Por qué Dios está oculto?
Enviado por joramendez • 7 de Mayo de 2014 • Ensayo • 408 Palabras (2 Páginas) • 171 Visitas
¿Por qué Dios está oculto? ¿Por qué, luego de encontrarlo, se esconde? ¿Por qué es tan difícil entenderle? ¿Por qué
calla? ¿Por qué no siempre responde? ¿No le importan mis problemas? ¿Es que no me ama? ¿Se ha olvidado de mí?
Hay momentos en la vida en que gritamos a Dios como el salmista:
Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes;
De noche, y no me haces caso… (Sal 22 (21))
¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor?
¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
¿Por qué ocultas tu rostro y olvidas nuestra miseria y opresión? (Sal 44)
Cuando Dios calla nos sentimos perdidos
El silencio de una persona amada es doloroso. Se percibe como ausencia, vacío, desinterés, soledad… El silencio del
otro provoca inseguridad y puede ser el origen de resentimientos y desconfianza.
Por eso el silencio de Dios es terriblemente doloroso. Jesucristo también lo padeció en la cruz, se sintió abandonado
por el Padre. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 34b)
Sabemos que Dios salió de su eterno silencio, reveló su secreto, desveló su misterio en la Palabra: Jesucristo. Y que
Cristo está vivo. Lo sabemos, pero eso no quita su misterioso silencio.
Pero percibimos su presencia
Creo que todos hemos experimentado la pérdida de un ser querido. Cuando muere alguien a quien amamos, tenemos
la impresión de que no ha muerto del todo. Sabemos que, de alguna manera, está vivo. Nuestro corazón guarda la
seguridad, o al menos la esperanza, de que esa persona a la que amamos sigue existiendo y está presente en nuestra
vida, aunque de manera diferente. Lo experimentamos así, porque la memoria del amor nos fortalece la seguridad de
que quien nos ama no nos abandona.
Aunque Dios calle y permanezca oculto, casi como si estuviera muerto, en el fondo del corazón percibimos su
presencia. Esta percepción interior crece a medida que se desarrolla en nosotros la semilla de las virtudes teologales.
La experiencia nos va demostrando el amor que Dios nos tiene. La memoria iluminada por la fe nos ayuda a recordarlo.
Y así, progresivamente, nos va invadiendo la confianza de que Dios está presente. Poco a poco la gracia de Dios va
trabajando en nosotros y de esa manera en el fondo de nosotros mismos crece y se va fortaleciendo una percepción
interior de la que el corazón está seguro y que, gracias a la fe, se convierte en certeza: Aunque no lo vea, aunque no lo
sienta, Él está aquí, conmigo, y me ama.
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