¿Porqué mentimos?

¿Por qué mentimos?

        En primer lugar se podría decir que una mentira es aquella que en ocasiones nos protege de un castigo, nos libra de un problema o nos permite aparentar lo que realmente no somos; en conclusión es un comportamiento que funciona como un mecanismo de defensa.

        Por lo cual esto trae como consecuencia que existan individuos que se habitúan a este tipo de conducta y en casos extremos a veces se entrenan para el engaño, sin siquiera considerar que están mintiendo y se convierten también en fanáticos de esta capacidad y se enorgullecen de ella.

        Asimismo la mentira no discrimina escenarios: mienten los jefes y empleados, esposos y esposas, discentes y docentes violentando así el octavo mandamiento de la ley de Dios el cual dice” No dirás falso testimonios ni mentirás.”

        No obstante si buscamos el origen del porqué mentimos lo encontraremos en los padres que son los primeros “maestros de la mentira” sin embargo siempre amenazan con castigar a sus hijos si los descubren en una falsedad y al preguntarle por qué ellos si mienten nos refuerzan con otra mentira, alegando que ellos son mayores o que lo hicieron por necesidad. Según las estadísticas muestran que el 25% de los niños comienzan a mentir a los 2 años, el 50% a los 3 y el 100% de los 7 en adelante.

        Pero en esencia mentimos para: cubrir un engaño, ocultar sentimientos encontrados, para evitar la verdad incómoda y confrontaciones, para sobresalir del grupo, desprestigiar compañeros, por temor a herir a otra persona, para siempre quedar bien, evitar responsabilidades, entre muchísimas más.

        En consecuencia la mentira es tan común que podemos encontrarla dividida en categorías: La mentira inocente nos sirve para evitar herir a los demás, la solidaria para tratar de ayudar a los demás, la maliciosa las que se dicen por venganza, la engañosa trata de hacer daño y el autoengaño que nos hace sentir bien cuando hacemos el mal.

        Finalmente no hay nada mejor que la verdad porque nos hace crecer, eleva nuestra autoestima y moral, nos hace personas fidedignas, nos sentimos orgullosos y satisfechos por la verdad dicha y ante los demás reflejamos una imagen de integridad moral.

        Prefiero mil verdades que me duelan y no una mentira que me conforte.

                                                                                Francisco Guzmán Z.

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