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Pativilca


Enviado por   •  24 de Febrero de 2015  •  723 Palabras (3 Páginas)  •  165 Visitas

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Pativilca, 19 de enero de 1824

¡Oh, mi maestro! ¡ oh, mi amigo! ¡ oh, mi Robinson! ¡Usted en Colombia, usted en Bogotá, y nada

me ha dicho, nada me ha escrito! Sin duda es usted, el hombre más extraordinario del mundo: podrá

merecer otros epítetos, pero no quiero darlos por no ser descortés al saludar un huésped que viene del

Viejo Mundo á visitar al Nuevo: sí, á visitar su Patria, que ya no conoce, que tenía olvidada, no en un

corazón sino en su memoria.

Nadie más que yo sabe lo que usted quiere á nuestra adorada Colombia. ¿Se acuerda usted cuando

fuimos juntos al Monte Sacro en Roma á jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria?

Ciertamente no habrá usted olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros: día que anticipó, por

decirlo así, un juramento profético á la misma esperanza que no debíamos tener. Usted, maestro mío,

¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado á tan remota distancia!

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Fuente 36

Bolívar, Simón. (1824, 19 de enero). “Carta de Bolívar a su maestro Simón Rodríguez”. En Revista de la

Instrucción Pública de Colombia (Número extraordinario, No 233, 1910, julio), pp. 15-16.

Educación en la Independencia

¡Con qué avidez habrá seguido usted mis pasos, dirigidos muy anticipadamente por usted mismo! Usted

formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso; yo he seguido el

sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado sobre una de las playas de Europa.

No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que usted

me ha dado: no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha

regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles. En fin, usted

ha visto mi conducta: usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel; y usted

no habrá dejado de decirse: “todo esto es mío: yo sembré esta planta, yo la regué y la enderecé tierna;

ahora, robusta, fuerte y fructífera, he aquí los frutos: ellos son míos; yo voy á saborearlos en el jardín

que planté; voy á gozar de la sombra de sus brazos amigos, porque mi derecho es imprescriptible,

primitivo á todo”. Sí, mí querido amigo: usted está con nosotros.

¡Mil veces dichoso el día en que usted pisó las playas de Colombia! Un sabio, un justo más, corona la

frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo- desespero por saber qué designios, qué destino tiene usted:

sobre todo mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar

hacia usted, hágalo usted hacia mí: no perderá

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