Monografía: “La sublimación”
Enviado por Cami Torresín • 2 de Noviembre de 2015 • Monografía • 1.988 Palabras (8 Páginas) • 275 Visitas
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Universidad Nacional de Rosario
Facultad de Psicología
Historia y Epistemología
de la Psicología
Monografía:
“La sublimación”
JTP:
Serra, Ana María
Alumna:
Torresín, Camila. T-5066/1
Fecha de Entrega:
29/07/15
INTRODUCCIÓN
En el siguiente trabajo buscaré dar cuenta, ahondando y reflexionando, acerca de la sublimación. Pocos conceptos freudianos han gozado de una consistencia tan grande como este. Desde las primeras obras hasta las últimas la definición varió poco y siempre se sustentó sobre dos pilares, uno metapsicológico: la sublimación es un destino de la pulsión; y otro valorativo, mucho más problemático para nosotros: la sublimación se las arregla para alcanzar una meta pulsional alejada de la sexualidad y, de ese modo la pulsión quedaría exenta, gracias a una supuesta valoración social. Volveremos sobre el problema que conlleva esta pretendida valoración social.
A su vez intentaré mostrar cómo es tomado dicho concepto para Cornelius Castoriadis y, para André Green, ambos autores imprescindibles para la cátedra.
DESARROLLO
En las Nuevas conferencias, Freud trató de definir las pulsiones como “seres míticos, grandiosos en su indeterminación”. Y añadió: “En nuestro trabajo no podemos prescindir ni un instante de ellas, y sin embargo nunca estamos seguros de verlas con claridad” (Freud, 1933 [1932], p.88). Estas mismas consideraciones resultarían perfectamente aplicables al no menos enigmático y ambiguo concepto de sublimación.
De acuerdo con la definición que una y otra vez nos dio a lo largo de toda su obra, de la sublimación se podría decir también, como de la pulsión, que es un “concepto fronterizo”; si la pulsión es un concepto fronterizo entre lo somático y lo psíquico, la sublimación lo sería nada menos que entre lo psíquico y lo cultural.
Si nos centramos primero en el aspecto metapsicológico, vemos que gira en torno de la noción de destino pulsional. Siempre asociamos esta cuestión al texto Pulsiones y destinos de pulsión (1915), en el que Freud establece los cuatro destinos de la pulsión, y entre ellos la sublimación, cuyo estudio deja postergado para más adelante. Sin embargo, el tema de los destinos de la pulsión sexual, al igual que su objeto y su meta, ya había sido abordado con toda claridad en los Tres ensayos de teoría sexual (1905) donde leemos afirmaciones como la siguiente: “La disposición a las perversiones es la disposición originaria y universal de los seres humanos”, en referencia a la famosa naturaleza perverso-polimorfa de los niños. Los destinos de la pulsión sexual infantil, son tres, según lo expuesto en Tres ensayos: la perversión, la represión y la sublimación. En el caso de esta última, dice Freud —y aquí tenemos la primera definición que nos dió del concepto—, “a las excitaciones hiperintensas que vienen de las diversas fuentes de la sexualidad se les procura drenaje y empleo en otros campos, de suerte que el resultado de la disposición en sí peligrosa es un incremento no desdeñable de la capacidad de rendimiento psíquico”. Y añade: “Aquí ha de discernirse una de las fuentes de la actividad artística” (Tomo VII, p. 218)
En cuanto al destino, si bien en la obra de 1915 Freud establece cuatro posibles para la pulsión, a saber: el trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión y la sublimación, sabemos que los dos primeros —que André Green (1966-67) agrupa bajo la denominación de “doble trastorno”— se relacionan directamente con la perversión, en tanto tratan del sadomasoquismo y del voyeurismo-exhibicionismo. Ambos suponen destinos alternativos con respecto al destino pulsional por antonomasia que es la represión y, por tanto, formas alternativas de descarga, atajos que le permiten a la pulsión alcanzar su meta, bien a través de la vuelta sobre el sujeto o bien convertida en lo contrario. Por consiguiente, el problema de los destinos de la pulsión queda simplificado de la siguiente manera: la pulsión sexual pregenital puede o bien sufrir el destino de la represión, lo cual supone una imposibilidad de alcanzar directamente la meta de la satisfacción, quedando únicamente la posibilidad del retorno de lo reprimido que permite una satisfacción indirecta a través del síntoma neurótico; o bien puede, eludiendo la barrera de la represión, dirigirse libremente hacia la meta y lograr la satisfacción directa a través de la descarga, caso que admite solamente dos opciones: la descarga directa, perversa, o bien la descarga desexualizada, sublimada. Es cierto que Freud admitió una salida intermedia cuando habló de pulsiones de meta inhibida, que son aquellas pulsiones sexuales cuyo destino les permite alcanzar una satisfacción atenuada a través de la ternura.
Esta concepción, que tiene su punto culminante en “El malestar en la cultura (1930)”, la mantendrá toda su vida. Para Freud “cultura” representaba lo contrario de “natura”, es decir, civilización: todo el conjunto de realizaciones que a lo largo de la historia la humanidad ha llevado a cabo con su trabajo y que han servido para transformar el mundo. Pero también incluía los tesoros del arte, de la ciencia, del conocimiento y, en general, todo el conjunto de producciones “elevadas”, aquello que alguna vez había calificado como “lo más alto” de que es capaz el espíritu humano.
Pues bien, la preocupación de buscar mecanismos alternativos o atajos a la represión, como la sublimación, fue la que le llevó a definir por un lado la negación y por otro la desmentida, con su correlato de escisión del yo, texto “La negación (1925)”. El problema de la negación es muy interesante porque Freud la definirá precisamente como una “cancelación de la represión”, que sin embargo no conlleva “una aceptación de lo reprimido”, y añadirá que, “por medio el símbolo de la negación, el pensar se libera de las restricciones de la represión y se enriquece con contenidos indispensables para su operación” (Tomo XIX, p.253-4). Es decir, en términos puramente metapsicológicos, la negación vendría a ser una variante de la sublimación, en tanto que, al eludir el destino de la represión, permite también dar libre curso a la pulsión, de modo que el pensar queda libre de sus coerciones.
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