Opinion Publica
Enviado por • 27 de Junio de 2014 • 4.303 Palabras (18 Páginas) • 139 Visitas
La opinión pública no existe*
Pierre Bourdieu
Quisiera señalar, en primer lugar, que mi propósito no es denunciar de manera mecánica y fácil
las encuestas de opinión, sino proceder a un análisis riguroso de su funcionamiento y sus
funciones. Lo que implica que se cuestionen los tres postulados que implícitamente suponen.
Toda encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; o, en otras
palabras, que la producción de una opinión está al alcance de todos. Aun a riesgo de contrariar
un sentimiento ingenuamente democrático, pondré en duda este primer postulado. Segundo
postulado: se supone que todas las opiniones tienen el mismo peso. Pienso que se puede
demostrar que no hay nada de esto y que el hecho de acumular opiniones que no tienen en
absoluto la misma fuerza real lleva a producir artefactos desprovistos de sentido. Tercer
postulado implícito: en el simple hecho de plantearle la misma pregunta a todo el mundo se
halla implicada la hipótesis de que hay un consenso sobre los problemas, entre otras palabras,
que hay un acuerdo sobre las preguntas que vale la pena plantear. Estos tres postulados
implican, me parece, toda una serie de distorsiones que se observan incluso cuando se
cumplen todas las condiciones del rigor metodológico en la recogida y análisis de los datos.
A menudo se le hacen reproches técnicos a las encuestas de opinión. Por ejemplo, se
cuestiona la representatividad de las muestras. Pienso que, en el estado actual de los medios
utilizados por las empresas que realizan encuestas, la objeción apenas tiene fundamento.
También se les reprocha el hacer preguntas sesgadas o, más bien, el sesgar las preguntas en
su formulación: esto ya es más cierto y muchas veces se condiciona la respuesta mediante la
forma de hacer la pregunta. Así, por ejemplo, transgrediendo el precepto elemental de la
construcción de un cuestionario que exige que se les "dé sus oportunidades" a todas las
respuestas posibles, frecuentemente se omite en las preguntas o en las respuestas propuestas
una de las opciones posibles, o incluso se propone varias veces la misma opción bajo
formulaciones diferentes. Hay toda clase de sesgos de este tipo y sería interesante preguntarse
por las condiciones sociales de aparición de estos sesgos. En muchos casos se deben a las
condiciones en las que trabajan las personas que producen los cuestionarios. Pero, sobre todo,
se deben al hecho de que las problemáticas que fabrican los institutos de opinión están
subordinadas a una demanda de tipo particular. Así, cuando emprendimos el análisis de una
gran encuesta nacional sobre la opinión de los franceses respecto al sistema de enseñanza,
extrajimos de los archivos de una serie de gabinetes de estudios las preguntas referentes a la
enseñanza. Esto nos permitió constatar que desde mayo de 1968 se habían planteado más de
doscientas preguntas sobre el sistema de enseñanza, frente a menos de veinte entre 1960 y
1968. Eso significa que las problemáticas que se le imponen a este tipo de organismos están
profundamente ligadas a la coyuntura y dominadas por un tipo determinado de demanda social.
La cuestión de la enseñanza, por ejemplo, sólo puede ser planteada por un instituto de opinión
pública cuando se convierte en problema político. Se ve enseguida la diferencia que separa a
estas instituciones de los centros de investigación que generan sus problemáticas, si no en un
universo puro, en todo caso con una distancia mucho mayor respecto a la demanda social en
su forma directa en inmediata.
Un análisis estadístico sumario de las preguntas planteadas nos puso de manifiesto que la
inmensa mayoría estaban directamente vinculadas a las preocupaciones políticas del "personal
político". Si nos entretuviéramos esta tarde jugando a los papelitos y si yo les dijera que
escribieran las cinco cuestiones que les parecen más importantes en el tema de la enseñanza,
seguramente obtendríamos una lista muy diferente de la que obtenemos al sacar las preguntas
que fueron efectivamente planteadas por las encuestas de opinión. La pregunta: "¿Hay que
introducir la política en los institutos"? (o variantes de la misma) se hizo muy a menudo,
mientras que la pregunta: "¿Hay que modificar los programas?" o "¿Hay que modificar el modo
de transmisión de los contenidos?" apenas se planteó. Lo mismo con "¿Hay que reciclar a los
docentes?" Preguntas que son muy importantes, al menos desde otra perspectiva.
Las problemáticas que proponen las encuestas de opinión están subordinadas a intereses
políticos, y esto pesa enormemente tanto sobre la significación de las respuestas como sobre
la significación que se le confiere a la publicación de los resultados. La encuesta de opinión es,
en el estado actual, un instrumento de acción política; su función más importante consiste,
quizá, en imponer la ilusión de que existe una opinión pública como sumatoria puramente
aditiva de opiniones individuales; en imponer la idea de que existe algo que sería como la
media de las opiniones o la opinión media. La "opinión pública" que aparece en las primeras
páginas de los periódicos en forma de porcentajes (el 60% de los franceses están a favor de...),
esta opinión pública es un simple y puro artefacto cuya función es disimular que el estado de la
opinión en un momento dado es un sistema de fuerzas, de tensiones, y que no hay nada más
inadecuado para representar el estado de la opinión que un porcentaje.
Sabemos que todo ejercicio de la fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin es legitimar
la fuerza del que la ejerce; se puede decir incluso que lo propio de toda relación de fuerza es el
hecho de que sólo ejerce toda su fuerza en la medida en que se disimula como tal. En suma,
expresándolo de forma sencilla, el hombre político es el que dice: "Dios está de nuestra parte".
El equivalente de "Dios está de nuestra parte" es hoy en día "la opinión pública está de nuestra
parte". He aquí el efecto fundamental de la encuesta de opinión: constituir la idea de que existe
una opinión pública unánime y, así, legitimar una política y reforzar las relaciones de fuerza que
la sostienen o la hacen posible.
Tras haber dicho
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