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Enviado por   •  24 de Junio de 2013  •  3.055 Palabras (13 Páginas)  •  330 Visitas

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DESARROLLO SOCIAL Y DE LA PERSONALIDAD

EN LA PRIMERA INFANCIA

1. Introducción

Desde el nacimiento, el niño está en condiciones para iniciar el proceso de socialización debido a:

- su indefensión

- su capacidad de aprendizaje

- su atracción innata por los estímulos sociales.

El niño tiene, además, una serie de necesidades básicas:

- protección de los peligros contra la vida y la salud

- cuidados básicos: alimentación, higiene, etc.

- posibilidad de establecer vínculos afectivos estrechos con algunos adultos

- exploración del entorno físico y social

- actividad lúdica con objetos y personas.

Estas necesidades hacen que el niño esté “motivado” biológica y socialmente para incorporarse al grupo social. Por otro lado, el grupo social donde nace el niño, necesita también de la incorporación de éste para mantenerse y sobrevivir.

El proceso de socialización, que es aquel por el cual el niño asimila los valores, normas y formas de actuar que el grupo social donde nace intentará transmitirle. Por lo visto más arriba, este proceso es una interacción entre el niño y su entorno. Esta interacción depende de:

- las características del niño

- la forma de actuar de los agentes sociales.

Podemos definir, por consiguiente la SOCIALIZACIÓN como un proceso interactivo necesario para el niño y para el grupo social donde nace y a través del cual el niño satisface sus necesidades y asimila la cultura a la vez que la sociedad se perpetúa y desarrolla.

2. CARACTERÍSTICAS DE LOS PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN

Desde el punto de vista del niño, los procesos de socialización son de tres tipos:

a) Procesos mentales: adquisición del conocimiento de normas, valores, costumbres, personas, instituciones y símbolos sociales, adquisición del lenguaje y de los conocimientos adquiridos a través del sistema escolar. De hecho el proceso de socialización es, en gran medida, una transmisión de los conocimientos que la especie ha acumulado a través de los años.

b) Procesos afectivos: los vínculos afectivos que el niño establece son una de las bases más sólidas del desarrollo social. La empatía, el apego y la amistad son una forma de unión al grupo, pero también mediatizan todo el desarrollo social.

c) Procesos conductuales: La socialización implica también la adquisición de conductas consideradas socialmente deseables. Para ello el niño debe ir adquiriendo un cierto control sobre su conducta y se sienta motivado para actuar de forma adecuada. Las motivaciones que favorecen la conducta social pueden basarse en la moral, el razonamiento sobre la utilidad social de ciertas conductas, el miedo al castigo o el miedo a perder el amor que recibe de los demás.

Este proceso se inicia desde el momento del nacimiento y permanece a lo largo de todo el ciclo vital.

3. PROCESOS MENTALES DE SOCIALIZACIÓN

La adquisición de conocimientos sociales es uno de los aspectos fundamentales del desarrollo social a1a vez que precondición para que tengan lugar los procesos afectivos y las conductas sociales. Estas adquisiciones son muy numerosas:

a) Referidos a las personas:

- Reconocimiento, identidad y roles.

- Diferenciación entre conocidos y extraños.

- Sentimientos, pensamientos, intenciones y punto de vista de los demás.

- Relaciones entre las personas: amistad, relaciones familiares, etc.

b) Conocimiento de la sociedad:

- Conceptos sociales: dinero, pobre, rico, nación, ciudad, etc.

- Conocimiento de las instituciones: familia, escuela, hospital, parlamento, etc.

- Conocimiento de los valores, normas, juicio moral, etc.

Desde el momento del nacimiento, los niños pequeños son capaces de percibir algunas expresiones emocionales de los demás y tener experiencia vicaria de ellas. Además, en los primeros días de vida aprenden algunas señales e indicios sociales.

El reconocimiento de algunas emociones e indicios sociales no significa que los niños reconozcan ya a las personas en cuanto tales, sino que se trata probablemente, del reconocimiento de la recurrencia de determinados estímulos que se repiten y no, necesariamente, del reconocimiento de la persona como algo global.

El reconocimiento de las personas en cuanto tales debemos retrotraerlo hasta el segundo trimestre de vida, hacia los tres o cuatro meses. A partir de ese momento, los niños discriminan entre las personas prefiriendo claramente a unas sobre otras, aunque no rechacen a los desconocidos.

Antes de los seis meses, los niños reconocen perfectamente a determinadas personas que adquieren un gran significado conductual para ellos. Este reconocimiento exige que los niños tengan, al menos, un rudimentario “concepto” de la persona.

Durante el segundo semestre del primer año de vida, frecuentemente en el octavo mes, se produce un cambio cualitativo en el conocimiento social de los conocidos y extraños. Los niños adoptan una posición de cautela, recelo o miedo ante los desconocidos. El conocimiento social tiene, también en este caso, vital importancia, porque se ha comprobado que depende de la forma del encuentro con el extraño (rapidez del, acercamiento, conducta del extraño, lugar, presencia o ausencia de la madre, situación en que se encuentre el niño, etc.) el que el niño manifieste menor o mayor cautela, recelo o miedo. Estas reacciones se expresan en conductas visuales (mirada recelosa o abierta), sonoras (lloro o vocalizaciones) y motoras (abrazos a la madre, ocultamiento de la cara, aceptación o rechazo del contacto, etc.), que ponen de manifiesto que el niño hace una valoración de la persona que se acerca a él y de la situación en que el encuentro tiene lugar. Esta valoración exige un conocimiento social no sólo del desconocido, sino del significado de diferentes situaciones de interacción social.

A finales del primer año de vida los niños demuestran cierta habilidad para reconocerse a sí mismos diferenciándose de los demás, siempre que la imagen presentada se corresponda con la que tienen en ese momento (es decir, sea su propia imagen actual).

A partir de los 15-18 meses, la capacidad de reconocimiento depende menos del carácter contingente de su propia imagen, distinguiéndola de la de los demás con mayor éxito. En el segundo año de vida (18-24 meses), podemos afirmar con seguridad que los niños reconocen su imagen con claridad independientemente de su carácter

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