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Metafisica Moderna


Enviado por   •  28 de Agosto de 2013  •  3.745 Palabras (15 Páginas)  •  367 Visitas

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Resumen

El concepto del yo en la metafísica moderna del siglo XVII: de la autoconciencia de Tommaso Campanella al Cogito cartesiano. Éstas son las coordenadas entre las que es posible indagar el concepto del yo en la edad moderna. El presente artículo, por tanto, intenta analizar las opciones filosóficas de estos dos autores capitales en la formación de la filosofía moderna, para poder preguntarse, finalmente: cuál es el precio que pagamos a la modernidad? La presunta afirmación "solipsista" de la subjetividad induce a que la realidad pierda interés; más aún, a que se pierda la realidad misma produciendo –como decía Hannah Arendt en Vida activa, citando a Whitehead– "el efecto del retraerse del sentido común".

Palabras clave: "Descartes", "Campanella", "yo", "metafísica moderna".

Abstract

The concept of ego in the modern metaphysics of the XVII century: from the self-consciousness of Thomas Campanella to the cogito of Descartes. This are the coordinates within which it is possible to investigate the concept of the ego in the modern age. The present article, therefore, tries to analyse the philosophical choices of these two great authors of modern philosophy, to be finally able to ask: Which is the price we pays to modernity? This alleged "solipsistic" assertion of subjectivity in way encourages the loss of interest in reality; even more, the loss of reality itself producing –as Hannah Arendt stated in The Human Condition, quoting Whitehead – "the effect of withdrawing from the common sense".

Key words: "Descartes", "Campanella", "ego", "modern metaphysics".

Hannah Arendt en el capítulo dedicado a la Edad moderna de Vida activa, justamente afirma que Descartes "es el padre de la filosofía moderna, así como Galileo es el antepasado de la ciencia moderna"1.

Comenzar, por lo tanto, la cuestión del sujeto con Descartes parece del todo normal, casi al límite de la banalidad. Sin embargo, si atendemos a lo que ocurre en Europa entre el siglo XV y el siglo XVII, notamos ante todo algunas señales distintivas que conducirán luego inexorablemente al cogito cartesiano. En realidad, si se reelaborara la historia del pensamiento de estos siglos, no se podría no tener en cuenta las muchas almas que subyacen al panorama cultural de la época y que han determinado la mentalidad y el curso filosófico de los siglos futuros, aun cuando –como en el caso de la filosofía de Tommaso Campanella– tal pensamiento no encontrará los favores de la crítica filosófica sucesiva, resultando de este modo derrotado en las confrontaciones del camino de la historia, la cual de modo cruel determina vencidos y vencedores de las partidas culturales de cada época.

Y no obstante esto –como intentaré demostrar– también el concepto de subjetividad campanelliano en un cierto modo nos pertenece.

De Tommaso Campanella leeré solamente algunos fragmentos extraídos del primer libro de su Universalis Philosophia, su Metafísica. No se trata aquí de demorarnos en las peripecias de esta obra, reescrita por el filósofo por lo menos cinco veces, o de describir su estructura: como es notorio la obra está subdivida en tres partes intituladas por el autor principia sciendi, principia essendi, principia agendi2.

El tratamiento del ser, por lo tanto, está precedido por una primera parte dedicada a los principios del saber y de las ciencias. No se puede conocer nada del ente real si primero no se conoce aquello que se puede conocer.

El Proemio inicial de la obra aclara cuáles son los términos del problema:

"Sólo en Dios hay verdad, en cuanto Él es absolutamente poderoso, sabio y bueno. Todo hombre, al contrario, es mentiroso, ya sea porque le falta poder o porque es ignorante o porque por maldad quiere decir lo falso en lugar de lo verdadero"3.

Será necesario, por lo tanto, demoler todas las doctrinas humanas e indagar la posibilidad y la forma del conocer. La condición inicial es, pues, la de la duda, una duda universal, que deviene para Campanella una verdadera hipótesis de trabajo filosófico que se traducirá en la lista de catorce posibles aporías o dudas del conocer que caracterizan el primer capítulo de la obra metafísica. La cuestión de la criticidad del saber viene así colocada como prioritaria respecto a todo otro tratamiento. Estas catorce dudas pueden ser subdivididas según cuatros grupos temáticos:

1. La relatividad del conocer: la cuestión del singular y del universal (art. 1-2)

2. La relatividad del sentido: mutabilidad del sujeto y de la realidad (art. 3-8).

3. La duda concerniente a la relación, en el acto cognoscitivo, entre el cognoscente (sujeto de la acción) y lo conocido (objeto de la acción). Tal acción se realiza a través de una pasión o información en la cual el sujeto, recibiendo el objeto, se hace objeto y se anula como sujeto y viceversa, desde el punto de vista del sujeto. Éste, soportando una pasión en sí, no puede hacerse sí mismo en cuanto que viene a faltar el otro término del acto cognoscitivo, el objeto (art. 9-10).

4. La imposibilidad del saber a causa de los contrastes y de los errores de los filósofos y de las ciencias, confirmada ulteriormente por la inadecuación del lenguaje humano (art. 11-14)4.

Ejemplificando mucho, me parece interesante leer cómo se introduce el primer tipo de duda:

"No hay ciencia ni sabiduría para los hombres, porque las cosas que conocemos son una mínima parte respecto a aquellas que ignoramos. Nosotros no conocemos ni siquiera la mínima parte de las cosas que pensamos conocer, desde el momento en que para conocer una cosa verdaderamente sería necesario conocer hasta el infinito, y eso no es posible"5.

La imposibilidad del conocimiento conduce así a tomar en consideración la posición del pensamiento escéptico. El diálogo que Campanella instaura con el escéptico es tan importante como placentero, ya que, de modo irónico, desenmascara todas las hipocresías de un pensamiento que no quiere atenerse al dato de la realidad. Así también de aquel que duerme o de aquel que es loco se puede decir que se engaña con cosas que otros afirman como verdaderas.

¿Cómo salir, por lo tanto, de este momento aporético? ¿Cuál puede ser el conocimiento certísimo y universal a partir del cual no se da el error y a partir del cual es posible proceder a la construcción del saber?

Antes de responder a tales preguntas, me permito proponer una cuestión preliminar: cómo interpretar

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