Poema

Desconozco el momento en que me convertí en la antítesis de mi existencia. Desconozco la ocasión en que empecé a dejarme llevar por aquello que aborrezco, y abandoné lo que más anhelaba. El pantano de las mentiras, las farsas, los juegos y sentimientos chuecos; una vez que estuve ahí sólo encontré el camino tierra adentro. Ya soñaba yo con que mis impulsos se dispararan como la erupción de un volcán inactivo en el pasado y cuando sucedió, acabó con lo más puro y sincero que tenía en la mano, mientras que en la otra sostenía un corazón pútrido a medias, pero aún con esperanza de reconciliarse. Era poco en cantidad lo que en mi mano yacía… nunca fue un exceso, pero bastaba. Hoy lo pierdo y lo busco incansablemente sin saber qué forma tomar ahora, si convertirme en piedra, o en hoja confiada del viento, o perseguir insaciablemente a la presa que antes era mi depredador. Cuánto me perdí entre la inmortalidad que me vi muriendo peor que un mortal. Cuántas palabras y actos de valentía y amor he forjado para después quemarlos con mi propio fuego. Cómo me he atrevido yo misma a unir las hilachas ásperas de una soga que sobriamente me colgué al cuello, misma que saboreaba mientras crecía con el hambre y la culpabilidad de un deseo reprimido.

Mi mente más torcida que la de aquella persona que juré nunca ser, me llevó a concluir que mi enemigo no está frente a mi, sino dentro. Y se asoma, y se esconde y vive de la sed primitiva y las debilidades carnales. Sólo en aquel despertar de un ser ruin y miserable, me di cuenta del tiempo que llevaba encerrado y el disfraz que portaba lo dejé marchitarse a cambio de unas fantasías que me costaron tres vidas y mi muerte incluida.

Ahora no conozco nada más que aquel amor tuyo que aborté a mitad del camino, la sangre que derramas son las lágrimas que nunca podré ver en mis ojos, ya que soy mentira ahora y mentira no dejaré de ser hasta que mi fantasma abandone la conciencia que antes admirabas.

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