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Ponencia oral


Enviado por   •  29 de Marzo de 2020  •  Ensayo  •  4.477 Palabras (18 Páginas)  •  132 Visitas

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Ponencia oral

Eje Temático: Creencias, prejuicios y responsabilidades de los adultos. 

Título de la ponencia: La escuela en los actuales contextos. Su compromiso subjetivante: responsabilidades, desafíos y posibilidades

Autoras: Ibáñez, Vanina y Michniuk Natalia

Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA) Unidad Académica Río Gallegos (UARG) Rio Gallegos, Sta. Cruz.

Correos electrónicos: vaninaibanez@gmail.com; nataliamichniuk@yahoo.com.ar 

Teléfonos:                 2966 607952                           2966654033

Introducción

Desde las cátedra de Educación Formal I, perteneciente a la carrera de la Licenciatura en Psicopedagogía de la UNPA-UARG  nos proponemos pensar y reflexionar acerca de las condiciones en las cuales desarrollarán sus praxis como profesionales los futuros psicopedagogos insertos en departamentos de orientación de escuelas de nivel medio de la provincia de Santa Cruz. Reconocer, describir, visibilizar y analizar esas condiciones con el objetivo de cuestionarlas, desafiarlas e intentar transformar aquellas que se presentan como injustas y opresoras son algunos de los objetivos que nos proponemos. Es imprescindible que nuestro trabajo como educadores sea comprendido desde un posicionamiento de adultos responsables, mediadores entre la cultura experiencial o privada y la denominada pública o crítica. De esta manera, y posicionados desde las pedagogías críticas,  nos veremos convocados desde la pertinencia de nuestros aportes profesionales para colaborar en los procesos de subjetivación de nuestros alumnos

Somos conscientes que lo que aquí expresamos serán notas introductorias o esbozos de las reflexiones y conceptualizaciones de las que partimos dada la limitación del escrito que nos ocupa en esta oportunidad.

Adhiriendo a una perspectiva crítica es imprescindible transitar un recorrido histórico contextual que nos habilite a reflexionar sobre el devenir de la escuela como institución moderna que resiste, en palabras de Pineau (2001), más allá del contexto como “texto escolar”.

Realizamos este ejercicio de historización para empezar a preguntarnos acerca de los procesos de subjetivación o desubjetivación que se dan en nuestras escuelas y cómo el psicopedagogo, los docentes y demás actores de la comunidad educativa pueden asumir comprometidamente la responsabilidad, como adultos referentes, de contribuir desde sus prácticas a los procesos de subjetivación de los alumnos.

Modernidad y escuela

Uno de los rasgos quizás más característico de la época moderna, es el lento abandono de la construcción del reino de dios por la construcción del reino de la naturaleza y el hombre. El hombre moderno vale por su trabajo, por el tiempo que emplea, por la razón que sustenta, por las relaciones e intereses que reproduce el modelo, por los valores sociales que consagra su compromiso individual. La ascesis dejó de ser la condición de la verdad y el sujeto de las meditaciones, a través del ejercicio de la duda metódica y de la intuición intelectual, llegó a enunciar su propia verdad. “Yo pienso”, la más elemental, la única verdad sobre la cual podría construirse el edificio de la Ciencia. Este sujeto, fundamentalmente teórico, se encontró mucho tiempo en situación de equilibrio inestable con el sujeto de la acción y cuando ese equilibrio se rompió el hombre quedó dividido en dos esferas independientes: la de la razón teórica que funda la ciencia, y la de la razón práctica que funda nuestra libertad. (Díaz, Sotolongo; 1997:114)

Se vivencia una nueva actitud intelectual, donde la confianza en la razón y el progreso ilimitado de las ciencias serían características claves del modelo enciclopedista que será la cuna de la formación para las elites del siglo XIX,  momento en que se experimenta la alfabetización de la fuerza de trabajo. En el ancho y vigoroso camino de racionalistas, liberales e industrialistas existía  una preocupación expresa por explicitar las conexiones que mantienen entre sí los distintos ámbitos del saber; tratando de ligar ciencia, técnica, razón y práctica social.

Paralelamente al acelerado avance de las ciencias naturales a lo largo de la modernidad, avance que culminara en la Revolución Industrial que marcara el paso del siglo XVIII al XIX, se va produciendo a lo largo de este último una alianza cada vez más estrecha entre esa ciencia, sus resultados técnicos y la implementación tecnológica de éstos en la industria. Esto, que no fue otra cosa que el surgimiento del modo tecnológico fabril-mecanizado de producción de bienes materiales que sustituyó rápidamente, país tras país, a la producción manufacturera, marcó la madurez del sistema capitalista y el inicio del progreso de transformación de la ciencia en una fuerza productiva directa, proceso que ha llegado hoy en día a fases ulterinas y más significativas (Torres, 2006)

Y en este escenario moderno, liberal e individualista será la educación, específicamente los sistemas educativos formales,  los encargados de formar, homogeneizar y distribuir la razón y el conocimiento, enmarcando su cometido en un proyecto de ciudadanía, fundamento del optimismo pedagógico

A finales del siglo XIX, la teoría de la educación adoptó los principios modernos del currículum, dando por sentado que el papel de la escolarización es el de producir una fuerza de trabajo cualificada como rasgo ineludible del proyecto de ciudadanía y cumplir de esta manera, con el objetivo de lograr la reproducción de la sociedad. Como resultado, posteriormente, se desemboca en una teoría educativa y curricular específica, detallada en sus prescripciones para los profesores y las escuelas.

Como venimos afirmando, la escuela moderna se sujeta a esta división del trabajo que, con la administración científica a principios del siglo XX, legitima y cristaliza la división mencionada entre la teoría y la práctica, entre los saberes teóricos y los saberes prácticos, entre el pensar y el hacer. El Estado y, especialmente, el orden maquínico naciente, necesitaba disponer de mano de obra “adiestrada”: una fuerza de trabajo educada y disciplinada que pudiera ocuparse de las tareas impuestas por una economía moderna paulatinamente más independiente del orden político.

Es así que en este marco la educación constituye un instrumento de homogeneización de la población, tendiente a lograr el funcionamiento armónico de la sociedad, garantizando la integración de todos los individuos al cuerpo social. En los procesos latinoamericanos, de una modernidad más tardía (segunda mitad s. XIX) desde esta perspectiva se pretenderá superar el carácter tradicional, ‘atrasado’ o ‘bárbaro’ de las sociedades nativas. Particularmente en el caso de la Argentina, conformada además por una masa inmigratoria –empobrecida y analfabeta-  que difería culturalmente del perfil poblacional esperado y pretendido por la clase dirigente, la tarea de la escuela tendrá como propósito fundamental superar las barreras de la ignorancia para transformar a la sociedad primitiva en una sociedad moderna. Esta concepción teórica denominada ‘optimismo pedagógico’ o pedagogía tradicional, concibe a la educación como un dispositivo por excelencia para la transformación modernizadora de la sociedad[1]

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