Chile de Pinochet, o los grandes tigres asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong, Tailandia, Malasia, Indonesia, etc.) pudieron tener el vertiginoso aumento en los índices económicos que tuvieron, gracias, sobre todo, a que eran países gobernados por regímenes autoritarios, donde los gobernantes imponían sus medidas capitalistas con mano de hierro, y donde las clases trabajadoras no tenían ningún tipo de derechos laborales, ni de garantías sociales. A eso, a sacar tajada de la explotación casi esclavista de las condiciones de vida y trabajo de la población, lo llamaron los economistas “el milagro asiático”. Cada uno de estos países que durante décadas se presentaron al mundo como ejemplo de la superioridad moral, política y económica del capitalismo frente al socialismo (por el vertiginosos crecimiento económico que desarrollaron en un breve periodo de tiempo) tuvo, o aún tiene, un gobierno autoritario. Corea del Sur, por ejemplo, tuvo un régimen militar. Singapur un dictador con un partido de estado. Tailandia y Malasia han tenido sendas monarquías autoritarias. Indonesia durante más de cuatro décadas ha sido gobernada también por un dictador. Taiwán igualmente tuvo un gobierno autoritario que gobernó el país por más de cinco décadas. Arabia Saudita, Kuwait, o la misma China de hoy (convertida en este sentido, aún con sus peculiaridades, en un país prácticamente capitalista), son también buena muestra de cuan efectivo puede ser combinar en un mismo cóctel capitalismo y ausencia de libertades y derechos de la población. Sin un sistema legal que regule las condiciones laborales, un sistema de regulación jurídica que imponga unos mínimos legales a respetar por los propietarios de los medios de producción, el capitalismo tiene vía libre para desarrollarse, pues los costes de producción serán cada vez menores mientras que los beneficios, en consecuencia, sobre todo si los productos generados por esa economía están destinados a la exportación, serán cada vez mayores. Pero esta evidente combinación entre progreso capitalista y totalitarismo no es óbice para que desde el poder establecido se siga haciendo llegar a la población occidental la idea de que capitalismo y democracia son una misma cosa.

IV

Y aunque las clases dominantes pueden llegar a admitir que tal vez existan países que siendo capitalistas no son democráticos, lo que nunca, lo que bajo ningún concepto, llegarán a aceptar, es que la ciudadanía puedan creer que existan países que siendo democráticos no sean capitalistas. Todo país democrático, nos dicen, debe ser inevitablemente capitalista. Más allá de capitalismo liberal no puede existir la democracia. Por ello, todo aquel país que ose criticar el normal funcionamiento del sistema capitalista, aun cuando lo haga partiendo de la llegada al poder de sus dirigentes por la vía del sistema parlamentario tradicional, es automáticamente

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